Si preguntáramos cuál es la cualidad que a las personas más les gustaría cultivar en una relación de pareja, una de las respuestas que probablemente obtendríamos sería “equilibrio”. Sin embargo, cada uno de nosotros cuenta con un bagaje personal que nos conduce a elaborar distintas concepciones sobre el equilibrio en la pareja: ¿qué aspectos debería cumplir una pareja equilibrada? ¿Y una que no lo es?
Además, convenir qué y cómo debe ser una relación equilibrada es difícil, ya que los valores con los que hemos crecido acerca del amor mutan con el pasar de los años, así como lo hacemos nosotros.
Por tal motivo, en este artículo desarrollaremos cuándo se considera equilibrada una relación de pareja y cómo podemos distinguir estos vínculos de otros menos saludables.
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¿Qué entendemos por equilibrio en una relación de pareja?
Definir qué entendemos por “equilibrio” en una relación de pareja es una tarea compleja, ya que se trata de un concepto muy abstracto. Los individuos pertenecientes a una misma sociedad compartimos una serie de metáforas que utilizamos para explicar algunos conceptos abstractos en términos de otros más concretos. Pensémoslo bien: nos es muy difícil referirnos a conceptos como “tiempo” sin recurrir a expresiones metafóricas que conciban el tiempo en términos de otra cosa, a saber, un objeto valioso y concreto. Un ejemplo de ello es la expresión de “el tiempo es oro”. También hablamos de “invertir”, “gastar” y “perder” el tiempo, como si se tratara de una pertenencia o dinero.
Algo así sucede cuando queremos referirnos al “equilibrio” entre dos términos, como es el caso de una pareja. Es tan difícil referirse a un concepto abstracto como el equilibrio que solemos explicarlo en términos de una balanza. El equilibrio implicaría que, al comparar dos objetos, no debería haber más peso sobre un extremo de la balanza que sobre el otro, alcanzando un estado de equidad. Esta metáfora puede ser útil para pensar algunos aspectos de las relaciones de pareja. Para poder sostener un vínculo de este tipo en el mediano o largo plazo es necesario que ambas partes estén implicadas en un nivel afectivo similar, con un compromiso para con el otro relativamente equiparable, de modo que la balanza no se incline demasiado hacia un lado o el otro.
Sin embargo, la metáfora de la balanza tiene ciertas limitaciones a la hora de trasladarla al campo de las relaciones de pareja, ya que cada una de las personas está atravesada por una amplia gama de situaciones, eventos, personas y proyectos en un momento específico. Las vidas humanas, en pareja o en soltería, tienen sus altibajos: hay momentos de mayor estabilidad emocional y otros en los que prepondera la desregulación y el desborde. Cuando se está atravesando por una situación delicada o difícil en algún área de la vida —supongamos, la pérdida de un trabajo o un ser querido—, el hecho de sostener esa equidad en la balanza de la pareja puede tornarse una tarea imposible.
Quizás, una alternativa más razonable para entender el equilibrio en una relación de pareja es pensarlo en términos de un balancín para niños, también llamado “sube y baja” en algunos países de Latinoamérica. El equilibrio en la pareja, a veces, supone dejarse sostener por el otro en los momentos difíciles y despegar los pies del suelo. También, por el contrario, implica estar disponible para hacer lo mismo por él o ella. Sin embargo, el equilibrio en la pareja es también reconocer hasta qué punto uno puede sostener al otro, saber donde están los propios límites, y poder negociar estos aspectos cuando se percibe que algo no está funcionando.
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¿Cuándo se considera equilibrada una relación de pareja?
Una relación de pareja está equilibrada cuando, en primera instancia, se promulga desde ambas partes respeto hacia la otra persona. El respeto en la pareja supone reconocer que la otra persona es humana, tener empatía con ella, entender que puede sentirse frágil y vulnerable por momentos. También implica aceptar que el otro cometerá errores, y que eso no quita que esté haciendo lo mejor que pueda. A la vez, el respeto en una pareja equilibrada debe estar orientado hacia uno mismo. Esto supone saber comunicar las propias necesidades, como así expresar hasta qué punto uno está dispuesto a acompañar a la otra persona, del modo más amoroso y compasivo posible.
Por otra parte, una pareja equilibrada está constituida por dos personas que son capaces de explorar el conocimiento de sí mismas. Esto es, que estén dispuestas a identificar y reconocer sus propias emociones, sus pensamientos, sus conflictos internos y las conductas que llevan a cabo, sabiendo que éstas podrían afectar a la otra persona. Esto les permitirá ser más honestos consigo mismos y con su pareja, lo cual conduce a cultivar una relación sincera.
En tercera instancia, otro componente que caracteriza a las parejas equilibradas es el interés por conocer a la otra persona. Una palabra que resume el conocimiento mutuo es la intimidad. Para Sternberg, la intimidad aporta “la sensación de sentirse comprendido y comprender; de sentirte apoyado y apoyar, de compartir. Es un componente nuclear que representa el sentimiento dentro de la relación, que promueve el acercamiento, el vínculo y la conexión”. No podríamos concebir una relación equilibrada sin comunicación, sin una dialéctica que denote la honesta atención hacia la otra persona y lo que le sucede, tanto dentro de la pareja como más allá de ella.
Las diferencias entre una relación de pareja equilibrada y una relación desequilibrada
Por su parte, las relaciones de pareja desequilibradas son aquellas que están caracterizadas por un desbalance permanente entre ambas personas. Enfatizamos esta palabra porque en toda relación hay desequilibrios, oscilaciones en un momento dado, en el que uno “pone más de sí” que el otro, le contiene más, está más disponible para la pareja, respeta con mayor eficacia las pautas que fueron arregladas con la otra persona, etcétera. No obstante, en las relaciones desequilibradas, este estado desigual se sostiene en el tiempo; va más allá de las situaciones por las que podría estar pasando una de las dos personas. Regresando a nuestra metáfora del balancín, sería como si uno de los dos siempre estuviera soportando el peso del otro sin tener un momento de descanso.
A diferencia de una pareja sana, en las relaciones desequilibradas suele haber una persona que invierte sus esfuerzos en complacer a la otra o en paliar las infracciones del otro. También están quienes relegan la pareja a un segundo plano, invirtiendo menos tiempo de calidad para compartir con su pareja; o quienes no se interesan en saber cómo se siente la otra persona en relación al vínculo entre ambos. No se trata de hacer un juicio de valor a favor de una u otra persona. En las relaciones de pareja no hay culpables. Lo que sí hay en una relación desequilibrada es un problema de comunicación; un déficit a la hora de poder expresar de forma clara y explícita aquello que se necesita del otro. Esto significa poder decirle qué se espera de él o ella de la forma más concreta posible; también compartir cómo uno se siente ante la falta o exceso de presencia de la otra persona en la relación.
Las parejas desequilibradas no llegan al momento de compartir las propias inquietudes con la otra persona, y si lo logran, presentan muchas dificultades para comprenderse. En estos casos, podría estar flaqueando la intimidad y el respeto, ambas cualidades que definen a una pareja sana y en equilibrio.
Además, las parejas tóxicas tienden a sufrir ciclos de estar muy bien en la pareja y, de pronto, estar mal por completo. Estos episodios suelen suceder cuando una de las dos personas expresa su necesidad, pero lo hace de forma poco eficaz. Podría, por ejemplo, ser agresiva a la hora de comunicarse o “explotar”, evocando pensamientos que poco tienen que ver con lo que pretende conseguir. Por otra parte, uno de estos episodios podría ocurrir cuando una de las personas comunica de forma saludable sus necesidades pero el otro/a hace caso omiso a su pedido.
Lamentablemente, incluso expresándose de forma asertiva, existe la posibilidad de que la otra persona no responda del mismo modo. En contraposición, las parejas equilibradas tienden a comunicarse de forma clara; y si por algún motivo no lo hacen, en tanto que son humanas, reconocen que han cometido un error y toman acciones concretas que apunten al cambio.
Adelaide Duma
Adelaide Duma
Psicóloga General Sanitaria. Sexóloga Clínica. Terapeuta de Pareja.
Las parejas equilibradas no son parejas perfectas. Las parejas equilibradas, de hecho, se equivocan no mucho menos que las parejas desequilibradas. No obstante, las primeras reconocen esto como un hecho, lo asumen, y toman responsabilidad para continuar con este proyecto conjunto que han decidido emprender, aprendiendo en el camino y apostando por su bienestar relacional mutuo.