El Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona, uno de los hospitales infantiles de referencia en Europa, ha acogido este mes la presentación del 15º Informe FAROS, centrado en el desarrollo y bienestar infantil: el sueño en la infancia y la adolescencia y su impacto en la salud. Bajo el título “Claves para un descanso reparador”, la jornada ha servido para dar visibilidad a una realidad ignorada por buena parte de la sociedad y del sistema sanitario: estamos criando generaciones que duermen mal, y las consecuencias son profundas, amplias y, en muchos casos, prevenibles, según los expertos.
Informe FAROS: una mirada a largo plazo de la salud materno-infantil
El informe forma parte del programa FAROS, una iniciativa del Hospital Sant Joan de Déu que desde 2008 actúa como observatorio de salud materno-infantil. En palabras del doctor Josep Serrat, director de planificación del hospital, “FAROS es una luz que lanzamos hacia adelante, una herramienta de prevención y divulgación que combina la evidencia científica con el empoderamiento de las familias y los profesionales de la salud”.
Serrat inauguró la jornada con una reflexión clave: el sueño no es un problema del futuro, sino una urgencia del presente. “A la salud no se llega solo curando enfermedades, también se consigue previniendo”, subrayó, denunciando la infradiagnosis generalizada de los trastornos del sueño y su escasa presencia en las estrategias de salud pública.
¿Por qué es esencial hablar del sueño en niños y adolescentes?
El sueño es mucho más que descanso. Es un proceso biológico activo, imprescindible para la consolidación de la memoria, el desarrollo neuronal, el funcionamiento del sistema inmunológico, la regulación emocional y la recuperación física. Sin embargo, los cambios sociales, tecnológicos y escolares están erosionando el tiempo y la calidad del sueño de los más jóvenes.
Durante la presentación, el doctor Gonzalo Pin, coordinador del Grupo de Sueño y Cronobiología de la Asociación Española de Pediatría, y el doctor Óscar Sanz, neurólogo pediátrico y jefe de la Unidad de Trastornos del Sueño del hospital, alertaron sobre el alarmante deterioro del sueño infantil y sus consecuencias físicas, cognitivas, emocionales y sociales.
Los cinco niveles que influyen en el sueño infantil
Según el doctor Pin, existen cinco sistemas interrelacionados que configuran el entorno del sueño
- Microsistema: la familia, sus hábitos, el uso de pantallas y los objetivos educativos del hogar.
- Mesosistema: los medios de comunicación y los horarios escolares desajustados a los ritmos biológicos.
- Macrosistema: la escasa formación del personal sanitario sobre el sueño (solo 7 minutos de media en los planes de estudio médicos).
- Cronosistema: el desfase entre los ritmos biológicos naturales (especialmente en la adolescencia) y las exigencias escolares y sociales.
- Ambiente: la contaminación lumínica y el cambio climático, que alteran la distinción natural entre día y noche.
Estos factores provocan una “pobreza de tiempo” que lleva a restarle horas al sueño. El resultado, según este especialista, es que actualmente existen niños y adolescentes agotados, con dificultades atencionales, emocionales y de salud.
Principales consecuencias de la falta de sueño en la infancia
Uno de los datos más impactantes presentados fue que uno de cada cuatro menores de entre 4 meses y 17 años no duerme lo suficiente. Este déficit tiene consecuencias inmediatas y a largo plazo:
- Problemas de aprendizaje y memoria.
- Aumento de trastornos del estado de ánimo (ansiedad, depresión).
- Trastornos de conducta (interiorizantes y exteriorizantes).
- Mayor riesgo de obesidad, hipertensión y diabetes.
- Empeoramiento de síntomas en niños con trastornos del neurodesarrollo.
El doctor Sanz fue, además, especialmente enfático en el impacto en familias con niños con necesidades especiales: “Los niños no duermen mal solos; las familias enteras no descansan, y eso merma su calidad de vida”, señala.
“No es lo mismo un problema a la hora de dormir que un trastorno de sueño” Una distinción esencial, según el doctor Pin, es que no es lo mismo un problema de sueño que un trastorno de sueño. El primero puede deberse a malos hábitos, falta de límites o desorganización familiar; el segundo, asegura, implica una patología médica concreta, de las más de 80 descritas. En ambos casos, la consecuencia suele ser la misma: un niño que no duerme bien, con todo lo que eso implica.
Y aunque solo un 6 % de los niños tiene un trastorno que requiere atención especializada, el resto no debe quedar invisibilizado. “No es aceptable seguir diciendo a las familias que ‘ya dormirán más adelante’”, defendió Sanz. La prevención empieza en casa, pero también en las políticas públicas y en la planificación educativa.
¿Qué es la higiene del sueño y por qué es tan importante aplicarla en niños y adolescentes?
Uno de los mensajes clave del informe FAROS es el valor de la higiene del sueño, un conjunto de prácticas cotidianas que favorecen un descanso adecuado. Entre ellas destacan:
• Establecer rutinas consistentes de sueño y vigilia. • Evitar el uso de pantallas al menos una hora antes de dormir. • Respetar la exposición natural a la luz solar durante el día. • Fomentar la actividad física regular (no cerca de la hora de dormir). • Crear un ambiente adecuado: oscuro, silencioso y con temperatura confortable.
“Dormir bien no empieza en la cama. Empieza al levantarse. Cuanto mejor pasamos el día, mejor dormimos por la noche”, recordó Sanz, apelando a una visión integral del bienestar.
¿Qué tratamientos debemos hacer los padres si nuestros hijos tienen un trastorno?
Ambos expertos coincidieron en que el abordaje debe ser multimodal, y que los fármacos deben reservarse para casos específicos y bajo indicación profesional. El abuso de melatonina o de benzodiacepinas —España es líder mundial en su consumo— es, de hecho, una preocupación creciente entre los profesionales.
En el caso de niños con trastornos del espectro autista, por ejemplo, la melatonina puede ser una herramienta clave, pero muchas veces no está cubierta por la sanidad pública, lo que genera desigualdades. “Una noche de descanso cambia completamente la predisposición del niño a las terapias y al aprendizaje”, explicó Sanz.
Propuestas de cambio
El informe FAROS no se limita a recomendaciones clínicas. Es una llamada a la acción para cambiar la cultura social del sueño. Tal como defendieron los ponentes, es necesario reformar los horarios escolares adaptándolos a los ritmos biológicos infantiles y también incluir el sueño en las campañas de salud pública y en la formación de los profesionales. Además, según estos especialistas, hace falta desestigmatizar el descanso: dormir no es perder el tiempo, es ganarlo en salud.
“Debemos dejar de tratar el sueño como un lujo y empezar a tratarlo como lo que es: una necesidad biológica no negociable”, concluye el doctor Pin, que añade que el 15º Informe FAROS busca precisamente eso, despertar a la sociedad sobre la importancia de un buen descanso desde el embarazo hasta la adolescencia.
En un momento en que los problemas de salud mental en jóvenes se disparan, y en el que las pantallas compiten con el sueño por la atención infantil, reeducar a las familias y a los profesionales es más urgente que nunca. El sueño no puede seguir siendo el eslabón débil del edificio de la salud. Debe ser uno de sus pilares fundamentales, junto con la alimentación, la actividad física y el bienestar emocional.
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