“Demasiados dibujos a demasiada velocidad, convierten a mi hija en un especie de Gremlin”. Así de claramente es como define Marta, la reacción de su hija de 4 años ante las series de animación muy rápidas. Varios estudios ya establecen una relación directa entre la velocidad de los cambios de plano de las series infantiles y la falta de concentración, especialmente en los niños de etapa preescolar. La sobreexposición se traduce en más rabietas, mayor frustración y peor rendimiento académico.
La dictadura de la rapidez
Todo rápido, al instante: la compra, la pizza de la cena, el pedido de Amazon, los vídeos de Tik Tok…La era de la inmediatez ha llegado también a la vida de los más pequeños y lo ha hecho a través de algo tan inofensivo como son los dibujos animados. El consumo de animaciones rápidas afecta a su concentración y, según los psicólogos consultados por Psicología y Mente, esto puede tener consecuencias directas en su desarrollo emocional y cerebral.
Norma es madre de dos niñas de 4 y 7 años. Nunca había pensado en la rapidez de los dibujos ni en los múltiples cambios de plano hasta que en una charla del colegio, una psicóloga le alertó de sus efectos. Reconoce que le hubiera gustado seguir sus consejos, pero no lo hizo: ‘Miran la tele en casa de la abuela y es imposible controlar lo que ven”, admite esta madre. A su hija mayor, las series lentas “la aburren”. Marta acudió a la misma charla y decidió aplicar cambios.
Los días entre semana no deja que su hija vea la tele y si no hay más remedio, le da a elegir entre dos opciones: Pingu -un dibujo hecho a base de plastilina- o Pepa Pig, ambas series con planos fijos y lentos. “Si fuera por ella, escogería Paw Patrol”.
En 2011, un estudio de la universidad de Virgina concluyó que ver Bob Esponja durante 9 minutos afectaba negativamente la atención de los niños. Angeline S.Lillard i Jennifer Peterson investigaron si un programa de televisión a ritmo rápido influía inmediatamente en las funciones ejecutivas de los niños en edad preescolar en términos de atención y paciencia, por ejemplo para seguir instrucciones o esperar un turno. El experimento se realizó entre sesenta niños de 4 años: unos vieron Bob Esponja, otros un programa de dibujos educativo y al resto se les dio colores para pintar.
En el programa de ritmo rápido, la escena cambiaba cada 11 segundos y en el programa educativo, lo hacía por completo cada 34 segundos. Todos los participantes pasaron por las mismas pruebas: nombrar una secuencia de números al revés, o quedarse a solas en una habitación con un bol de dulces que no debían tocar. Los resultados mostraron que, el grupo de televisión a ritmo rápido tuvo un rendimiento peor que el grupo de dibujo; y, en la prueba de los caramelos, la espera de los niños que vieron Bob Esponja fue inferior al grupo de televisión educativa o de dibujo.
A una conclusión parecida llegó otro estudio realizado en 2023 por Katinka Halász i Beáta Kovács-Tóth. Las conclusiones también son contundentes. “Un solo episodio de un dibujo animado de ritmo rápido tiene (al menos a corto plazo) un efecto negativo en niños en edad preescolar”, mantiene el informe.
La gran pregunta es en qué se traduce este efecto. La neuroeducadora Elvira Perejón explica que los niños se muestran más irritables. “Pensamos que tienen una simple rabieta, pero no, lo que les pasa es que están sobre estimulados”, explica. “Les cuesta concentrarse, no saben esperar un turno, y a más exposición, más rabietas y más frustración’, añade. De hecho, también tienen más dificultades para atender al profesor y completar un ejercicio y, por lo tanto, tienen un rendimiento académico inferior. Para esta psicóloga, que también es maestra de primaria e infantil, el problema es el baño de dopamina que reciben: “Cada vez necesitan más estímulos para llegar al mismo nivel de placer y un paseo les puede parecer muy lento”.
La Abeja Maya vuela ahora a más velocidad
Catherine L’Ecuyer es doctora en educación y psicología, en sus ponencias, siempre cuenta que los dibujos que miraba de pequeña eran lentos. Un ejemplo evidente: la Abeja Maya volaba hace unos años atrás “lentamente” de una flor a otra”. Nada que ver con las nuevas versiones actuales, donde va “a una velocidad vertiginosa”.
Los creadores de contenido audiovisual creen que “la serie antigua es aburrida”, explica L’Ecuyer, y que esto ocurre “porque la industria ya no está en el negocio de entregar contenidos, sino de captar la atención de los que consumen. El producto, no es la película o la serie, es nuestro hijo”, concluye.
L’Ecuyer, que es autora del bestseller ‘Educar en el asombro’ alerta sobre el círculo vicioso de este tipo de diversión: “El ritmo que ofrecen las pantallas, hace que los niños se acostumbren a velocidades que no existen en el mundo real y cuando vuelven a la realidad, lenta y exigente, todo les aburre”, advierte.
Qué dibujos pueden ver los niños?
Según la Asociación Española de Pediatría los menores de 6 años no deberían ver ninguna pantalla y entre los 7 y 12 años, tan solo una hora como máximo al día. Perejón alerta que aparte de la rapidez de las animaciones también hay otros aspectos a tener en cuenta como los roles de los personajes.
En este sentido, los dibujos animados de otras generaciones (más lentos) no tienen porqué ser mejores: “Me escriben padres que ponen a sus hijos dibujos antiguos, pero ¡cuidado! porque en ellos hay machismo, bullying y experiencias tristes”. Unos aspectos que a diferencia de años pasados, afortunadamente, ahora las sociedades empiezan a tener en cuenta en el ámbito de la salud emocional.