La cocaína es una de las drogas estimulantes más consumidas a nivel mundial y una de las principales causas de tratamiento por trastornos por uso de sustancias en Europa (EMCDDA, 2024). Su elevado potencial adictivo se explica por su potente acción sobre el sistema de recompensa cerebral, el cual regula funciones esenciales como el placer, la motivación y la toma de decisiones. Comprender cómo la cocaína altera este sistema resulta clave para abordar los mecanismos neurobiológicos de la adicción y diseñar estrategias terapéuticas eficaces.
¿Cómo actúa la cocaína en el cerebro?
La cocaína afecta directamente al sistema nervioso central al bloquear la recaptación de neurotransmisores como la dopamina, la serotonina y la noradrenalina en las sinapsis neuronales (Volkow & Morales, 2022). En particular, su acción sobre la dopamina —el neurotransmisor del placer— provoca una liberación masiva en el núcleo accumbens, una región central del sistema de recompensa.
Este aumento artificial de dopamina genera una intensa sensación de euforia y bienestar. Sin embargo, con el consumo repetido, el cerebro se adapta reduciendo la producción natural de dopamina y disminuyendo la sensibilidad de sus receptores. Esta alteración da lugar a un estado de anhedonia (incapacidad para experimentar placer) en ausencia de la droga, lo que refuerza el deseo compulsivo de seguir consumiendo (Volkow & Morales, 2015).
Además del núcleo accumbens, la cocaína afecta otras regiones clave del cerebro, como la corteza prefrontal, encargada del juicio, la planificación y el control de impulsos. El deterioro en esta área se traduce en dificultades para tomar decisiones racionales, evaluar consecuencias y resistir la urgencia del consumo (Koob & Volkow, 2016). Esta disfunción ejecutiva es una de las razones por las que muchas personas con adicción siguen usando cocaína a pesar de conocer sus consecuencias negativas.
Efectos a corto plazo
El consumo de cocaína produce una serie de efectos inmediatos tanto a nivel psicológico como físico. Entre los más frecuentes se encuentran la euforia, el aumento de la energía, la reducción del apetito, la sensación de alerta y una mayor sociabilidad. Sin embargo, también puede provocar efectos adversos agudos como ansiedad, irritabilidad, paranoia, insomnio, taquicardia, hipertensión e incluso arritmias o convulsiones (NIDA, 2023; UNODC, 2023).
Consecuencias a largo plazo
El uso continuado de cocaína se asocia con una amplia gama de complicaciones médicas y psicológicas. En el ámbito físico, puede causar daño cardiovascular (infartos, accidentes cerebrovasculares), alteraciones respiratorias y problemas neurológicos. A nivel psicológico, se relaciona con trastornos de ansiedad, depresión, psicosis inducida por sustancias y un marcado deterioro cognitivo (APA, 2022).
La dependencia de la cocaína se caracteriza por la aparición de tolerancia —necesidad de consumir dosis cada vez mayores para obtener los mismos efectos— y por la presencia de un fuerte craving o deseo intenso de consumo, lo que dificulta el abandono sin ayuda profesional (NIDA, 2023).
Implicaciones para el tratamiento
Actualmente, no existen fármacos aprobados específicamente para el tratamiento de la dependencia de cocaína. No obstante, diversas intervenciones psicológicas han demostrado eficacia. La terapia cognitivo-conductual, los programas de prevención de recaídas y las terapias motivacionales son pilares fundamentales del tratamiento. Estas intervenciones buscan restaurar el equilibrio del sistema de recompensa, promover nuevas fuentes de placer saludable y fortalecer el autocontrol (APA, 2022).
El acompañamiento psicosocial y la participación en grupos de apoyo también desempeñan un papel clave en el proceso de recuperación, especialmente al abordar aspectos como la reinserción social, el manejo del estrés y la prevención de recaídas.
La cocaína actúa como un potente secuestrador del sistema de recompensa cerebral, alterando profundamente la capacidad de experimentar placer, controlar impulsos y tomar decisiones. Esta comprensión neurobiológica no solo ayuda a explicar la naturaleza compulsiva de la adicción, sino que también destaca la importancia de enfoques terapéuticos integrales. Aunque el camino hacia la recuperación puede ser largo y desafiante, la evidencia demuestra que es posible revertir parcialmente estas alteraciones con apoyo profesional, promoviendo una vida plena sin consumo.


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