El hachís es una sustancia derivada del cannabis que ha sido consumida e ingerida durante muchos años por distintas culturas. En las últimas décadas, su uso recreativo o “medicinal” se ha popularizado en muchos sectores de la población, especialmente entre los jóvenes.
Con frecuencia, se habla de sus efectos momentáneamente placenteros, ya sea a través de la relajación o la euforia, pero rara vez se profundiza sobre los riesgos reales que puede generar cuando se convierte en una práctica habitual. En el hachís, al ser una sustancia tan popular y accesible, a menudo sus riesgos son infravalorados o minimizados, lo que puede llevar a subestimar sus consecuencias.
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Una sustancia más potente de lo que parece
El hachís es un producto que concentra niveles mucho más altos de tetrahidrocannabinol (THC) que la marihuana, por ejemplo. Esto se traduce en efectos mucho más potentes, lo que, a su vez, aumenta los riesgos que genera su consumo.
Además, dentro del mercado ilegal, donde se adquiere esta sustancia, el hachís suele ser adulterado con otros compuestos como aceites, plásticos o incluso productos derivados del petróleo, lo que eleva aún más los riesgos para la salud.
Cuando se fuma, el hachís se consume sin filtro, lo que retiene el humo en los pulmones durante más tiempo. Esta práctica aumenta la absorción de las sustancias tóxicas, lo que produce mayores probabilidades de desarrollar enfermedades bronco-pulmonares, como bronquitis crónica, enfisema pulmonar o incluso ciertos tipos de cáncer.
Efectos inmediatos y a corto plazo
Entre sus consumidores, hay quienes encuentran en el hachís una forma de relajación, ya sea para evadir cualquier fuente de estrés o ansiedad por algunas horas.
Independientemente de lo que motive el consumo, es importante tener en cuenta los efectos a corto y largo plazo del consumo de esta sustancia.
A corto plazo, los efectos del consumo pueden ser:
- Sensación de relajación y bienestar.
- Alteración de los sentidos y del tiempo.
- Mayor desinhibición y capacidad de sociabilidad.
Sin embargo, estos efectos placenteros pueden venir acompañados de otros menos agradables, como:
- Pérdida de la coordinación.
- Dificultades para concentrarse y retener información.
- Ansiedad, ataques de pánico y alteración de la presión arterial.
- Pérdida de la líbido sexual.
El consumo de hachís puede generar un alto impacto en la capacidad de reacción y en la toma de decisiones, siendo este uno de los aspectos que más preocupa. Por ejemplo, conducir bajo los efectos del hachís, aumenta el riesgo significativo de sufrir un accidente, especialmente si se combina con alcohol.
Efectos a largo plazo
El consumo continuo y prolongado de hachís deriva en alteraciones de la memoria, la concentración y la capacidad de aprendizaje. Estos efectos tienen mayores consecuencias en personas jóvenes, cuyo cerebro aún está en desarrollo. Estudios recientes demuestran que quienes comienzan a consumir cannabis en la adolescencia tienen mayor riesgo de sufrir deterioro cognitivo en la adultez.
Para un joven que esté cursando estudios académicos, esto se traduce en menor rendimiento, dificultades para planificar y realizar tareas y una mayor posibilidad de deserción escolar. En adultos, con responsabilidades laborales, un consumidor puede experimentar falta de motivación y dificultades para mantener el enfoque en el trabajo.
Impacto en la salud mental
Aunque este efecto suele subestimarse, existe relación entre el consumo de hachís y el desarrollo de trastornos mentales. Esto no quiere decir que todas las personas que consumen corran el riesgo de desarrollar problemas psicológicos, pero hay estudios que demuestran que el consumo frecuente aumenta el riesgo de padecer:
- Ansiedad y depresión.
- Trastornos de la personalidad.
- Psicosis y esquizofrenia (especialmente en personas genéticamente predispuestas).
Esto se debe a que el hachís infiere en el sistema de recompensa del cerebro, ya que altera la producción de dopamina y otros neurotransmisores esenciales para la estabilidad emocional. Esto, a su vez, puede generar apatía y desmotivación. En casos de mayor gravedad, el consumo prolongado puede desencadenar episodios psicóticos, que incluyen alucinaciones, delirios y pérdida del contacto con la realidad. Las personas con antecedentes familiares de trastornos mentales o con síntomas previos al consumo prolongado, son más propensas a padecer estos efectos.
La trampa de la adicción
Es común escuchar afirmaciones como “el consumo de hachís no genera dependencia”, pero las estadísticas revelan que aproximadamente el 9% de quienes consumen marihuana (y algunos derivados) de forma habitual desarrollan adicción. En España, por ejemplo, se estima que el consumo de hachís empieza a la edad precoz de los 14 años.
Los signos de dependencia incluyen:
- Necesidad constante de consumir y dificultad para reducir o dejar el consumo. * Pérdida de interés en actividades que antes resultaban gratificantes. * Problemas en la vida cotidiana, como bajo rendimiento escolar o laboral. * Síntomas de abstinencia como irritabilidad, insomnio, ansiedad y cambios en el apetito.
El problema de la adicción al hachís es que suele desarrollarse de manera silenciosa. Hay quienes no se dan cuenta de que han perdido el control hasta que su patrón de consumo empieza a afectar de forma significativa su vida personal y profesional.
¿Hay un uso medicinal comprobable?
Algunas fuentes atribuyen al hachís beneficios terapéuticos. Aunque es verdad que existen estudios sobre el uso medicinal del cannabis y sus derivados, también hay investigaciones importantes en cuanto los efectos secundarios de fumar de forma habitual, especialmente en menores de edad o incluso en mujeres embarazadas.
No es poca cosa cómo el consumo en adolescentes puede afectar el desarrollo del cerebro, lo que genera efectos graves como la reducción de la capacidad de aprendizaje y el aumento del riesgo de desarrollar trastornos mentales. En mujeres embarazadas, el THC atraviesa la placenta y puede afectar el desarrollo neurológico del bebé, aumentando el riesgo de problemas cognitivos a largo plazo.
¿Cómo actuar si el consumo se vuelve un problema?
Buscar apoyo profesional a tiempo puede evitar que el problema se agrave. Un aspecto importante a tomar en cuenta es, más allá de consumir o no, es estar informado sobre lo que se consume y con cuánta frecuencia se hace. Si las sustancias o la frecuencia se han salido de control, algunas estrategias recomendadas incluyen:
- Hablar abiertamente con un profesional de la salud, como un psicólogo o psiquiatra especializado en adicciones.
- Realizar psicoterapias, como terapia sistémica, terapia cognitivo-conductual y grupos de ayuda.
- Identificar los factores desencadenantes del consumo y buscar alternativas saludables para afrontarlos.
- Rodearse de un entorno de apoyo que facilite la reducción o el abandono del consumo.
Si tú o sabes de alguien cercano tiene dificultades con el consumo de hachís, es importante saber que existe una forma de retomar el control sobre las propias decisiones.

Blanca Ruiz Múzquiz
Blanca Ruiz Múzquiz
Psicoterapeuta de Familia y Pareja
Tú tienes la última palabra
El debate sobre el consumo de hachís sigue abierto en muchas sociedades, y es fundamental que cada persona tenga acceso a información clara y veraz al momento de tomar decisiones responsables.
El hachís no es una sustancia inofensiva. Sus efectos van más allá de la sensación de relajación y pueden afectar seriamente la salud física y mental, especialmente en consumidores jóvenes y habituales.
Si bien cada persona es libre de tomar decisiones, es esencial que cada elección se haga con pleno conocimiento de sus consecuencias. Y si el consumo se convierte en un problema, nunca es tarde para pedir ayuda.
Lo importante está en tener acceso a información, la prevención y el apoyo para quienes lo necesiten.