Mi hijo es egoísta, no quiere compartir sus juguetes

Estrategias de crianza para favorecer que los niños aprendan a ceder y a compartir.

Mi hijo es egoísta, no quiere compartir sus juguetes
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Es muy habitual ver a niños y niñas en sus primeros años de vida con dificultades para compartir sus juguetes con otros niños cuando, por ejemplo, están en el parque. Esto es algo que preocupa a gran parte de padres y madres puesto que lo interpretan como egoísmo.

Si queremos que nuestros hijos e hijas sean amables, generosos y empáticos con los demás al crecer, ver qué no comparten sus juguetes puede llegar a preocuparnos. Hay familias que viven este tipo de situaciones con vergüenza y culpa y se preguntan constantemente si están haciendo algo mal en la forma de criar a sus hijos.

Una vez más, la ciencia nos permite comprender los diferentes hitos evolutivos y nos aporta tranquilidad. Compartir no es una habilidad innata, sino que se aprende con el tiempo y mucha práctica (además del acompañamiento adecuado). A lo largo de este artículo te lo explicamos y aportamos algunas ideas que pueden ayudarte.

¿Realmente es egoísmo?

La respuesta es corta y fácil: no. No es egoísmo. La RAE define el egoísmo como el "inmoderado y excesivo amor a sí mismo, que hace atender desmedidamente al propio interés, sin cuidarse del de los demás". En otras palabras, podríamos decir que es el hecho de anteponer sistemáticamente las necesidades y deseos propios —muchas veces de forma consciente— por encima y por delante de los demás.

Teniendo esto en cuenta, podemos afirmar que los niños y las niñas no son egoístas por dos motivos. En primer lugar, porque no existe la intención. En segundo lugar, el cerebro infantil está en desarrollo y, por lo tanto, la capacidad de reconocer y responder a las necesidades de los demás todavía está madurando.

Según la propuesta teórica de Jean Piaget, los niños tienen un pensamiento egocéntrico. Esto quiere decir que entre los 2 y los 7 años tienen dificultades para ponerse en lugar del otro, creen que todo el mundo piensa y siente lo mismo que ellos y tienden a interpretarlo todo desde su perspectiva.

Así pues, lo que los adultos interpretamos como egoísmo es, en realidad, algo esperable ya que forma parte del desarrollo evolutivo. Muchos autores señalan que la capacidad de compartir está ligada a la capacidad de comprender el punto de vista de los otros —la teoría de la mente— y esto no está completamente desarrollado en preescolar.

¿Cómo se desarrolla la capacidad de compartir?

Aunque a los adultos puede no parecérnoslo, compartir es una conducta compleja puesto que requiere que la criatura sea capaz de comprender los turnos y poder renunciar de forma temporal a algo que es valioso para ella. Esto va ligado a la empatía, la regulación emocional y la teoría de la mente.

Entre el primer y el tercer año de vida los niños están en la etapa del juego en paralelo. Es decir, juegan al lado de otros niños, pero no hay un juego compartido la mayoría de ocasiones. Es muy raro que compartan en esta franja de edad porque los objetos son casi como una extensión de su cuerpo para ellos.

Entre los 3 y los 4 años empiezan a entender la idea de los turnos y los juegos en grupo. En este punto empieza a desarrollarse la teoría de la mente y entonces empiezan a comprender que los otros tienen estados mentales diferentes a los propios. En este punto, compartir sigue siendo difícil especialmente si el objeto tiene valor para la criatura.

Entre los 5 y los años se consolidan las habilidades sociales. Como consecuencia hay más capacidad para negociar, esperar y tolerar la frustración. En este punto pueden compartir por voluntad propia, por cumplir con las normas sociales o para mantener las amistades.

A medida que la corteza prefrontal del cerebro se va desarrollando, van madurando las funciones ejecutivas. Estas son las que nos permiten regular nuestra emociones, controlar los impulsos y tomar decisiones —entre otras muchas cosas—. Además, también está relacionada con la empatía. Es importante comprender que esta región cerebral no está completamente desarrollada hasta los 20-25 años.

Compartir no es siempre ni con todos

Un estudio realizado en 2014 señalaba que los niños no comparten de la misma forma con todas las personas. Se observó que ajustaban su comportamiento en función de quién fuera el destinatario y de la situación social en concreto.

Parece ser que los niños y las niñas tienden a compartir de forma más generosa con personas con las que tienen un cierto vínculo o cercanía afectiva. Además, las normas sociales también influyen. Si, por ejemplo, se encuentran en una situación en la que se espera que comparta (porque quizá la otra persona tiene menos recursos), es más probable que lo haga.

¿Qué podemos hacer los adultos?

Las investigaciones más recientes sugieren que, teniendo en cuenta el proceso evolutivo del desarrollo cerebral, lo más adecuado es no forzar a los niños y las niñas a compartir. Se sugiere que puedan aprender a hacerlo mediante el modelado, es decir, que los adultos seamos el ejemplo.

Podemos ayudarles con las habilidades empáticas hablando de los sentimientos de los demás y creando oportunidades de juego cooperativo. Además, es interesante que reconozcamos el esfuerzo del niño cuando comparte algo de forma voluntaria.

Hablar sobre las normas sociales y valores ayuda a que los niños interioricen las conductas prosociales. Sin embargo, es importante que respetemos sus tiempos y que les ayudemos a anticipar determinadas situaciones para que puedan decidir qué quieren compartir y qué prefieren guardar.

Cosas que deberíamos evitar

Puesto que ahora sabemos que no se trata de egoísmo sino que es completamente normal que en los primeros años de vida les cueste compartir, debemos evitar etiquetar a los niños. Decirles que son egoístas, malos o cualquier otro adjetivo puede tener un impacto muy negativo en su autoestima y desarrollo emocional.

Puesto que cada niño/a tiene sus ritmos, debemos evitar obligarles a competir y compararlos con otros niños/as. Si les comparamos pueden sentir que no son suficientes y esto puede perjudicar su autoestima. Al obligar a compartir con otros niños pueden sentir frustración y resentimiento y pueden acabar compartiendo por miedo o presión, no porque realmente lo sientan.

Como adultos es nuestra responsabilidad informarnos de las posibilidades reales de nuestros hijos en función del momento evolutivo en el que se encuentran. No todos los niños se desarrollan de la misma forma ni al mismo tiempo y debemos ajustar nuestras expectativas de forma realista. No podemos esperar que lo compartan todo siempre porque nosotros como adultos tampoco lo hacemos.

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  • Christner, N., & Paulus, M. (2022). Varieties of normative understanding and their relation to sharing behavior in preschool children. Journal of Experimental Child Psychology, 224, 105498.
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Nerea Moreno. (2025, junio 27). Mi hijo es egoísta, no quiere compartir sus juguetes. Portal Psicología y Mente. https://psicologiaymente.com/desarrollo/mi-hijo-es-egoista-no-quiere-compartir

Psicóloga

Nerea Moreno es graduada en psicología, con mención en psicología clínica, por la Universidad de Barcelona. Cursó el Máster en Psicología General Sanitaria con la Universidad Autónoma de Barcelona. Posteriormente, se formó como experta en psicología de las emergencias y catástrofes. Tanto esta formación como la experiencia laboral en el campo, supusieron para Nerea el descubrimiento de un nuevo mundo: el trauma. Desde entonces, trabaja desde un enfoque integrador y no ha parado de formarse en trauma, sistema nervioso, apego, duelo y emociones.

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