Los seres humanos usamos diferentes modos de pensar para abordar problemas y enfrentarnos a situaciones adversas. Tenemos varias herramientas como el pensamiento lateral para la creatividad, el lógico para el razonamiento, el probabilístico para la incertidumbre y otros muchos más.
Uno de los más útiles es el pensamiento de segundo orden, del cual vamos a profundizar a continuación explicando en qué consiste, dando algunos ejemplos y mostrando su utilidad y forma de aplicación. Si lo quieres descubrir, ya sabes, sigue leyendo para saber más.
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¿Qué es el pensamiento de segundo orden?
El pensamiento de segundo orden se puede definir en una sola frase: pensar sobre lo pensado. Consiste en analizar las hipotéticas consecuencias de las consecuencias de algo que tenemos a mano o qué podríamos hacer de inmediato. Esta forma de pensamiento se usa para comprender mejor la realidad, resolver problemas, tomar decisiones y generar nuevas ideas. Pese a que es muy útil y necesario en multitud de situaciones, también es un proceso de pensamiento muy escaso.
La mayoría de las veces, cuando tenemos que resolver algo, solo pensamos en soluciones y efectos a corto plazo. Valoramos antes que nada las consecuencias e impactos inmediatos de una idea o acción, sin darle demasiadas vueltas ni tampoco ir un paso más allá por el simple hecho de que nos genera un poco de fatiga mental. Eso sería el pensamiento de primer orden.
El pensamiento de segundo orden se encuentra dentro del marco del pensamiento lógico y racional. No obstante, lo que le diferencia del pensamiento de primer orden es la proyección que alcanza. En el de primer orden sólo se analiza el efecto inmediato de una acción, mientras que en el de segundo orden se evalúa el efecto del efecto, las consecuencias de las consecuencias. Y quien dice segundo orden, también puede decir tercero, cuarto, quinto… la cuestión es analizar cuáles son las repercusiones en cadena de una acción determinada.
El pensamiento de segundo orden implica profundizar un poco y pensar más allá de las consecuencias inmediatas. Como es más exigente que el pensamiento cotidiano, es este el principal motivo por el que es menos utilizado. Es una lástima pues, pensando así obtenemos una herramienta mucho más eficaz, tanto en lo personal como en otras dimensiones fundamentales de nuestra vida como el empleo, los estudios o la economía. Pensar a largo plazo y poniendo el foco en las posibles consecuencias más allá de las inmediatas nos sirve para tomar mejores decisiones.
Pocas son las palabras más que podemos añadir a la definición de lo que es el pensamiento de segundo orden, así que vamos a citar a Shane Parish, fundador de Farnam Street, que lo define muy bien:
“El pensamiento de segundo orden es más deliberado. Es pensar en términos de interacciones y tiempo, entendiendo que, a pesar de nuestras intenciones, nuestras intervenciones suelen causar daño. Los pensadores de segundo orden se preguntan: ¿Y luego qué?”.
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Sesgos que dificultan pensar sobre lo pensado
Como decíamos, tendemos a pensar poniendo el foco de atención en las consecuencias inmediatas de nuestras acciones. Tendemos al cortoplacismo, y a pesar de ser un órgano sumamente complejo, al cerebro humano no le gusta demasiado la complejidad y la complicación. Prefiere las estrategias que le sirvan para ahorrar energía y por ese motivo suele decantarse por las opciones más fáciles y sencillas de aplicar.
Añadido a esto, la mente humana está cautivada por varios sesgos cognitivos que influyen en nuestra forma de pensar. Entre los más destacables encontramos:
1. Sesgo optimista
Como su propio nombre indica, el sesgo optimista tiene que ver con la tendencia tan humana de pensar que todo irá bien. Esta distorsión cognitiva hace que la primera idea que se nos venga a la cabeza muchas veces sea lo suficientemente atractiva como para no pensar en otras alternativas.
Es decir, tenemos la inocente convicción de que aquella idea en la que creemos o plan que tenemos en mente para realizar tiene muchas posibilidades de tener éxito, y por ese motivo no nos adentramos ni planteamos una lluvia de ideas para aumentar nuestras posibilidades.
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2. Efecto de anclaje
El efecto de anclaje nos lleva a confiar demasiado en la primera información que recibimos o idea que pensamos e influye notoriamente en nuestra toma de decisiones. Lo primero que recibimos tiene más posibilidades de permanecer en nuestra mente, se ancla. Esto nos hace aceptar o rechazar algo con base a muy pocos datos.
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3. Efecto de dotación
El efecto de dotación nos lleva a pensar que algo vale más por el simple hecho de tenerlo. Esto nos impide ver con objetividad el valor de lo propio y de lo ajeno. Las consecuencias inmediatas de una acción las percibimos como ya obtenidas, mientras que las a largo plazo las vemos como algo todavía ajeno a nuestra posesión y no lo valoramos tanto.
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Ejemplo práctico de cuándo no se usa este tipo de pensamiento
El pensamiento de segundo orden es una herramienta muy recurrente tanto en el mundo de la ciencia como en el sector empresarial, pero lo cierto es que se puede aplicar en absolutamente cualquier situación, incluyendo nuestra vida personal. Al fin y al cabo, es un patrón de pensamiento más que ayuda en la toma de decisiones, resolución de problemas y prevención de daños, saliendo de los análisis simples y obvios y analizando la realidad de una forma más profunda.
Además, el pensamiento de segundo orden nos puede conducir a ideas más interesantes y soluciones más eficaces. Eso sí, como decíamos puede provocar un poco de fatiga mental pues pensar más allá de las consecuencias directas de nuestras acciones implica hacer un esfuerzo adicional, invertir en recursos cognitivos no usados en el pensamiento corriente, pero también ofrece más beneficios.
Para comprender la importancia del pensamiento de segundo orden vamos a hablar de un caso real producto de no haberlo usado, y solo limitarse a pensar en las acciones más inmediatas de las acciones:
Ocurrió en la India cuando era colonia británica. La ciudad de Delhi estaba sufriendo una plaga de serpientes cobra, lo que era un verdadero quebradero de cabeza tanto para los ciudadanos como autoridades locales. El animal no solo era peligroso para las personas, sino también para los animales domésticos y de granja, suponiendo cuantiosas pérdidas económicas.
Era menester que se hiciera algo para bajar la superpoblación de tan dañino reptil y las autoridades concluyeron que sería útil y productivo que la población colaborara combatiendo la plaga. Para ello, fijaron una recompensa monetaria para quienes entregaran a los animales muertos, algo que pareció funcionar muy bien al principio de la campaña.
Pero como en todo en este mundo, siempre hay alguien que sabe sacarle partido a la situación. Algunos ciudadanos vieron una oportunidad de negocio en esto de entregar cobras muertas a las autoridades, así que se les ocurrió criar las serpientes para luego matarlas y cobrar la recompensa, haciéndose de oro.
Al final las autoridades se dieron cuenta de la trampa y eliminaron la recompensa. Uno podría pensar que el problema no iría a más, pero la realidad fue a peor. Los criadores de serpientes, al ver que ya no les servía de nada ni criarlas ni matarlas, optaron por soltarlas. Les era muchísimo más barato hacerlo así que matarlas. Como consecuencia de esto, la población de serpientes fue todavía mayor, agravando la plaga aún más de cómo estaba al principio.
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¿Cómo usar el pensamiento de segundo orden?
El pensamiento de segundo orden es muy útil en infinidad de situaciones de todo tipo aunque, naturalmente, no se puede utilizar para absolutamente todos los problemas. Por ejemplo, no tendría demasiado sentido usarlo para saber qué ropa ponerse o qué marca de patatas comprar, a no ser que esto sea claramente determinante para algo. Lo lógico es aplicarlo en asuntos más relevantes, cuya cadena de consecuencias condicione nuestro bienestar u otros aspectos de nuestra vida a largo plazo.
La clave para aplicar el pensamiento de segundo orden es usar la fórmula “¿Y entonces qué?” para consecuencias de la cadena de consecuencias de una hipotética acción. Por ejemplo:
- “Voy a dejar el trabajo, ¿y entonces qué?”
- “Ya no tendré que trabajar cada día, ¿y entonces qué?”
- “Ya no sufriré tanto estrés, ¿y ahora qué?”
- “Estaré más relajado, ¿y ahora qué?”
- “Al estar más relajado me costará más ponerme a buscar un nuevo empleo, ¿y ahora qué?”
- “Si no consigo un nuevo empleo, no ganaré dinero ¿y ahora qué?”
- “Tendré facturas que no podré pagar, ¿y ahora qué?”
- “Volveré a estar estresado y, ahora, sin trabajo”
Otro ejemplo:
- “Voy a comprar un coche eléctrico, ¿y entonces qué?”
- “Ya no tendré que volver a la gasolinera, ¿y entonces qué?”
- “Podré cargarlo en mi casa, ¿y entonces qué?”
- “Subirá la factura de la luz, ¿y entonces qué?”
- “Gastaré más en esa cuenta, de lo que antes gastaba en gasolina, ¿y entonces qué?”
Podríamos dar infinidad de ejemplos de este tipo, pero llegados a este punto seguramente ya quede claro. El pensamiento de segundo orden nos sirve para pensar las consecuencias de las cosas y es especialmente útil hacerlo pensando en qué pasará en períodos de tiempo más largos, como meses y años.
Algunos consejos para usar el pensamiento de segundo orden:
- Preguntarse cuáles serán los resultados deseados y no deseados al tomar una decisión.
- Prever posibles problemas nuevos antes de solucionar otro.
- Hacer una lluvia de ideas e intentar generar nuevas en base a ideas anteriores.
- Intentar encontrar aplicaciones reales para un nuevo concepto o solución planteada.
No es un ejercicio fácil, pero aplicarlo en nuestro día a día nos puede ahorrar más de un disgusto en forma de consecuencias no previstas a causa de una toma de decisiones impulsiva y poco reflexiva. Se debe pensar en los posibles damnificados por nuestras acciones, los riesgos, valorar las ventajas e inconvenientes de una acción y sus posibles consecuencias.