Es Lunes y el enamorado de Leticia le dice que se va a ir a jugar fútbol con sus amigos el sábado por la noche, inmediatamente Leticia se siente fastidiada y no entiende por qué, le hace preguntas sobre cuánto tiempo se va a quedar, qué van hacer, quiénes van a ir y cuanto más emocionado está Luis, su enamorado, más incómoda se siente ella, pero no es consciente de ello.
Luego comienzan los reclamos como: “pero la vez pasada llegaste muy tarde”, “pero ellos no son buena influencia”, “sabes que vivimos en una zona muy peligrosa”. Y él reacciona reclamando que “nunca me das mi espacio” “siempre tienes que hacer problema cuando quiero salir” y la noche del lunes y toda la semana se torna densa hasta el mismo sábado que la pelea se vuelve mayor.
Los demonios que descansan en nuestro interior
¿Qué pasa con Leticia y Luis? Lo que he visto en mis más de 12 años de experiencia como terapeuta emocional y de pareja: Sus heridas emocionales se han activado y se ven reflejados en su relación de pareja. ¿Qué quiere decir eso? Cada uno de nosotros tiene sus propios demonios emocionales, sus propias batallas, una propia historia detrás que explica porque a veces reaccionamos de manera desproporcionada a la situación, cada uno tiene una emoción con la que lidia sea la rabia, la ansiedad, la tristeza, u otro.
Lo mismo ocurre con las heridas emocionales de la infancia, cada uno de nosotros tuvo unos cuidadores sea mamá, papá, abuelo u otra persona que dieron lo mejor de sí, nos dieron lo mejor desde lo que tenían: su nivel cultural, su nivel socioeconómico, su nivel emocional y más; sin embargo, a veces cuando somos niños somos buenos observadores pero malos intérpretes, y quizás nuestros padres (o cuidadores) quisieron darnos lo mejor pero nosotros no lo interpretamos así.
Por ejemplo, nos dieron o quisieron darnos amor, atención y nosotros no captamos bien el mensaje, o mal interpretamos sus buenas intenciones o quizás es verdad que no nos lo dieron, y ni siquiera hubo la intención. Es así que un niño llega a sentirse vacío y vive desde la necesidad de ser satisfecho, los niños tienen como vasijas emocionales que necesitan (sí, necesitan por ser niños) ser llenadas con amor, validación, reconocimiento, atención, seguridad, cuidado, confianza, y cuando no se da, esa vasija se queda vacía, el niño se queda vacío y es ahí donde se forma la herida emocional.
Somos niños heridos, lastimados porque nuestras necesidades emocionales no fueron satisfechas, estamos con nuestras vasijas emocionales vacías y así llegamos a la adultez. La familia es nuestro núcleo principal por muchos años, luego crecemos y vivimos experiencias con nuestros amigos, pero ninguna relación es tan profunda como la de nuestra pareja.
Con nuestra familia nosotros nos hemos desnudado emocionalmente, es por ello que nos conocemos en nuestras peores versiones y nos han visto tan natural que nos conocen tal cual en una crisis existencial, en una desbarato de locura, en una ataque de ira, lo que no pasa con por ejemplo un jefe o colegas donde mantenemos la postura y nos autorregulamos “mágicamente”.
Luego de nuestra familia, la relación más íntima la tenemos con nuestra pareja con quien al incrementar los niveles de confianza con el avance de la relación, le mostramos todas nuestras versiones y también todas nuestras heridas (sin saberlo). Y es por ello que cuando estoy en pareja, no entiendo porque me enojo tanto porque si estamos bien “lo arruino” , me cuestiono “por qué soy así”.
El pasado en el presente del amor
Al estar en pareja, ya no somos solo nosotros, ya no es solo mi “Yo” y mi mundo es un “nuestro mundo” el espacio que compartimos ¿quiénes lo comparten? ¿dos adultos que viven en consciencia o dos niños heridos y lastimados que necesitan llenar sus vasijas?. En el caso presentando al inicio de este artículo.
Leticia tiene su vasija emocional vacía, tiene la herida emocional de abandono que se activa cuando sienten que la abandonan, lo que le hace interpretar la salida de su enamorado como “no me ama lo suficiente para tenerme como prioridad” para ella que “la abandonen” significa que no la aman, le tiene miedo al abandono y ante la más mínima señal reacciona en defensa, porque quiere defenderse de ese dolor que ya sabe que duele y duele mucho.
Ya hemos sufrido con unos cuidadores que no llenaron nuestras vasijas, que ahora queremos que lo hagan nuestras parejas, hemos esperado tanto a que sean llenadas que ahora lo volvemos exigencia, porque nuestra mente nos dice que alguien externo a nosotros tiene que hacerlo, tienen que venir a salvarnos de este dolor, tiene que venir alguien a cumplir ese rol, nuestros “deberías” se activan : “deberías de ser más cariñoso”, “deberías de estar conmigo siempre” “debo de ser tu prioridad”, esa carga y ese trabajo lo depositamos en el otro
En este caso, la persona que dice que nos ama: nuestra pareja, porque hemos aprendido que amar significa “hacerte cargo de mi” y entonces que ahora eres mi enamorado tienes que curarme, tienes que sanar mis heridas emocionales, tienes que hacer todo el trabajo que yo no deseo hacer. Y por ello sufrimos, porque nuestra pareja está con sus propias heridas emocionales, tiene sus propias batallas y nos frustramos porque no nos salva y entonces la relación termina, y vuelvo a estar con otra persona y vuelve a ocurrir lo mismo. ¿Por qué nadie me salva? ¿por qué nadie se encarga de reparar lo que está pasando? ¿Cuál crees que es la respuesta? ¡Exacto! Porque no se trata de ellos, se trata de uno mismo, ¿quién nos va a dar lo que no nos dieron? Nosotros mismos, nadie nos puede salvar que no sea nosotros a nosotros.
De ahí que viene tanta toxicidad al pedir a la pareja que cambie, que “nos haga felices”, es decir que nos de lo que tanto necesitamos: amor, reconocimiento, validación o en lo que se ve reflejado como tiempo, espacio, y a veces no nos llegamos a sentir satisfechos, y no entendemos por qué para nadie somos importantes. O nos volvemos hipervigilantes para que nadie más nos vuelva a dañar, en ambos casos no somos conscientes de ello.
En mis más de 12 años de experiencia profesional acompañando a las parejas en su trabajo individual, cuando cada uno trabaja lo suyo como consecuencia la pareja se reordena, así que te invito a iniciar tu propio proceso, sería todo un placer poder acompañarte en este camino terapéutico llamado vida.