El amor siempre ha sido definido como algo que no podemos controlar. Llega, como un fenómeno meteorológico, nos afecta de un modo que depende de nuestra personalidad y nuestra experiencia con relaciones pasadas, y a veces se va.
Sin embargo, hay veces que sentir amor por ciertas personas resulta claramente contraproducente y sabemos que, aunque nos conviene dejar de sentir esa clase de afecto por alguien, esa es una opción que está más allá de nuestras posibilidades. A pesar de ello, sí existen ciertos hábitos y conductas que hacen más probable que terminemos desenamorándonos de alguien.
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Cuando desenamorarse es la mejor opción
Aunque suene crudo, dejar de sentir amor por alguien puede incluso ser bueno para la salud. Lo es, claramente, en aquellos casos en los que existe una relación tóxica de pareja en la que los abusos y la violencia física y verbal son habituales, pero también en aquellos en los que hay amor no correspondido.
La cuestión es que el curso de nuestros pensamientos no siempre va en la dirección que deseamos o que nos produce un mayor bienestar. Gran parte de esto es porque aquellos recuerdos, ideas e imágenes que pasan a estar bajo el foco de nuestra consciencia tienden a escapar a nuestro control.
Podemos decidir más o menos en qué detalles o aspectos centrar nuestra atención, pero los temas que ocupan nuestra mente no los solemos elegir nosotros. O, mejor dicho, elegimos llamar ciertos recuerdos y analizarlos, pero no tenemos el poder total de hacer que se vayan, y tampoco podemos evitar que de vez en cuando nos asalten por sorpresa: eso forma parte del funcionamiento normal de nuestro cerebro.
Sin embargo, que eso sea normal no quiere decir que, bajo ciertas circunstancias, este fenómeno de los recuerdos que nos vienen a la mente, no puedan convertirse en auténticos dolores de cabeza; especialmente, si esos recuerdos tienen que ver con relaciones pasadas, desengaños amorosos y corazones rotos.
Así pues, ¿cómo tomar cartas en el asunto? Decir que nos queremos desenamorar es más fácil que hacerlo, pero eso no significa que sea imposible hacer que este tipo de sentimiento se vaya debilitando en favor de nuestro bienestar y autonomía personal. A continuación puedes leer algunas claves para lograrlo.
1. Regula el contacto físico y visual
Mirarse a los ojos y tocarse son dos situaciones: ambas hacen que en nuestro organismo se dispare la producción de oxitocina, una hormona relacionada con el afecto y el establecimiento de vínculos de confianza. A su vez, una mayor cantidad de oxitocina en nuestra sangre y en los espacios a través de los cuales se comunican las neuronas de nuestro cerebro hacen que aparezcan las emociones y conductas relacionadas con el amor. De hecho, esto ocurre incluso al mirar a los ojos a ciertos animales domésticos.
Por lo tanto, uno de los primeros pasos para desengancharse de una persona cuya relación nos resulta nociva es hacer que este contacto físico y visual sea más pobre y escaso, aunque en ese momento apetezca hacer todo lo contrario.
2. Aprende a vivir lejos de esa persona
Otro aspecto importante a la hora de desenamorarse es ponernos las cosas fáciles al principio evitando tener que ver a esa persona, al menos durante unos días o semanas. Si el amor consiste entre otras cosas en pensar en ese alguien durante una buena parte de las horas del día, para revertir esta dinámica es bueno no exponernos a situaciones en las que tengamos que pensar en ella a la fuerza porque la tenemos delante.
En muchos sentidos, el amor funciona como una droga, ya que tanto a la hora de ver a la persona a la que queremos como al consumir una sustancia adictiva se activa el circuito de recompensa de nuestro cerebro, basado especialmente en el neurotransmisor llamado dopamina.
Por lo tanto, reducir gradualmente la cantidad de veces que este se active será necesario para que nuestro cerebro se vuelva a acomodar al nuevo estilo de vida. Aunque, eso sí, esto es algo que cuesta hacer y exige esfuerzo. Es por ello que antes de emprender esta tarea es bueno imaginar a priori posibles excusas que nos podemos poner a nosotros mismos para ir a ver a esa persona; de este modo las podremos reconocer como tales cuando aparezcan.
3. Retoma rutinas que nos vuelvan independientes
Para rehacer una vida como persona alejada de la persona en la que solíamos pensar no es necesario tan solo dejar de pensar en ella, sino también encontrar actividades para evitar que esto ocurra. Si hacemos todas las cosas que hacíamos cuando estábamos enamorados, nuestro cerebro notará que la única pieza del puzzle que falta es la presencia de esa persona, y esta incongruencia nos dará problemas. En cambio, si hacemos coincidir en el tiempo el alejamiento de esa persona con otros cambios significativos en nuestra vida que estén relacionados con nuestra rutina, será más fácil que nos comprometamos con esta fase de transición.
Además, inventar nuevas maneras de vivir el día a día hará más posible que nos planteemos actividades que tengan poco que ver con la vida de enamorado o enamorada, con lo cual las posibilidades de pensar en la persona por la que sentíamos algo disminuyan: simplemente, las referencias hacia ella serán más escasas.
En definitiva, al estilo de lo que proponían psicólogos conductistas como B. F. Skinner, si queremos hacer que nuestra vida cambie podemos tener en cuenta que lo más importante es hacer que cambie el entorno y las actividades a las que solemos estar expuestos, más que tratar de modificarnos a nosotros mismos sin mover un músculo.
4. Trabaja en la autoestima
En ocasiones, el fracaso del proyecto de relación con alguien supone un duro golpe para la autoestima. Es por eso que a las pautas de comportamiento anteriores hay que añadirle una evaluación constante sobre nuestra autoimagen y autoestima. Si no, es fácil que, al sentirnos poco válidos como personas, busquemos desesperadamente volver a estar con la otra persona, para aceptarnos mejor a nosotros mismos.
Para ello es necesario intentar hacer un análisis lo más frío y distanciado posible de quiénes somos, lo que hacemos y lo que nos define, teniendo en cuenta los acontecimientos que hemos vivido. Es decir, que no se trata de pensar en nosotros mismos como entidades independientes de nuestro entorno: lo que importa es darnos cuenta de cómo nos comportamos con los medios que tenemos y dependiendo de nuestros objetivos e intereses.
Gestionando la atención
Habiendo leído estas claves para desenamorarse de alguien posiblemente te hayas dado cuenta de que casi todas se apoyan en un tema común: la atención. Saber gestionar nuestro foco atencional hace que nos concentremos en aquellas cosas que realmente nos son necesarias o útiles y, por eso, nos ayuda a alejarnos de la rumiación, ese proceso similar a un círculo vicioso por el cual casi todo lo que hacemos o percibimos nos recuerda a aquello que nos hace sentir mal: como nos sentimos tristes, pensamos en lo que origina eso, y como pensamos en lo que origina eso, nos sentimos tristes.
Así pues, la clave está en intervenir tanto sobre nuestros pensamientos como sobre nuestras acciones para romper con ese bucle aparentemente infinito de comparaciones y de tristeza. Empezar a imponernos una cierta disciplina en lo que hacemos, aunque el cuerpo nos pida hacer otra cosa, es fundamental para dejar de ser emocionalmente dependientes de esa persona de la que un día nos enamoramos. Y, por supuesto, si creemos que el problema es tan intenso que interfiere totalmente con nuestra calidad de vida, merece la pena plantearse si conviene ir a sesiones de psicoterapia. En todo caso, el motor del cambio siempre debemos ser nosotros mismos.