La ansiedad está en el podio de los motivos máshabituales por los que las personas van a psicoterapia. Esto no es casual, dado que el exceso de ansiedad puede llegar a estar presente de muchas maneras distintas en nuestras vidas, y por eso puede resultar un problema difícil de gestionar sin ayuda profesional. Por eso, siempre es útil conocer el punto de vista que los psicólogos tienen sobre este tema.
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Las diferentes maneras en las que nos afecta la ansiedad
Ester Fernandez es psicóloga coach con amplia experiencia en el tratamiento de los problemas de ansiedad. Es, además, fundadora y Directora de Psicoconsulting, centro de psicología ubicado en Barcelona. En esta ocasión nos habla acerca de su experiencia ayudando a personas vulnerables ante esta clase de alteraciones psicológicas.
¿Crees que actualmente vivimos en una cultura en la que se considera normal tener problemas de ansiedad?
Definitivamente sí, vivimos en una sociedad que ha integrado la ansiedad en nuestra cultura haciendo de ésta una característica propia de la sociedad el siglo XXI.
Vivimos envueltos en una economía donde cada vez más se erigen plataformas facilitadoras del consumo que nos conducen casi compulsivamente a “obtener más”, que nos entretejen necesidades no necesarias , y que nos invitan a tener lo que el otro tiene para no salir de la normalidad, a estar tan al dia como lo estan las personas de mi alrededor, a consumir de forma casi imperativa lo que otros consumen...
Ante todo esto, a la ansiedad se le añade el componente de la velocidad del pensamiento o la hipervigilancia en todo lo que nos rodea. ¡Cuántas veces sentimos que nuestra cabeza es un volcán! Estamos atentos a todo… y necesitamos estar actualizados.
Vivimos inmersos además en una sociedad e industria de consumo que nos educa en la inmediatez de cuanto necesitamos hasta hacernos súbditos de las urgentes necesidades “innecesarias”, versus la imposibilidad de esperar. Nos convertimos así en la cultura del “microondas”.
Cuando todos esos componentes se dan en nuestra vida, y surgen inconvenientes del tipo que sean para alcanzar lo que casi socialmente se nos impone, la ansiedad se vuelve vívida, exultante, pero muchas veces insufrible. Este panorama poco a poco ha ido normalizándose especialmente en las ciudades, donde considero que se alcanzan mayores índices de ansiedad.
Desde tu perspectiva como profesional, ¿cuáles son las fuentes de ansiedad más frecuentes entre quienes acuden a tu consulta de terapia?
Se confabulan o combinan variables diferentes. Es cierto que la persona puede contar ya con cierta predisposición genética acentuada por el ambiente que la rodea, o el contexto educacional en el que le ha tocado vivir. Pero si la ansiedad se puede aprender, se debiera poder gestionar, y eso es a lo que debemos aspirar.
Desde mi perspectiva profesional, el exceso de trabajo, la falta de tiempo y de recursos económicos, el no querer ser diferente, el miedo a que acontezca lo peor, los problemas de pareja que comportan el miedo a estar solo, hasta la inseguridad personal y la baja autoestima pueden estar en la masa subterránea que carga la punta del iceberg. Si bien el medio que nos rodea puede ser fuente de bendición, puede convertirse en una fuente de riesgos y amenazas.
En lo que respecta a la frecuencia de aparición de esta clase de problemas, ¿hay diferencias dependiendo de la edad de los pacientes?
Creo que sí. Creo que las primeras y más frecuentes apariciones tienen lugar entre los 18 y los 35 años, normalmente sin que ello signifique su aparición en edades más tempranas. De hecho, lo vengo observando en el contexto escolar ya en algunos niños de 8 y 9 años. Muchas exigencias externas, muchas actividades extraescolares combinadas con tareas escolares, su convivencia entre ellos, sus retos académicos, etc.
Pero creo que es cuando ya tenemos más conciencia de nuestro lugar en el mundo, o en su configuración, cuando nos surgen las dudas, los miedos, los sentimientos de infravaloracion o de falta de capacidad para hacer frente a todo lo que nos rodea y se nos exige socialmente.
Después, al llegar a los 65 vuelve a despuntar muchas veces por el miedo a la soledad, a enfermar, a la falta de capacidad ecónomica, a la pérdida de facultades que repercute en un mayor aislamiento y una mayor falta de autoestima y sensación de abandono. En definitiva, el miedo a la vida y el miedo a la muerte.
Es posible que para algunas personas la ansiedad haya formado parte del día a día desde hace muchos años. ¿Es más complicado que crean en el proceso terapéutico en estos casos?
Si bien la ansiedad se puede considerar como un aspecto positivo porque nos prepara y habilita para dar solución a problemas, se puede convertir también en la peor cara de la moneda. Cuando esta ansiedad nos afecta en nuestro día a día de manera que no nos permite vivir de forma natural y afrontar las responsabilidades diarias, pasa a ser una problema que nos desadapta a nuestra vida.
Muchas veces el tiempo de recuperación en el proceso terapéutico es proporcional al tiempo que se ha sufrido el trastorno. Se aprenden a automatizar comportamientos ansiosos, que ya no son filtrados por el lóbulo frontal y se reproducen de forma irracional e ilógica.
Es necesario, la mayor parte de veces, encontrarnos con la cara más desagradable de la ansiedad, para tomar conciencia de nuestra condición de salud mental, y dar una vuelta de tuerca para desaprenderlos y forjar nuevas formas de afrontarlos a través de la identificación de distorsiones en el pensamiento y nuevas reformulaciones.
No obstante, en gran parte dependerá del grado de compromiso de la persona con su proceso de sanación, así como del tratamiento farmacológico cuando el supervisor médico así lo dictamine bajo la información de nuestros datos y la visita con el paciente.
¿Qué se puede hacer desde la psicoterapia para superar un problema de ansiedad relacionado con el miedo a no ser aceptado por los demás, por ejemplo?
Bajo mi punto de vista lo que subyace normalmente bajo ese problema es falta de autoestima o una distorsión en el auto-concepto de la persona.
Una de las formas para trabajar dicho aspecto sería a través de un DAFO (identificación de puntos fuertes y débiles), reforzando la autoestima a través de la detección de su origen (quizás en la infancia), el reforzando el auto-concepto y, cómo no, trabajar técnicas de relación social, emociones asociadas, y detectando pensamientos poco adaptativos o disfuncionales relacionados con ese miedo.
Por otro lado, podríamos dirigir a la persona a que transfiriera la formulación de sus objetivos a sus valores. No obstante es necesario aceptar y partir de la base de que cada fracaso abre la puerta a un éxito.
Además de esto pudiera ser que detrás de ese miedo pudiera encontrarse también un profundo sentimiento de culpabilidad, por el que la persona sienta que no merece ser aceptado, y lo viva como un castigo merecido… En estos casos deberá trabajar y practicar el propio “auto-perdón”.
¿Y qué se puede hacer ante la ansiedad que no está causada por la interacción con los demás? Por ejemplo, la causada por el trabajo.
En estos casos quizás lo que convendría sería un replanteamiento del sentido de la vida y del trabajo. Reorganizar y ordenar prioridades.
El sentimiento de dignidad personal, nuestro derecho a un trabajo digno, nuestro derecho al descanso, y la importancia de nuestras relaciones familiares y el tiempo invertido en ellas con base del beneficio del afecto entregado y recibido.
Una opción pudiera ser establecer pactos con los porcentajes de nuestro tiempo y su dedicación en función de nuestras prioridades, entendiendo todo aquello que pudiera favorecer nuestra felicidad.
¿Se está avanzando a la hora de mostrar el exceso de ansiedad como un problema real que requiere tratamiento? Si no es así, ¿qué falla?
El problema de trivializar nuestra ansiedad en tanto no nos da su cara más oscura es uno de nuestros peores males. No aprendemos a vivir de forma inteligente con la ansiedad, sino a sobrevivir y sufrirla y ese es el trastorno desadaptativo.
El problema de no mostrar el exceso de ansiedad como un problema es más serio de lo que parece, sencillamente porque nuestro cuerpo se está forzando continuamente en producir hormonas que compensen r nuestro nivel de cortisol en sangre, y las consecuencias que se pueden desprender en nuestra salud física por el resentimiento que pudieran sufrir algunos órganos de nuestro cuerpo pueden ser graves. Una ansiedad perpetuada en el tiempo pudiera causar enfermedades cardio o cerebro vasculares.
Esto, obviamente, no contraviene la necesidad de naturalizarla, ya que cuando lo hacemos aprendemos a aceptarla en la justa medida que es la que no perjudica ni va e detrimento de nuestra vida diaria.