Hoy en día, pocas personas pueden afirmar no haber sufrido nunca un bloqueo mental o emocional. El ritmo de vida frenético y la exposición a situaciones estresantes hacen que, en algunos momentos, notemos que nuestro cerebro no da más de sí.
Veamos en qué consiste exactamente eso del bloqueo mental y de qué manera se relaciona con el estrés.
¿Qué es el bloqueo mental?
Desarrollemos primero el concepto en sí de bloqueo mental.
En palabras del psiquiatra Manuel Escudero, el bloqueo mental se define como “una interrupción de un proceso cerebral que no nos permite iniciar o terminar alguna actividad o situación. Este fenómeno se puede considerar como la imposibilidad de seguir una línea de pensamiento que afecta a nuestras conductas, merma nuestra eficacia y limita nuestro potencial para conseguir nuestro objetivo final.”
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¿Entonces el bloqueo mental es bueno o malo?
No es ni bueno ni malo. En el mundo de la psicología no se habla de blancos y negros, hay que moverse más por los matices.
En el caso de los bloqueos mentales, si los ceñimos a la definición, hablamos de un mecanismo de defensa cuyo objetivo se centra en protegernos de una situación que nos supera. Por lo tanto es algo que nos protege, es bueno para nosotros y existe por una razón…
Pero como tantas cosas, lo bueno en exceso puede ser peligroso, y estos mecanismos no son una excepción. El problema llega cuando se usan excesivamente o en momentos en que no sólo no son necesarios, sino que dificultan nuestra salida de una situación relativamente fácil que alargamos sin querer.
¿Qué ocurre cuando nos sentimos bloqueados?
El bloqueo tiene un origen multicausal: experiencias traumáticas, falta de autoestima, ansiedad, depresión, falta de confianza o de conocimientos… Todo ello deriva en una falta de respuesta ante alguna situación, lo cual desemboca a su vez en más ansiedad, frustración, y estrés.
A nivel cerebral, una Universidad de Canadá realizó un estudio donde mostraron cómo las hormonas que se liberan en situación de estrés afectan a las regiones cerebrales relacionadas con la memoria y orientación espacial, e influyen en el desequilibrio de los neurotransmisores. Este hecho, a la vez, influye en los momentos en los que sentimos que nos quedamos en blanco y no podemos recordar ideas significativas u objetivos a perseguir.
A la vez, el hecho de notarnos vulnerables y sin saber qué hacer lleva a que nos sintamos más ansiosos, lo cual a su vez alimenta el bloqueo mental, etc. Se crea un bucle de indecisión que a veces cuesta romper.
Cómo salir de ese atasco
En cuanto a las propuestas de mejoras en estas situaciones, la mayoría tienen que ver con un estilo de vida saludable, dieta equilibrada, descanso y ejercicio físico. Es algo tan básico que puede sonar a broma, pero hay varios estudios que le dan veracidad a esta receta tan simple.
Por ejemplo, un estudio realizado en personas con trastornos mentales señala la capacidad de remodelar físicamente la estructura cerebral con tan sólo hablarse a sí mismos de una forma más positiva.
Las palabras activan núcleos amigdalinos. Científicos de la Universidad de Harward han demostrado que, cuando una persona reduce su cacofonía interior (o como lo llamaba mi profesor de Psicología, la centrifugadora mental) y hallamos silencio, las migrañas y el dolor coronario pueden reducirse en un 80%.
Por otro lado, las personas que realizan algún tipo de actividad física de manera habitual tienen menores niveles de ansiedad y estrés. Se ha visto en varios estudios cómo el ejercicio aumenta la concentración de norepinefrina en las regiones del cerebro involucradas con la respuesta del cuerpo al estrés. Esto tiene un efecto directo sobre la frecuencia de episodios de bloqueo mental.Por último, según la investigación científica sobre el tema, nuestro sistema inmunológico responde igual ante la falta de sueño que ante la exposición al estrés.
Dado que vivimos en una sociedad donde los ritmos de vida nos dislocan y los trastornos mentales podrían llegar a ser el pan nuestro de cada día, parece inequívoco decir que parte de la solución está en nosotros mismos, que es cuestión de actitud.
Atrevernos a gestionar el estrés
Primeramente no deberíamos machacarnos cuando estemos pasando por una etapa de bloqueo mental. Es muy fácil caer en el “no debería quejarme, hay gente que está mucho peor” y sentirnos culpables y más frustrados por no poder controlar esa emoción.
Siempre habrá gente que lo esté pasando peor, pero también habrá gente que esté mejor; tenemos pleno derecho de sentirnos perdidos en algunos momentos de nuestra vida. Lo importante es no caer en la “comodidad” de convertirnos en un sujeto pasivo, regodearnos en nuestro propio malestar y tomar una actitud de laissez faire en la que no intentamos salir de esa mala racha.
Cada opción que se nos ocurra, por ridícula que parezca, es una decisión y, por lo tanto, una oportunidad. Hay que probar suerte, y mala suerte, y volver a repetir. Lo importante es participar, ¿no? Y salir; escapar del laberinto mental en el que a veces quedamos atrapados.
Y es que como decía Santiago Ramón y Cajal, "todo ser humano, si se lo propone, puede ser escultor de su propio cerebro".
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