El trastorno de estrés postraumático (TEPT) es una condición que surge tras la exposición a eventos traumáticos y afecta a millones de personas en todo el mundo. Aunque sus manifestaciones emocionales y conductuales son bien conocidas, durante años la ciencia apenas había logrado descifrar cómo este trastorno altera el cerebro a nivel celular y molecular. A diferencia de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer o el Parkinson, cuyas alteraciones cerebrales son visibles mediante imágenes, los mecanismos neurobiológicos del TEPT permanecían en gran medida ocultos.
Sin embargo, los avances tecnológicos recientes han permitido a los investigadores analizar el cerebro con una precisión sin precedentes. Un estudio pionero, realizado en la Universidad de Yale, ha examinado el tejido cerebral de personas con TEPT a nivel de célula individual, identificando alteraciones genéticas concretas en tipos celulares específicos, como las neuronas inhibitorias, la microglía y las células endoteliales. Estos hallazgos han revelado que el TEPT implica una disminución en la comunicación de las neuronas encargadas de regular la actividad cerebral, así como diferencias en la respuesta inmune y en la exposición a hormonas del estrés.
El cerebro y sus neuronas: una visión general
El cerebro humano está formado por miles de millones de células especializadas que se comunican constantemente entre sí para coordinar pensamientos, emociones y comportamientos. Entre estas células destacan las neuronas, que transmiten señales eléctricas y químicas, y otras como la microglía, encargada de la defensa inmunitaria cerebral, y las células endoteliales, que forman parte de los vasos sanguíneos del cerebro. Esta compleja red de comunicación es esencial para el correcto funcionamiento del sistema nervioso.
Las neuronas se dividen en varios tipos, pero una de las más relevantes en el contexto del estrés postraumático son las neuronas inhibitorias. Estas células actúan como reguladoras: su función principal es controlar la actividad de otras neuronas, evitando que el cerebro entre en estados de sobreexcitación. Además, la microglía cumple un papel fundamental en la vigilancia y el mantenimiento del entorno cerebral, mientras que las células endoteliales regulan el paso de sustancias, como las hormonas del estrés, desde la sangre hacia el cerebro.
Hasta hace poco, los científicos no contaban con la tecnología necesaria para analizar las diferencias genéticas y funcionales entre estos tipos celulares a nivel individual. Sin embargo, los avances recientes han permitido estudiar el cerebro con una resolución sin precedentes, lo que ha abierto la puerta a comprender cómo trastornos como el estrés postraumático alteran la comunicación y el funcionamiento de estas células.
¿Qué ocurre en el cerebro con TEPT?
El trastorno de estrés postraumático (TEPT) produce una serie de alteraciones profundas en el cerebro, especialmente en regiones implicadas en la regulación emocional y el control ejecutivo, como la corteza prefrontal dorsolateral. Esta zona es clave para funciones como la toma de decisiones, la regulación del miedo y la memoria de trabajo, y su alteración se asocia directamente con muchos de los síntomas característicos del TEPT, como la hipervigilancia, las pesadillas y las dificultades cognitivas.
Estudios recientes han revelado que, a nivel celular, el TEPT se caracteriza por una disminución en la comunicación de las neuronas inhibitorias dentro de la corteza prefrontal dorsolateral. Estas neuronas son responsables de “frenar” la actividad cerebral excesiva; cuando su función se ve comprometida, el resultado es un estado cerebral hiperexcitable, que puede manifestarse en síntomas como sobresaltos excesivos, irritabilidad y dificultad para controlar las emociones. Además, se ha observado que la microglía, las células inmunitarias del cerebro, presentan una actividad reducida en el TEPT, a diferencia de lo que ocurre en la depresión, donde están hiperactivas. Esta diferencia sugiere mecanismos neurobiológicos distintos entre ambos trastornos, a pesar de compartir síntomas.
Por otro lado, las células endoteliales, que forman parte de los vasos sanguíneos cerebrales, también muestran alteraciones genéticas en el TEPT. Esto podría facilitar una mayor entrada de hormonas del estrés al cerebro, perpetuando el ciclo de hiperactivación y afectando la plasticidad cerebral. En conjunto, estos cambios celulares y moleculares contribuyen a la desregulación emocional y cognitiva observada en las personas con TEPT, y explican por qué el trastorno es tan resistente a los tratamientos convencionales.
Cambios genéticos y celulares en el TEPT
Los avances recientes en neurociencia han permitido analizar el cerebro de personas con trastorno de estrés postraumático (TEPT) a un nivel de detalle sin precedentes, revelando alteraciones genéticas y celulares específicas que ayudan a explicar por qué este trastorno afecta tan profundamente la función cerebral. Uno de los hallazgos más relevantes es la disrupción en la comunicación de las neuronas inhibitorias.
Estas células, encargadas de regular y “frenar” la actividad de otras neuronas, presentan una disminución en su capacidad de comunicación en cerebros con TEPT. Esta alteración puede llevar a un estado cerebral hiperexcitable y sobre-reactivo, que se manifiesta en síntomas como hipervigilancia, sobresaltos excesivos y pesadillas recurrentes.
Además, el estudio de la microglía, las células inmunitarias del cerebro, ha mostrado diferencias notables entre el TEPT y otros trastornos como la depresión. Mientras que en la depresión la microglía está hiperactiva, en el TEPT su actividad está disminuida, lo que sugiere mecanismos moleculares distintos a pesar de algunos síntomas compartidos. Esta reducción en la respuesta inmune cerebral podría contribuir a una menor capacidad para recuperarse del estrés traumático y a una mayor vulnerabilidad ante nuevos eventos estresantes.
Otro cambio significativo se observa en las células endoteliales, que forman parte de la vasculatura cerebral. En el TEPT, estas células muestran alteraciones genéticas que podrían facilitar una mayor entrada de hormonas del estrés al cerebro, perpetuando el ciclo de hiperactivación neuronal y dificultando la recuperación emocional. Los investigadores han identificado rutas genéticas y moleculares específicas, como las relacionadas con la señalización de glucocorticoides y la transmisión GABAérgica, que podrían convertirse en dianas para el desarrollo de tratamientos más precisos y efectivos para el TEPT.
En conjunto, estos descubrimientos subrayan que el TEPT no es solo un trastorno psicológico, sino que implica profundas alteraciones biológicas a nivel celular y molecular, afectando la capacidad del cerebro para regular el estrés y las emociones de manera eficaz.
¿Qué significa esto para el tratamiento del trauma?
El conocimiento reciente sobre cómo el estrés postraumático (TEPT) afecta a las neuronas ha abierto nuevas posibilidades terapéuticas, tanto en el ámbito farmacológico como en el de la psicoterapia. Tradicionalmente, el tratamiento del TEPT ha estado dominado por el uso de antidepresivos, especialmente los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) como la sertralina y la paroxetina, que ayudan a aliviar síntomas como la hiperactivación, la ansiedad y las alteraciones del sueño. Sin embargo, estos medicamentos no fueron diseñados específicamente para el TEPT y su eficacia, aunque relevante, es limitada en comparación con las intervenciones psicoterapéuticas.
Los hallazgos recientes a nivel celular han identificado nuevas rutas moleculares y genéticas que podrían ser dianas para el desarrollo de fármacos más específicos. Por ejemplo, se han descubierto alteraciones en la señalización de las neuronas inhibitorias y en la función de las células endoteliales, lo que sugiere que podrían diseñarse tratamientos dirigidos a restaurar la comunicación neuronal y reducir la entrada excesiva de hormonas del estrés al cerebro. Además, la identificación de diferencias en la actividad de la microglía entre el TEPT y la depresión abre la puerta a terapias personalizadas según el perfil molecular del paciente.
En paralelo, la psicoterapia sigue siendo el pilar del tratamiento, con enfoques como la terapia cognitivo-conductual, la desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares (EMDR) y terapias innovadoras como la exposición a la realidad virtual o la terapia asistida con ketamina, que buscan abordar los síntomas desde la raíz emocional y biológica. El futuro del tratamiento del TEPT apunta hacia una integración de terapias personalizadas, basadas en el perfil genético y celular de cada paciente, para lograr una recuperación más eficaz y duradera.


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