Septiembre trae consigo un ritmo distinto, un pulso nuevo que nos recuerda los ciclos de la vida. Para los niños, la vuelta al cole no es solo un regreso a la rutina, es un encuentro con lo nuevo, con los compañeros, con la sensación de crecer un poco más cada día. Para los padres, puede ser un despertar a la organización, al tiempo que se nos escapa, a las emociones que sentimos cuando vemos que nuestros hijos se enfrentan al mundo sin nuestra mano cerca.
Es fácil perderse en la ansiedad que genera la logística, los horarios, la preparación del día, y olvidar que este momento es también un espacio para observar, acompañar y conectar. No necesitamos tener todas las respuestas ni soluciones perfectas. Lo que realmente importa es estar presentes, permitirnos sentir lo que sentimos y, desde esa presencia, sostener a nuestros hijos mientras atraviesan sus propias emociones.
Claves para ayudar a tus hijos en la vuelta al cole
El regreso a clases puede ser un espejo: nos muestra lo que sentimos, nos invita a reconocer nuestra ansiedad, nuestra impaciencia, nuestro miedo a que los hijos enfrenten el mundo sin nosotros. Al aceptar nuestra vulnerabilidad, y atención porque no se trata de desbordarnos delante de ellos, sino de mostrarles que también sentimos y, sobre todas las cosas, cómo elegimos gestionarlo. Así abrimos un espacio donde los niños aprenden que las emociones son naturales, y que con calma y presencia pueden ser habitadas de manera segura
1. Los niños reflejan el estado emocional de los padres
Los niños son maestros silenciosos: perciben con delicadeza cómo nos sentimos y lo reflejan en sus propios cuerpos y gestos. Un niño que capta nuestra calma, nuestra paciencia, se siente sostenido; uno que percibe tensión, nerviosismo o angustia puede llenarse de las mismas emociones que nosotros intentamos contener.
Tips prácticos para acompañarnos y acompañarlos:
- Antes de salir, respira profundamente y observa cómo estás. Incluso un momento breve de atención plena hace la diferencia.
- Habla desde la verdad y la sencillez: “Hoy será un día largo, y sé que puede costarnos separarnos, pero vamos a poder hacerlo juntos”.
- Mantén el contacto físico, una caricia, un abrazo, la mano que acompaña al salir: transmite seguridad más que las palabras.
Estos pequeños gestos crean un anclaje emocional que los niños llevan consigo durante el día, recordándoles que están acompañados, aunque físicamente no estemos a su lado.
2. Validación emocional en lugar de minimizar
Es tentador tratar de calmar rápidamente el miedo o la tristeza con frases que buscan “arreglar” la emoción, pero los niños necesitan ser escuchados, reconocidos y aceptados tal como están en ese instante. Validar no significa que debemos solucionar todo; significa estar presentes con su mundo interno, acoger sus miedos, sus nervios y su alegría con respeto.
Ejemplos que marcan la diferencia:
- “Veo que te sientes nervioso; es normal sentirse así cuando algo es nuevo”.
- “Es normal que tengas miedo, yo también a veces lo siento”.
- “Gracias por compartir cómo te sientes; me importa escucharte”.
La validación enseña a los niños que las emociones son experiencias legítimas, y que su mundo interno merece atención. Les permite crecer con confianza, sabiendo que pueden expresar lo que sienten sin miedo a ser juzgados.
3. Rutinas como sostén emocional
Más que un “cómo hacerlo”, aquí lo que importa es sentir la seguridad que las rutinas pueden ofrecer. Los rituales cotidianos —despertarse juntos, preparar la mochila, desayunar con calma— se convierten en un espacio sagrado donde la vida se ordena y el cuerpo respira. Las rutinas nos enseñan que el tiempo fluye y que hay momentos que se repiten, ofreciendo refugio emocional en medio del movimiento.
Se trata de experimentar la belleza de lo cotidiano, de reconocer que en esos pequeños instantes de preparación compartida hay aprendizaje, vínculo y presencia. No es solo disciplina: es un abrazo silencioso que sostiene al niño y al adulto por igual.
4. El espejo emocional: cuidar nuestras propias emociones
Acompañar a nuestros hijos también es mirarnos a nosotros mismos. Cuando sentimos ansiedad, prisa o desbordo, los niños lo perciben y lo integran en su propio mundo interno. Cultivar la conciencia de nuestras emociones y elegir cómo responder a ellas nos permite ofrecer un espacio de contención auténtico.
No se trata de ser perfectos, sino de ser humanos y presentes. Reconocer nuestra fatiga, nuestra alegría, nuestra inquietud, y mostrarnos capaces de gestionarlas con amabilidad es el regalo más grande que podemos darles. Al cuidar de nuestro mundo interno, les enseñamos sin palabras que las emociones pueden sentirse, atravesarse y transformarse de manera segura.
Conclusión: acompañar desde la calma
La vuelta al cole no es solo un desafío logístico; es un espacio para aprender sobre nosotros mismos y sobre nuestros hijos. Acompañarlos no significa eliminar su ansiedad, sino crear un espacio seguro donde puedan sentir, explorar y crecer.

Georgina Hudson
Georgina Hudson
Terapeuta Transpersonal, Coach Vida Y Estrategia, Coach Transformacional
Escuchar, validar, sostener desde la calma y cuidar nuestras propias emociones es lo que realmente marca la diferencia. En cada abrazo, en cada frase de reconocimiento, en cada minuto de presencia consciente, les mostramos que aunque el mundo pueda ser desafiante, siempre hay un refugio de atención, amor y seguridad.
No necesitamos tener todas las respuestas; solo necesitamos estar junto a nuestros hijos, con conciencia y ternura, permitiendo que este regreso al cole se convierta en un momento de conexión profunda y aprendizaje compartido.


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