La pareja es un proceso y, como tal, necesita actualizar sus vínculos para adaptarse a las nuevas situaciones y retos. Si los procesos individuales acaparan la atención de cada uno, se generan caminos cada vez más divergentes en los que se pierde el sentido original y la pareja se disuelve.
En este sentido, el coaching no solamente es efectivo como proceso individual, sino también para la pareja.
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Coaching de pareja: para un mayor bienestar de la relación
Esta semana Lluis Casado, psicólogo coach profesor del Postgrado en Psicología Coaching del Instituto de Asistencia Psicológica y Psiquiátrica Mensalus, nos habla sobre la importancia de acompasar el ritmo de crecimiento individual con el crecimiento de la pareja.
Desde la visión del coaching de pareja, ¿de qué concepto partimos?
Dos personas establecen una relación de pareja cuando construyen un vínculo (el nosotros) que responde a sus necesidades del momento. Así mismo, las personas cambiamos a lo largo de la vida como consecuencia de razones propias del ciclo vital, ya sean de tipo biológico, social, psicológico o incluso accidental. Por todo ello, el vínculo original, si no evoluciona, queda obsoleto.
La pareja es un proceso y, como tal, necesita actualizar sus vínculos para adaptarse a las nuevas situaciones que van apareciendo a lo largo de los años.
Entonces, ¿qué sucede con la pareja que no actualiza su vínculo?
Si eso ocurre, el vínculo original puede convertirse en un obstáculo para el desarrollo individual y el desarrollo de la pareja. Además, si el ritmo de crecimiento individual no es el mismo, dicha diferencia puede dar lugar a una pareja asíncrona en la que se hace difícil actualizar el vínculo (las expectativas y las necesidades de ambas partes son distintas).
Por ello, el crecimiento armónico de la pareja precisa del crecimiento individual acompasado. Ahora bien, esta evolución no es tan sencilla. No olvidemos que estamos hablando de los procesos de crecimiento de dos personas autónomas y de la construcción de nuevos vínculos de interdependencia.
¿Qué elementos entran en juego en el proceso individual de crecimiento?
Las personas nos comportamos según unas pautas, hábitos, estilo personal, creencias, valores, vínculos relacionales, vivencias emocionales, identidad y guión de vida en terminología transaccional. En situaciones estables nuestros comportamientos son adaptativos y nuestras relaciones satisfactorias.
Cuando nos encontramos en una situación de idealización todo va bien y por tanto no vemos la necesidad de cambiar. En el caso de la pareja estamos en la fase del enamoramiento. Pero esta situación de bienestar idílico es artificial a medio plazo ya que las personas cambiamos internamente del mismo modo que también cambia nuestro entorno. A veces nos cuesta dar un paso y evolucionar, nos aferramos a ese bienestar experimentado en una primera fase y desconectamos del momento actual.
¿Qué trabaja el coaching de pareja en este sentido?
Desde el coaching tenemos como objetivo de que ambos miembros reflexionen sobre su papel dentro de la relación de pareja para que, posteriormente, encuentren aquellos puntos comunes que les dirijan hacia nuevas metas compartidas de cambio y evolución.
¿Y de qué tipo de trabajo estamos hablando?
Nos referimos al trabajo de tres etapas. La primera etapa del proceso de coaching de pareja corresponde a la conciencia. Cada miembro necesita un espacio para tomar conciencia sobre dónde se encuentra y sobre cómo siente con la otra persona.
Las parejas llegan con un motivo de consulta relacionado con la queja, la dificultad por ser escuchados, por ser respetados, etc. La petición hace referencia al otro más que a uno mismo. Justamente, en esta primera etapa de trabajo es fundamental el darse cuenta de cuál es el papel individual y de sus consecuencias.
Una vez los dos están ubicados, es momento de tomar la responsabilidad. En la segunda etapa del proceso de coaching existen tres preguntas clave:
- ¿De qué cambio me responsabilizo yo?
- ¿Qué tengo que aportar a la relación?
- ¿Qué puedo pedir al otro?/¿En qué puedo ayudarle a tomar responsabilidad?
¿Qué se trabaja a partir de estas respuestas?
Entre los aspectos que analizamos fijamos especial atención en cómo cada persona recibe la petición ajena. Es interesante observar cómo llega y “resuena” la petición en el individuo. Los pensamientos y sentimientos asociados ofrecerán un amplio abanico de significados que favorecerán la toma de responsabilidad mutua, una información que, habitualmente, queda ofuscada por las discusiones y las conversaciones poco constructivas.
¿Y cuál es la última etapa?
La tercera etapa es la acción. El coach acerca a la pareja al cambio a partir de las siguientes cuestiones:
- ¿Qué haré yo?
- ¿Qué harás tú?
- ¿Qué haremos conjuntamente?
Tal y como podemos observar, a la hora de trabajar todos estos aspectos es importante mantener el foco en uno mismo, el otro y el vínculo. Esto es algo que no siempre sucede en la vida real de la pareja. El coach es el encargado de ayudar a mantener todos los focos activos, de lo contrario, el trabajo realizado a lo largo de las sesiones será en vano.
En definitiva, ¿cómo podemos entender el crecimiento de la pareja?
El crecimiento de la pareja es la búsqueda permanente del vínculo que, en el “aquí y ahora”, permita el máximo desarrollo personal junto al otro/a. El vínculo es, al mismo tiempo, el objetivo compartido y el medio que facilita el mayor desarrollo individual. En realidad, las parejas altamente desarrolladas utilizan el crecimiento de la pareja como catalizador del crecimiento individual, ya que aprovechan al máximo la sinergia de la interdependencia en contraposición al bloqueo que significa la relación de dependencia.