Así es como los pensamientos intrusivos dan paso a la ansiedad

Veamos de qué manera se genera la ansiedad facilitada por los pensamientos intrusivos.

Así es como los pensamientos intrusivos dan paso a la ansiedad

La mala gestión de la ansiedad es uno de los problemas más habituales tanto entre quienes acuden a psicoterapia como en la población general. Este fenómeno psicológico degenera en psicopatologías con bastante frecuencia, pero incluso cuando no llega a constituir un trastorno, puede llegar a causar una cantidad significativa de malestar en el día a día.

Uno de los motivos por los que estos desajustes psicológicos asociados a la ansiedad es que esta puede estar desencadenada por factores variados que se dan mucho en todo tipo de personas: inseguridades y problemas de autoestima ante un proyecto o un contexto social, sobrecarga de trabajo, problemas de pareja, consumo de drogas, etc. En este artículo veremos en qué consiste uno de esos elementos causantes de ansiedad: la rumiación basada en los pensamientos intrusivos.

¿Qué es la rumiación psicológica?

La rumiación psicológica es un círculo vicioso en el cual nuestra mente está sujeta a un ir y venir casi constante de pensamientos intrusivos que nos perturban y nos generan malestar.

Es un fenómeno muy habitual que le ocurre a prácticamente todo el mundo en varios momentos de la vida: esa molesta sensación de no poder quitarse un**** pensamiento o una imagen de la cabeza, siendo este contenido mental algo que nos hace sentir mal: un recuerdo sobre algo que hicimos y de lo que nos avergonzamos, una suposición acerca de lo mal que hemos quedado ante alguien, un pronóstico sobre lo mal que nos irá un examen importante, etc.

Así, la rumiación psicológica funciona de manera cíclica en base a pensamientos intrusivos (llamados así porque se entrometen en nuestra consciencia a pesar de que no los queramos atraer hacia ella) y va haciendo que cada vez seamos más vulnerables ante estos, porque nos vamos desesperando cada vez más al ver que no somos capaces de desprendernos de ellos.

Mediante un efecto paradójico, el propio temor a sufrir de nuevo a causa de los pensamientos intrusivos los atrae hacia nuestra consciencia, y eso nos instala en la sensación de que hagamos lo que hagamos nos sentiremos mal y estaremos distraídos con nuestros propios pensamientos, cuya carga emocional desagradable hará que nos cueste concentrarnos en hacer cosas para mejorar nuestra situación.

¿Cómo se pasa de los pensamientos intrusivos a los problemas de ansiedad?

Teniendo en cuenta lo que hemos visto hasta ahora acerca de los pensamientos intrusivos y la rumiación psicológica, no sorprende que estos sean una causa de ansiedad. Este ciclo de sentimientos e imágenes mentales que nos molestan o incluso nos duelen emocionalmente van deteriorando nuestro estado de ánimo y nos predisponen a entrar en un estado de alerta para intentar tomar el control de lo que entra y sale de nuestra propia consciencia, sin conseguirlo.

Sin embargo, también es verdad que la rumiación y los pensamientos intrusivos son tanto causas de ansiedad como consecuencias de esta. Cuando empezamos a sentirnos ansiosos, es más fácil que lo interpretemos todo desde un punto de vista pesimista, y que dirijamos nuestra memoria hacia aquello que puede darnos motivos para preocuparnos.

Por otro lado, hay varios aspectos de los pensamientos intrusivos que los vinculan a la ansiedad. Son los siguientes.

1. Tienen un componente evitativo

La rumiación está muy relacionada con la preocupación, pero al ser un fenómeno cíclico, nos paraliza. Esto ocurre porque dirige nuestra atención hacia nuestra propia mente, y no tanto hacia la búsqueda de soluciones.

Por eso suele decirse que tiene un componente evitativo: el hecho de dirigir la atención hacia esos pensamientos intrusivos es una manera de auto-sabotearnos.

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2. Nos llevan a buscar distracciones

Para intentar disipar el malestar generado por los pensamientos intrusivos, es habitual que cedamos ante impulsos que nos prometen sensaciones agradables instantáneas con capacidad para distraernos: comer a pesar de no tener hambre, navegar por las actualizaciones de nuestras redes sociales, ver vídeos en Internet, etc.

Esta clase de supuestos remedios tan solo aportan soluciones a muy corto plazo, y con el tiempo, aprendemos a asociarlas a la ansiedad, de manera que el propio acto de realizarlas o de pensar en ellas puede traer a nuestra mente los pensamientos intrusivos.

3. La pérdida de tiempo nos hace sentirnos más ansiosos

Debido a lo anterior, perdemos el tiempo y notamos que cada vez estamos en una peor situación a la hora de hacer algo para solucionar lo que nos preocupa o lo que nos hace sentir mal (por ejemplo, vamos dejando que pasen los días sin estudiar para un examen, porque el hecho de pensar siempre en este y en el problema que supone nos agota emocionalmente y no nos quedan fuerzas para dedicarle más tiempo a eso).

4. El malestar sostenido durante todo ese tiempo daña nuestra salud mental

Finalmente, no podemos olvidar que el simple hecho de haber estado un tiempo considerable dándole vueltas a cosas que nos hacen sentir mal es algo que e por sí hace que nuestro sistema nervioso esté activado, dado que notamos que tenemos un problema que debemos solucionar cuanto antes. Esto significa tener aún más ansiedad, producida por la propia ansiedad.

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Referencias bibliográficas:

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