¿Cómo sentían las emociones nuestros antepasados?

Varios estudios muestran que, hace miles de años, las emociones eran experimentadas de otra manera.

¿Cómo sentían las emociones nuestros antepasados?

¿Dónde sentían las emociones los antiguos habitantes de Mesopotamia? ¿“Sentían” el amor en el corazón y el miedo en el estómago, como nosotros?

Un reciente estudio, liderado por la profesora Saana Svärd, de la Universidad de Helsinki, ha examinado varios textos mesopotámicos para averiguar dónde “sentían” las emociones los antiguos habitantes del valle del Tigris y el Éufrates y si coinciden con los órganos tradicionales relacionados con los diversos sentimientos. Entre otras cosas, la investigación concluye que los mesopotámicos “sentían” la felicidad en el hígado, el órgano al que dotaban de mayor importancia.

Las emociones de nuestros antepasados mesopotámicos

El estudio ha analizado más de un millón de palabras de textos escritos en acadio, una de las lenguas de la antigua Mesopotamia, plasmadas en escritura cuneiforme sobre soportes de arcilla.

El acadio es un idioma de la rama semítica que se extendió por las llanuras del Tigris y el Éufrates entre el 900 y el 600 a.C. Con esta lengua se compusieron algunos de los más bellos textos de la literatura mesopotámica, fuente primordial para descubrir dónde sentían las emociones nuestros antepasados.

La felicidad se siente en el hígado… y el amor, en las rodillas

A través de este estudio multidisciplinar, el equipo de la profesora Svärd concluyó que los antiguos mesopotámicos consideraban el hígado como un órgano fundamental en la vida y la experiencia emocional humana. La conclusión se basa en expresiones encontradas en los textos, que hablan de que el hígado “brilla” o “se abre” cuando la persona siente felicidad o alegría.

De esta forma, encontramos una diferencia clara entre cómo sentían las emociones los habitantes de la antigua Mesopotamia y cómo las sentimos tradicionalmente en la cultura occidental. Para nosotros, por ejemplo, uno de los órganos más relacionados con el ámbito emocional, a nivel metafórico, es el corazón, una idea que está más vinculada al antiguo Egipto y a la antigüedad clásica.

Otras partes importantes del cuerpo humano para los antiguos mesopotámicos eran los pulmones y los pies. Estos últimos se relacionaban con la ira y el miedo, emociones muy poderosas que, al igual que un paso en falso, pueden desequilibrar todo el organismo.

Por otro lado, en la antigua Mesopotamia existen numerosos ejemplos literarios de que el amor “impactaba” especialmente en las rodillas, algo natural si consideramos el temblor que puede embargarnos ante la presencia de la persona amada. Ese efecto en las rodillas también puede relacionarse con la idea de arrodillarse ante el ser querido, una forma de veneración idealizada muy presente en la literatura, que equipara al objeto del amor con una divinidad.

Las emociones en otras culturas antiguas: Egipto y el corazón

No todas las culturas de la antigüedad coincidían en cuanto al lugar del cuerpo donde se concentraban las emociones. Hemos visto cómo el hígado era trascendental para los antiguos mesopotámicos, pero, en el caso de Egipto, su importancia era superada por el órgano por excelencia: el corazón.

En efecto; aunque los antiguos egipcios consideraban el hígado un órgano vital (tras la muerte del individuo, lo envolvían cuidadosamente en lino y lo guardaban en uno de los cuatro vasos canopos), el corazón era el centro de toda emocionalidad humana. Mucho más que eso: era el lugar donde residía el alma y, por tanto, la vida.

El corazón era la única víscera que se mantenía en el cuerpo del difunto, pues era un elemento crucial para el juicio de Osiris en el más allá. En el principal órgano del aparato circulatorio era donde se ubicaba no solo la fuerza vital, sino también el “resumen” de toda la trayectoria del finado por el mundo.

El debate cerebro-corazón

En contraste con esto, el cerebro carecía de importancia para los egipcios. No solo se extraía del cuerpo (con un hierro, a través de las fosas nasales) sino que se desechaba sin más contemplaciones. De hecho, la importancia del órgano cerebral es mucho más tardía. Debemos remontarnos hasta el siglo V a.C., a la Grecia clásica, donde encontramos el primer debate sobre cuál era en realidad el epicentro del alma humana.

El debate cerebro-corazón se extendió durante muchos siglos. Así, mientras pensadores de la talla de Aristóteles defendían la preponderancia del corazón, Hipócrates y sus seguidores se decantaban por el cerebro, donde consideraban que residía el pensamiento. En cualquier caso, estos autores y sus respectivas posturas (cardiocentrismo y encefalocentrismo) inaugurarán una discusión que tendrá sus ecos en los debates entre los médicos árabes, judíos y cristianos de la Edad Media.

El hígado como libro de los dioses

Pero no solo la antigua Mesopotamia consideraba el hígado como algo fundamental del cuerpo humano. En Grecia y Roma (esta última, por herencia de las tradiciones etruscas) el hígado era considerado el libro donde los dioses escribían su voluntad. Así, este órgano no era tanto la sede de la alegría y la felicidad (como sí lo era en Mesopotamia) sino el vehículo a través del cual la divinidad expresaba sus deseos.

Es en Grecia y en Roma donde aparece la hepatoscopia o, lo que es lo mismo, la lectura del hígado para prever el futuro y considerar los buenos y los malos augurios. Tras sacrificar a un animal (habitualmente, un óvido), se examinaba su hígado con el objetivo de leer lo que los dioses querían transmitir a la humanidad. Por ejemplo, la anormalidad de los lóbulos hepáticos era considerado un malísimo augurio.

A pesar de que la adivinación por hepatoscopia tuvo su auge en la antigüedad griega y latina, el primer registro de adivinación a través del hígado lo encontramos en Babilonia; se trata de una reproducción en barro de un hígado de oveja, realizado en el II milenio a.C. y que, probablemente, era utilizada para la enseñanza a futuros sacerdotes.

Conclusiones

El ser humano siempre ha tendido a relacionar sus emociones con los órganos del cuerpo o con las diversas partes de este. De hecho, en muchas corrientes alternativas de medicina se insiste en la relación existente entre cada uno de los órganos con las diversas emociones humanas.

El vínculo entre órgano y emoción ha variado a lo largo de la historia. Si bien existen correspondencias (el corazón, por ejemplo, siempre ha tenido una importancia indiscutible en todas las culturas), existen otras partes cuya relación emocional ha ido cambiando. Es el caso del hígado, que para los antiguos mesopotámicos gozaba de una situación privilegiada como sede de la felicidad y la plenitud y que, sin embargo, para nosotros tiene un significado muy distinto, más bien relacionado con el miedo o la intuición.

El órgano hepático es el único del cuerpo que puede regenerarse. Quizá por ello ha tenido en toda la historia de la humanidad un estatus singular como fuente adivinatoria y vehículo de la voluntad de los dioses.

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  • Carvajal, G., Análisis de textos mesopotámicos en acadio revela cómo experimentaban las emociones: el amor se sentía en las rodillas, en https://www.labrujulaverde.com/, 5 de diciembre de 2024
  • Erill Soto, B., Las culturas mesopotámicas “sentían” el amor en el hígado, y no en el corazón, Historia National Geographic, 18 de diciembre de 2024
  • Konstan, D (2004)., Las emociones en la antigüedad griega, Pensamiento y Cultura, vol. 7, núm. 1
  • Riviera Salazar, J.L (2016), La controversia sobre la sede del alma en la antigüedad. Controversy about the seat of the soul in antiquity, Boletín Científico Sapiens Research, vol. 6, pp. 20

Al citar, reconoces el trabajo original, evitas problemas de plagio y permites a tus lectores acceder a las fuentes originales para obtener más información o verificar datos. Asegúrate siempre de dar crédito a los autores y de citar de forma adecuada.

Sonia Ruz Comas. (2024, diciembre 26). ¿Cómo sentían las emociones nuestros antepasados?. Portal Psicología y Mente. https://psicologiaymente.com/cultura/como-sentian-emociones-nuestros-antepasados

Periodista

Licenciada en Humanidades y Periodismo por la Universitat Internacional de Catalunya y estudiante de especialización en Cultura e Historia Medieval. Autora de numerosos relatos cortos, artículos sobre historia y arte y de una novela histórica.

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