Todas las personas sentimos enfado en algún momento. A veces por diferentes motivos pero cualquier persona lo siente. Es algo normal y habitual. Como todas y cada una de nuestras emociones tiene una función. Y aunque pueda resultar desagradable, viene a decirnos algo. Así, si aprendemos a utilizarla a nuestro favor nos ayudará a la descubrir lo que nos molesta y no nos gusta y poder poner límites.
Entonces, si es normal y nos ayuda a poner límites, ¿dónde está el problema? Pues que simplemente a veces no sabemos qué hacer con nuestro enfado. Es decir, me he enfadado ¿y ahora qué hago? Podemos elegir entre actuar bien o mal y es que el enfado es una emoción difícil de controlar. Algunas personas saben mantenerla bajo control, pero sin embargo otras se ven arrastradas por ella con todo lo que conlleva.
¿Cuándo tendríamos que hacer algo?
Si vemos que el motivo que nos ha enfadado nos hace reaccionar de forma desproporcionada y lo sentimos con mucha intensidad. También nos puede llamar la atención si lo sentimos con mucha frecuencia y por cosas pequeñas. Cuando expresamos nuestro enfado de manera inapropiada, perdiendo el control, o haciendo o diciendo cosas que después nos hacen sentirnos mal con nosotros mismos.
Cuando constantemente nos genera problemas en nuestras relaciones interpersonales. Por más desagradable que sea, el objetivo no es no sentirlo nunca, porque eso no es algo posible, sino aprender a gestionarlo.
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Aprende a entender lo que viene a decirte tu emoción. ¿Por qué me he enfadado? ¿Tengo motivos? A veces si lo pensamos bien, quizás no tengamos motivos para estar enfadado o, al menos, para darle tanta importancia.
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Trata de calmarte interiormente: Deja que los sentimientos pasen.
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No te quedes con tu enfado dentro y exprésalo, pero no de cualquier manera vale: Con firmeza, pero sin agresividad es la manera más sana de gestionarlo. El objetivo cuando estamos enfadados es dejar claras cuáles son nuestras necesidades y cómo cubrirlas sin hacer daño a los demás. La clave está en poder respetarse a ti mismo y a los demás. Esto también ayudará a que tus relaciones mejoren.
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Habla de ti en primera persona: Y no señales con el dedo a la otra persona, ya que esto hace que la otra persona se ponga a la defensiva porque lo siente como un ataque y muchas veces solo sirve para aumentar la tensión. Esto ayuda a ser claro y a la vez respetuoso y estás hablando de ti y de tus sentimientos con lo que hace la otra persona.
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Elige el momento y el lugar: Vemos que expresar nuestro enfado es la forma sana de hacerlo, pero también tenemos que entender cuando puede ser un buen momento tanto para nosotros como para la persona que se lo vamos a expresar y las circunstancias que rodean la situación. A veces puede estar bien alejarse un poco de ello y retomarlo en otro momento donde ambas personas estéis abiertas y receptivas al diálogo y la escucha, si no, no habrá servido de nada expresarlo.
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Atiende el lenguaje no verbal: Nuestro cuerpo también habla así que aunque sintamos que nuestro enfado ya no es tan intenso quizás nuestra cara, gestos o posturas aún hagan ver que seguimos enfadados. Hacer algo que tengamos la certeza de que nos ayudará, como caminar, cocinar, darnos una ducha, leer… puede a ayudar a eliminar por completo signos del enfado en nosotros.
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Piensa en qué necesitas: Si realmente quieres acabar de gestionar tu enfado, busca qué necesitas verdaderamente, qué crees que te aliviaría y haz algo; hablar con esa persona, tomar una decisión, descansar, decirle a tu jefe que no puedes seguir quedándote más horas, a tu pareja que no quieres ir todos los domingos a comer a casa de su familia y hacer algo vosotros solos o a tu amigo que no te gusta hacer ese plan. Porque hay veces que nuestro enfado viene de gotitas que han ido llenando un vaso y haciendo o diciendo algo a tiempo podemos evitar llegar a ese punto.
“Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo.”- Aristóteles-