Se hacía llamar Mata-Hari, “el ojo del día” en idioma malayo. Pero, aunque es cierto que la exótica isla de Java (la actual Indonesia) fue el escenario de su primera juventud, Mata-Hari no era oriunda del lugar. Era una jovencita neerlandesa que se había casado pronto, rápido y mal con un militar destinado a la isla. Y fue allí, en las calurosas noches javanesas, donde la muchacha se transformó en bailarina.
Utilizó su erotismo en los escenarios y fuera de ellos para atraer a hombres, especialmente a militares, por los que sentía evidente fascinación. Mata-Hari era una cortesana de lujo, pero ¿era también una espía?
Algunos estudios actuales ponen en tela de juicio este apelativo, pues los cargos que la llevaron a juicio por espionaje y que, en última instancia, la colocaron ante el pelotón de fusilamiento, son confusos y contradictorios. Veamos, pues, qué sucedió realmente.
Breve biografía de Mata-Hari
¿Quién era Mata-Hari? ¿Cuál era su verdadero nombre? ¿Por qué ha pasado a la historia como una de las espías más famosas, cuando en realidad la información que pudo pasar fue escasa y de poca importancia? En este artículo intentaremos desentrañar todos los misterios que atañen al “ojo del día”, la hermosa danzarina javanesa.
Apuntar a lo más alto
El verdadero nombre de Mata-Hari era Margaretha Geertruida Zelle, y había nacido en 1876 en Leewarden, Países Bajos. Su padre, Adam Zelle, era un fabricante de sombreros más bien modesto, pero poseía delirios de grandeza y grandes expectativas para su pequeña. Dicen que el señor Zelle, en su primer día de colegio, hizo entrar a la niña en una carreta tirada por cabritas. Por supuesto, las futuras compañeras de Margaretha se rieron de lo lindo, pero el señor Zelle ya había conseguido lo que quería: que el nombre de su hija estuviera en boca de todos.
En verdad, no hacía falta que Zelle colaborara en la fama de su niña, puesto que Margaretha poseía un magnetismo natural que la hacía sobresalir allí donde fuese. Al entrar en la adolescencia, la belleza de Margaretha empezó a llamar a la atención. Alta, de formas sinuosas, con un espeso pelo azabache y unos grandes ojos negros, la jovencita era pretendida por todos. Incluso por el director de su colegio. No se sabe a ciencia cierta si Margaretha alentó la relación o si, por el contrario, el hombre la acosó sin descanso; pero el hecho es que la joven fue expulsada rodeada de injurias y de polémica.
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La exótica isla de Java
Ese fue su primer escándalo relacionado con un hombre. Le seguirían muchos más. Sin embargo, antes de convertirse en la cortesana que todos conocemos, Margaretha se casó.
En 1895, y posiblemente deseosa de escapar de su familia (su madre había muerto y su padre se había vuelto a casar), Margaretha responde al anuncio de un periódico, en el que un tal Rudolf MacLeod, un militar de 39 años, busca esposa para llevársela con él a la isla de Java, donde ha sido destinado. Tras un breve intercambio de misivas, donde dicen que Margaretha introdujo una fotografía suya para resultar más “convincente”, ambos se casan en Ámsterdam el 11 de julio de 1895. Margaretha tiene 19 años.
El matrimonio y, sobre todo, el traslado a Indonesia serán cruciales en la vida de la joven. Porque es allí, en las noches javanesas, donde Margaretha aprende las danzas tradicionales y, especialmente, los rituales de amor de los nativos, que tanto le servirán para sus futuras conquistas. Puede que, en realidad, lo único que pretendía la holandesa fuera sacudirse el dolor que la muerte de su pequeño hijo Norman-John le había causado. En 1899, sus dos hijos enfermaron gravemente.
Solo la niña se salvó. Una muerte envuelta en un espeso velo de misterio del que todavía hoy no se sabe nada. ¿Había contagiado Margaretha a sus hijos la sífilis que el marido le había pasado previamente a ella? ¿O era verdad la estrambótica historia que corrió de boca en boca, en la que se contaba que una sirvienta nativa había envenenado a los niños en venganza de los malos tratos que había recibido su marido por parte de MacLeod?
Nace Mata-Hari
La muerte del pequeño Norman-John agrava el alcoholismo de Rudolf y cava un hondo abismo entre la pareja. Cuando regresan a los Países Bajos en 1903, ya están separados legalmente; el divorcio se ratifica unos años más tarde.
Rudolf se había quedado con la custodia de Louise Jeanne, la hija superviviente, por lo que no enviaba ninguna pensión a su exesposa. La situación de Margaretha era realmente dramática; impulsada por la necesidad (y no por la lujuria como sostuvieron sus detractores), se vio obligada a vender su cuerpo. Así, empieza a posar para fotografías eróticas y se acuesta con personajes importantes que le costean una cada vez más lujosa existencia. Porque eso sí, parece ser que Margaretha, auténtica hija de su padre, tenía altísimas aspiraciones.
Su espléndida belleza morena y su conocimiento de las danzas javanesas le inspiran la idea definitiva: se hará pasar por Mata-Hari, una enigmática y hermosa princesa de la isla de Java, huérfana de madre y educada, según la biografía que ella misma inventó, en un templo hindú, del que recogió sus sensuales danzas y sus exóticos secretos.
Hoy en día nos parece inverosímil que el público creyera semejantes patrañas, pero tenemos que entender que, a finales del siglo XIX, Oriente ejercía una fascinación casi morbosa en los europeos. Aún más; la extraordinaria represión de la era victoriana provocaba que cualquier exhibición de un cuerpo desnudo o casi desnudo fuera, a la vez, escándalo y éxito. Qué más daba si la joven que danzaba cubierta con telas transparentes, contorsionándose “lascivamente”, era o no javanesa. Se aceptaba cualquier cosa a condición de liberar, por unos instantes, la encorsetada y apremiante libido.
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Tocando el cielo con las manos
El éxito le llegó a Margaretha relativamente tarde; tenía casi 30 años cuando bailó por primera vez ante el público con su nueva identidad. Era el 13 de marzo de 1905; el escenario, el Museo Guimet, propiedad de Émile Étienne Guimet. A partir de entonces, su fama como bailarina exótica no hizo sino crecer.
Las perfomances de la supuesta princesa javanesa satisfacían el apetito sexual reprimido de la sociedad de fin de siglo. Abruptos movimientos de caderas, posiciones imposibles y, sobre todo, unas finas gasas que cubrían sutilmente su cuerpo, de las que Mata-Hari se iba deshaciendo a medida que avanzaba el baile.
Dicen que llegaba a quedarse totalmente desnuda, aunque otros aseguran que un maillot del mismo color que su piel le cubría el cuerpo. Lo que sí es cierto es que Margaretha siempre se negó a mostrar sus pechos, que cubría con una especie de sujetador de piedras preciosas; no queda claro si por complejo (los tenía muy pequeños) o por la supuesta cicatriz que le había dejado su marido en un ataque de ira.
Poco a poco, además de las salas de espectáculos y los salones privados, se iban abriendo para Mata-Hari las habitaciones de los peces gordos de la sociedad. La holandesa empezó a llevar un tren de vida desorbitado, costeado por sus cada vez más numerosos y poderosos amantes.
Jugando a ser espía
La mayor desgracia en la vida de Margaretha fue, probablemente, el estallido de la Primera Guerra Mundial. Entre la (larga) lista de amantes de Mata-Hari se encontraban militares de diversas nacionalidades, lo que podía ser un auténtico contratiempo para su seguridad.
A partir de aquí, la información que poseemos de Margaretha se retuerce y se adentra en recovecos en los que se mezclan la verdad, la leyenda y la mentira. Se ha comentado que se convirtió en espía para Francia solo para tener la garantía de acercarse al frente de batalla para ver al que, según ella, era el gran amor de su vida, el piloto ruso Vadim Maslov, que servía en las fuerzas francesas. Según estas fuentes, entre las que se encuentran los historiadores Norman Polmer y Thomas Allen, el Deuxième Bureau, o sea, el servicio secreto francés, le garantizó poder visitar a su amante en el hospital de campaña si accedía a pasarles información.
Al parecer, cuando Francia contrató a Mata-Hari como espía, esta ya trabajaba para los enemigos alemanes, lo que significa que, durante un tiempo, fue una agente doble. Parece ser que, durante su estancia en Madrid (capital de una España neutral, por donde pululaban espías de todas las nacionalidades), Mata-Hari mantuvo conversaciones con el agregado militar alemán, Arnold Kalle, hecho que se esgrimió en su posterior juicio para probar que había pasado información francesa a los alemanes. Esto nunca se ha podido verificar, e incluso puede ser que las reuniones de Mata-Hari con Kalle fueran, estrictamente, para sonsacar información útil para Francia.
Un sonado (e irregular) juicio
A principios de 1917, los franceses captan un mensaje encriptado alemán a través de su central de radio situada en la cima de la Torre Eiffel. En el mensaje, Kalle habla del espía H-21, que estaría trabajando para Alemania. Todas las características coinciden con Mata-Hari, por lo que los servicios secretos franceses no tienen duda: Margaretha está jugando a dos bandos.
El 13 de febrero la bailarina es arrestada en su habitación del hotel Elysee Palace de París, bajo cargos de espionaje para el enemigo. Parece ser que, para apoyar la acusación, las personas que registraron la habitación declararon haber encontrado sustancias que permitían la fabricación de tinta invisible. Sin embargo, todo apunta a que dichas sustancias no eran otra cosa que el mercurio que Mata-Hari usaba para tratar las úlceras que la sífilis le había dejado.
El juicio estuvo lleno de irregularidades. Las pruebas que se presentaron no fueron concluyentes, y ella declaró en todo momento haber permanecido fiel a Francia. Famosa es la frase que dicen que gritó durante la sesión: “¿Ramera? Sí. ¿Traidora? ¡Nunca!”. Por otro lado, su abogado defensor no tenía experiencia en juicios militares y realizó una pobre intervención. Mata-Hari estaba condenada de antemano.
La sentencia fue la pena capital por fusilamiento, que se ratificó en el amanecer del día 15 de octubre de 1917. Mata-Hari apareció pulcra y elegantemente vestida, y los testigos oculares afirman que, antes de caer bajo las balas, lanzó un beso al pelotón.
¿Fue Mata-Hari realmente una espía? Posiblemente sí que pasó cierta información a los franceses, información que todas las fuentes apuntan a que era de escasa o nula importancia para el desarrollo de la guerra. Ahora bien, no está probado que Mata-Hari trabajara para Alemania. De ser así, todo habría sido una treta urdida por los alemanes para quitársela de encima. Para respaldar esta teoría está el hecho de que, cuando enviaron el telegrama, los alemanes sabían perfectamente que los franceses habían desencriptado desde hacía meses su código, por lo que era evidente que el mensaje supuestamente “cifrado” sería leído por el enemigo. ¿Lo enviaron a propósito?
Pero, de ser así, ¿por qué deseaban que Mata-Hari desapareciera? Algunas teorías apuntan incluso a que el mensaje en cuestión estuvo amañado por el propio servicio secreto francés, comandado por un tal George Ladoux… y que el juicio y la posterior ejecución de Mata-Hari habría servido, simplemente, como maniobra para levantar la moral de los hastiados franceses.
Sea como fuere, Margaretha Geertrudia Zelle ha pasado a la historia como una auténtica femme fatale y una talentosa espía. Y probablemente, ninguna de las dos cosas sea verdad. O, al menos, no del todo.