Los problemas de asertividad tienen mil caras, y pueden adoptar diferentes formas para crear problemas en la cotidianidad de aquellas personas que nunca han aprendido a decir que no. Esto puede tener consecuencias no sólo para la persona en concreto, sino incluso para su entorno, que poco a poco se acostumbrará a recibir un trato favorable y puede llegar a desatender algunas tareas, además de frustrarse cuando no sea posible recibir las atenciones de quien es poco asertivo.
Es por eso que merece la pena dedicarse regularmente a auto-examinarse y ver si, en ciertos ámbitos o de cara a ciertas personas, nos cuesta decir que no. A continuación propongo algunos pasos a seguir para abordar este problema desde una perspectiva psicológica.
Entrenándonos en el arte de decir que no
1. Reflexiona acerca de cuáles son tus prioridades
Para saber en qué aspectos deberías poder decir que no y no lo haces, es necesario saber en primer lugar cuáles son tus intereses, es decir, aquello que quieres conseguir y que el resto de personas no tiene por qué proporcionarte sin que tengas que hacer nada. Establece una escala de prioridades para saber qué cosas te importan más y cuáles te importan menos.
2. Piensa sobre si estás siendo consecuente con lo anterior
¿Estás dejando pasar importantes oportunidades por el hecho de no molestar a alguien? Piensa hasta qué punto el beneficio que obtendrías dedicando tus esfuerzos a lo que te importa más sería menor que la molestia que puedas causar. Piensa, también, hasta qué punto das por supuesto que deberías mantener satisfecha a esa persona independientemente de tus intereses.
3. ¿De verdad eso resultaría molesto?
Piensa en las molestias que podrías generar negándote a hacer una cosa. Luego, imagínate que estás en lugar de la otra persona y piensa hasta qué punto te resultaría inoportuno que te hicieran lo mismo. ¿Realmente sería un problema para ti que alguien te dijera que no, o se trata más bien de un miedo imaginario?
4. Visualízate tal y como crees que te ven los demás
Las personas que no saben decir que no tienden a creer que constantemente les están debiendo cosas al resto de personas. Esto se explica porque la falta de asertividad está muy vinculada con la baja autoestima y la poca confianza con uno mismo, de modo que es frecuente creer que, aunque uno no se quiera aprovechar de los demás, se es un lastre para amigos, familiares, compañeros de trabajo y vecinos.
Para mitigar los efectos de esta visión de la realidad tan sesgada, es bueno dedicar un tiempo a la autorreflexión y a pensar en qué aspectos uno mismo le debe más al resto de personas de lo que el resto le debe a uno. A partir de un examen minucioso de las relaciones que se tienen con los demás, es más fácil ver hasta qué punto estas pequeñas "deudas" tienen poca importancia o, en muchos casos, ni siquiera existen.
5. Piensa en lo que te sugieren las personas que no saben decir que no
Piensa en cómo son las personas con falta de asertividad y dedica un rato a imaginarlas con todos los detalles que puedas acerca de su manera de relacionarse con los demás y en cómo suelen ser tratadas por el resto de personas. Luego, piensa en cómo crees que eres tú, y superpón esta imagen a la que te habías imaginado antes para ver hasta qué punto eres una persona a la que le cuesta decir que no. Con esta simple medida, practicada regularmente, podrás ver en qué aspectos puedes mejorar y ganar en asertividad y con qué personas sueles tener más dificultades para defender tus intereses.
Conclusión: analizar fríamente la situación
En definitiva, todos estos puntos ponen en el foco la necesidad de distanciarse de uno mismo para auto-examinarse y analizar fríamente en qué aspectos conviene decir que no y no se está haciendo tal cosa. Empezar a introducir estos cambios en nuestras relaciones con los demás puede resultar complicado e incómodo en un principio, pero sin duda se los beneficios de esta práctica regular se harán notar en el día a día.