“Hasta que la muerte nos separe” Este mandato refuerza la fantasía de los enamorados de que el otro no puede desear a nadie más. Así, se da por sentada la ilusión de que el amor se encadena al deseo, procurando una permanencia estática en el tiempo.
Sin embargo esto no es posible, uno no deja de desear por más enamorado que uno esté. Para las personas inseguras, que el deseo siga circulando desespera y puede llegar a generar muchos conflictos en la pareja. Pero tenemos una terrible noticia, no se puede hacer nada. El deseo va a seguir su rumbo nos guste o no.
No estamos afirmando que es imposible ser fiel, ni justificando el acto infiel. Si hay algo en los seres humanos que nos hace especiales es nuestra capacidad de elección, con lo cual cada quién se tendrá que hacer cargo de lo que desea. Poder entender cómo funcionan los vínculos por fuera de la perspectiva moral, nos convoca a reconocer la fragilidad de nuestros lazos, con el objetivo de exigirnos menos y cuidarlos más.
Infidelidad, amor y deseo
Comúnmente se suele pensar que la infidelidad pone el acento sobre el amor y el deseo, como si estos fueran dos afectos que van de la mano, pero en realidad es que tienen profundas diferencias. Por un lado, el deseo surge de un modo intermitente, siguiendo un impulso y busca la satisfacción inmediata (reducción de la tensión que genera); una vez satisfecho, desaparece para volver a aparecer después, con la misma persona o con otra. El deseo se nutre de la falta, es decir, una pérdida puede ser el motor de una nueva capacidad de desear.
El amor, en cambio, se regocija en el vínculo y anhela la permanencia en el tiempo. Allí la pérdida produce un efecto contrario, experiencias de derrumbe, sentir la ausencia extrañar, etc. Es decir, deseo y amor no son la misma cosa. Se suele pensar que el enamorado encadena su deseo de manera permanente al ser amado, cuando lo cierto es que el deseo no se deja apresar y continúa su recorrido por muy enamorado que alguien esté.
Con lo cual, el mandato “que dure para siempre” pone de manifiesto la búsqueda banal de una certeza imposible. Porque el amor no trae por añadidura la fidelidad. De hecho, en las relaciones humanas no hay nada natural, son una construcción cultural. Partiendo de esa base es que podemos pensar en la individualidad de cada quien, atravesada por su historia, y en esos márgenes los modos de abordar los acuerdos de pareja.
¿Se puede volver de una infidelidad?
Generalmente sufrir una infidelidad genera un enorme dolor. La sensación de que algo se ha roto es inevitable, el valor y la confianza en uno mismo se ve menoscabado. El engaño produce una herida narcisista y eso deja secuelas, porque esas heridas jamás se curan de todo. Con lo cual, esa persona tendrá que aprender a convivir con la falsa ilusión de no haber podido ser todo para el otro.
En estas condiciones, ¿puede re-intentarse una pareja después de una infidelidad? Hay que decir en primera instancia que cada sujeto es único, hay parejas que pueden reconstruirse después de un arduo trabajo y hay otras que no pueden ni siquiera intentarlo y se separan.
Pero hay un tercer grupo, que es el peor de todos, aquellos que no pueden resolver lo que pasó y sin embargo, permanecen juntos. Se quedan en una relación que tiene un nivel de tensión enorme, reprochándose lo ocurrido aún muchos años después, con la angustia y la rabia que surge ante la menor discusión.
Reintentar una relación después de una infidelidad es algo posible, pero requiere de una profunda sinceridad personal para poder reconocer si alguien puede o no volver a confiar. Y si a pesar de poner lo mejor, nos damos cuenta de que el dolor no cesa, decir simplemente: no puedo es una opción. En ese caso, siempre es mejor separarse que sostener a cualquier costo una pareja que ya no es lo que era y que no tiene posibilidad alguna de recuperar la felicidad.
Conclusiones
Intentar entender el fenómeno de la infidelidad no implica que se lo justifique. Al contrario, es cuando dejamos de pensar en la perspectiva moral de nuestras relaciones amorosas y podemos reconocer la fragilidad de nuestros lazos, que tal vez podamos exigirnos menos y cuidarlos más.
El modo de vincularse con los otros y las elecciones que uno toma, se encuentran condicionadas desde algún lugar de la propia historia. Pero, esto le quita responsabilidad sobre el acto infiel? De ningún modo. Una persona, (decía Freud), es responsable hasta de lo que sueña.
Autoras: Julieta Pepa y Gabriela Cirillo, Lic en Psicología, especialistas en clínica de adultos, atendiendo pacientes por el mundo. Fundadoras, de al diván, espacio de atención online.