Las crisis de pareja son uno de los principales quebraderos de cabeza que aparecen en la vida amorosa de muchas personas. Parte de lo que las hace tan dañinas es que, aunque a veces su causa está clara, también es frecuente que aparezcan sin más, en ausencia total de un motivo concreto.
A veces, parece que sea el simple paso del tiempo lo que hace que la calidad de las relaciones de pareja se desgaste, pero lo cierto es que el tiempo por sí mismo no fortalece ni debilita nada. Para comprender qué son las crisis de pareja y de qué manera podemos hacerles frente, hay que conocer bien cuáles son esas dinámicas relacionales del día a día que las alimentan. Detectar las señales de este tipo de crisis amorosa es crucial para reaccionar cuanto antes.
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Las señales de la crisis de pareja
A continuación veremos varias señales de crisis de pareja que alertan sobre la mala salud de la relación afectiva.
Estas situaciones no siempre acaban en una ruptura sentimental, pero conviene no dejarlas pasar y abrir nuevas vías de comunicación e incluso acudir a terapia de pareja si es necesario.
1. Te sientes culpable ante la ilusión de tu pareja
Este es uno de los síntomas más sutiles de la crisis de pareja, ya que no es algo que surja en las relaciones, sino que lo hace en la mente de una de las personas que están en la relación. Fundamentalmente, es un indicador de que percibimos algo que nos hace sentirnos mal con nosotros mismos: que si estamos por esa persona es simplemente por la inercia y el miedo a dar por terminada la relación.
Paradójicamente, es una de las señales de crisis de pareja más silenciosas, pero a su vez sus efectos son muy profundos. Hacer que la situación mejore es muy complicado, porque en este punto el problema no es tanto que la forma de expresar amor de una persona no encaje bien con la de la otra, ni tampoco tiene que ver con la incompatibilidad de hábitos; aquí, el problema es que ya se ha tomado la decisión de que la relación es una pérdida de tiempo.
2. Lo apostáis todo al futuro
Hay momentos en los que se hace evidente que hay ciertas fricciones en la relación: el simple hecho de convivir hace muy fácil que se termine discutiendo, y algunas de estas riñas pueden terminar cronificándose.
Ante este panorama, muchas personas que pasan por una crisis de pareja adoptan una actitud totalmente pasiva, en parte, porque ven muy complicado afrontar el problema. Así pues, algo muy habitual es hacer ver que el simple paso del tiempo lo arreglará. La idea de fondo de esta estrategia suena más o menos así: “sigamos invirtiendo tiempo, dinero y esfuerzo en la relación, y esta clase de sacrificios harán que, por sí solo, esto se arregle”.
Por supuesto, esta es una estrategia totalmente errónea que solo lleva a frustraciones y a la creación de expectativas distorsionadas. Es importante poner freno a esta manera de pensar.
3. Se pierde la confianza
Si te remontas a los primeros compases de tus relaciones afectivas, probablemente te darás cuenta de que tanto tú como tu pareja erais capaces de confiaros secretos inconfesables. Os explicabais cómo os sentíais en cada momento, vuestras penas pasadas y vuestros anhelos futuros. Formabais un encaje perfecto, emocionalmente os apoyabais de una forma especial y única.
Si la relación se deteriora y existe una crisis de pareja, esta capacidad para comunicarse “de corazón a corazón” puede verse afectada. Comienza una fase en que cada vez existen más recelos a la hora de abrirse al otro. Esto puede ser causado por pequeñas rencillas. Las heridas de la desconfianza son difíciles de curar, aunque no es imposible… pero requieren tiempo y esfuerzo por parte de ambos miembros de la pareja.
4. Dejáis de realizar actividades en común
Las relaciones son, fundamentalmente, ese conjunto de momentos compartidos en los que se expresa el afecto y la intimidad. Si disminuye la cantidad de estos momentos, también disminuye la calidad de la relación.
Y es que el simple hecho de haber pasado muchas cosas juntos en el pasado no hace que la relación amorosa persista. Es necesario seguir actualizando ese cúmulo de sensaciones y emociones compartidas a través de las nuevas cosas que van siendo vividas en pareja.
5. Aparecen desconfianzas y celos
Allí´donde hay celos, hay puntos vulnerables. Las relaciones amorosas se basan entre otras cosas en la confianza, y es por eso que, por mucho que durante años hayan llegado a normalizarse, los celos sobran. A fin de cuentas, un noviazgo o matrimonio que se sostiene tan solo a base de vigilancia constante y paranoia, es en todo caso una imitación de vínculo amoroso, pero no una historia digna de ser vivida con positividad y ánimo constructivo.
6. Los encuentros sexuales son cada vez menos frecuentes
No es un síntoma que necesariamente deba aparecer cuando hablamos de una crisis de pareja… pero es más habitual que en las consultas de terapia de pareja acudan personas que han perdido la pasión y la magia.
¿Por qué ocurre esto? Durante la fase del enamoramiento, las hormonas están descontroladas y el sexo es frecuente y de gran calidad. En fases más avanzadas de la relación, la rutina, el estrés o la monotonía pueden afectar a la calidad y cantidad de sexo que practicamos… llevando la situación a un círculo vicioso en que se pierde la intimidad de pareja, por lo que se puede empezar a pensar en una espiral de distancia y escaso vínculo afectivo.
7. Se pierde la empatía
Es uno de los últimos estadios: cuando ambos miembros de la pareja (o al menos uno de ellos) no es capaz de ponerse en la piel del otro, es posible que el compromiso y la ilusión se resquebrajen de forma definitiva.
Si en algo se basan las relaciones afectivas es en la comprensión de las debilidades y las necesidades del otro. Cuando esto deja de existir, es muy complicado que una pareja perdure, puesto que la relación de confianza y de apoyo emocional deja de existir. Restaurar la armonía y el apego sano entre ambos miembros de la pareja es el reto al que se enfrentan muchas parejas que, a pesar de los problemas, desean seguir compartiendo sus vidas. En otras ocasiones, la distancia y la separación serán la oportunidad para volver a empezar de nuevo.