Entrevista a Vanesa Fernández Ungria: ¿Realmente queremos pareja o solo no queremos estar solos?

Exploramos por qué buscamos pareja: ¿amor auténtico o miedo a la soledad?

Entrevista a Vanesa Fernández Ungria

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En nuestra cultura, la idea de estar en pareja está idealizada y casi naturalizada como sinónimo de felicidad. Pero, ¿qué pasa cuando el deseo de tener pareja nace más del miedo a la soledad que del amor verdadero?

Charlando con Vanesa Fernández Ungria

En esta entrevista con la psicóloga Vanesa Fernández Ungria, abordamos las diferencias entre buscar compañía para compartir o para evitar el vacío, cómo la presión social influye en nuestras decisiones y qué pasos podemos dar para disfrutar de la soledad sin sentirnos incompletos. Una reflexión necesaria para comprender nuestras relaciones y fortalecer nuestra conexión interna.

¿Qué diferencia existe entre desear una pareja por amor y desearla por miedo a la soledad?

Una nace del deseo y la otra del vacío. Cuando deseamos una pareja por amor, lo hacemos desde un lugar de abundancia emocional: queremos compartir, construir, sumar. Pero cuando lo hacemos por miedo a la soledad, buscamos que alguien llene nuestros silencios incómodos, nos distraiga del espejo o nos salve de nuestro propio aburrimiento existencial.

Una pareja no es una tirita emocional, ni un podcast en bucle que evite que escuchemos nuestros propios pensamientos.

¿Por qué duelen tanto los vínculos que nunca llegaron a ser nada? ¿Es porque tendemos a romantizar las oportunidades que dejamos pasar?

Exacto. Los "casi algo" duelen porque nunca se chocaron contra la realidad. Son pura proyección: el otro idealizado, el futuro imaginado, las posibilidades infinitas. Es como un tráiler buenísimo de una película que nunca se estrena: te quedas con las ganas, con la historia perfecta en tu cabeza, sin decepciones… ni cierres. Y el cerebro no sabe cerrar lo que nunca empezó oficialmente.

Según tu experiencia como psicóloga, ¿cuáles son las señales internas que podrían indicarnos que estamos buscando pareja solo para no sentirnos solos?

Una de las señales más claras es esa sensación de urgencia emocional. Como si estar soltera/o fuera un estado incómodo que hay que resolver cuanto antes, en lugar de un espacio valioso de conexión contigo misma/o. A menudo esto viene acompañado de un diálogo interno tipo: “Con lo que soy, ¿cómo puede ser que nadie me quiera?” o “¿Qué estoy haciendo mal para estar sola/o?”.

En el fondo, más que buscar un vínculo auténtico, se busca una especie de salvavidas afectivo. Una validación externa que calme la herida interna.

Otra señal es cuando idealizas a alguien demasiado rápido, sin apenas conocerle. Te aferras más al proyecto que a la persona real. Porque lo que necesitas no es una historia de amor, sino dejar de sentir el hueco.

También lo notas si, estando en pareja, sigues sintiéndote sola… pero al menos “acompañada”. Es la paradoja del miedo a la soledad: te empuja a buscar compañía incluso si esa compañía te desconecta de ti misma.

¿Qué papel juega la presión social y los aspectos culturales en la idea de que “necesitamos” estar en pareja para ser felices?

Gigantesco. Desde pequeños nos venden la historia de que hay un “final feliz” que incluye dos personas, casa con perro y domingos de brunch. Ser pareja está en todas partes: en los cuentos, en las series, en las canciones… hasta los yogures vienen de dos en dos. La soltería sigue viéndose como un “mientras tanto”, cuando en realidad puede ser una elección, un espacio fértil de autoconocimiento y libertad.

¿Cómo afecta el discurso de “la media naranja” a la percepción que tenemos sobre la soltería y el amor?

Es una trampa. Te hace sentir que estás incompleto y que solo serás feliz cuando encuentres a “la persona que te complete”. Es decir: en vez de buscar a alguien con quien compartir tu vida, te pasas años buscando a alguien que te “arregle”.

La buena noticia: no somos medias naranjas. Somos frutas enteras, con pepitas y todo. Si alguien viene, genial. Pero no para completarnos, sino para hacernos zumo juntos (o lo que surja).

¿Qué riesgos emocionales existen cuando entramos en una relación solo por miedo a estar solos?

El principal riesgo es que te pierdas a ti misma/o intentando retener a alguien que nunca estuvo realmente contigo. Si entras en una relación desde la necesidad, no estás eligiendo: estás sobreviviendo emocionalmente. Y en ese estado, es fácil tolerar dinámicas desequilibradas, relaciones frías, incluso vínculos dañinos… todo con tal de no volver al silencio.

Además, ese tipo de relaciones suelen tener un "falso alivio". Al principio todo parece calmarse, pero con el tiempo la sensación de soledad reaparece, esta vez más cruda: estás con alguien, pero sigues sintiéndote sola/o. Y eso puede ser más doloroso que estar sola/o de verdad.

También corres el riesgo de confundir el apego con el amor. Sentir que necesitas al otro no significa necesariamente que lo ames; muchas veces significa que temes lo que sentirás si se va. Y eso no es un vínculo libre, es una prisión compartida.

¿Qué pasos podemos dar para aprender a disfrutar de la soledad sin sentirnos vacíos?

Primero, es importante entender que la soledad no es lo mismo que el vacío. Estar sola puede ser una experiencia de conexión contigo misma, mientras que sentirse vacía es la desconexión profunda con quién eres y qué necesitas.

Muchas veces, tememos la soledad no por lo que es, sino por lo que proyectamos en ella: abandono, fracaso, invisibilidad, rechazo. Por eso, el primer paso es dejar de huir de esos significados aprendidos y empezar a resignificar lo que implica estar sola. Estar sola no es estar incompleta: es estar contigo. Y eso, bien cultivado, puede ser fuente de mucha paz.

Haz cosas sola/o: pasea, viaja, ve al cine, sal a cenar. Al principio puede haber incomodidad o vergüenza (por el qué dirán), pero poco a poco notarás que te estás volviendo tu mejor compañía. Haz cosas por ti y para ti, no para llenar un vacío, sino para cultivar presencia.

Silenciar el ruido externo —redes, validación constante, relaciones parches— permite escuchar lo que realmente necesitas. ¿Qué te emociona? ¿Qué te inquieta? ¿Qué tipo de vida quieres construir, más allá de si hay alguien a tu lado? La soledad es como una habitación silenciosa: al principio asusta, pero luego puedes oírte con claridad.

Si estar sola/o activa pensamientos como “nadie me quiere” o “algo va mal en mí”, no es la soledad lo que duele, sino la historia que te estás contando. Ahí es donde entra el trabajo terapéutico, la autocompasión y el desarrollo del yo observador: aprender a mirarte con ternura, a comprenderte más allá del juicio.

Disfrutar de la soledad no significa aislarse. El ser humano necesita conexión, pero no exclusivamente romántica. Fortalece amistades, vínculos familiares elegidos, comunidades. Estar sola no significa estar desconectada.

Muchas personas descubren que, cuando no están en modo “búsqueda de pareja”, florecen partes de sí mismas que habían quedado dormidas. ¿Qué te mueve? ¿Qué te ilusiona? Recuperar esos hilos internos le da sentido a tu vida más allá del amor romántico.

A veces, el aprendizaje más profundo es sostener ese hueco emocional sin buscar taparlo rápido. Mirarlo de frente. Escucharlo. Y preguntarte: ¿Qué parte de mí necesita cuidado? Esa parte no necesita una pareja. Necesita tu presencia. Porque al final, si no disfrutas de tu propia compañía… ¿cómo vas a invitar a alguien más a compartirla?

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Psicología y Mente. (2025, julio 9). Entrevista a Vanesa Fernández Ungria: ¿Realmente queremos pareja o solo no queremos estar solos?. Portal Psicología y Mente. https://psicologiaymente.com/entrevistas/entrevista-vanesa-fernandez-ungria

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