El peso de agradar: ¿y si ya no hicieras tanto esfuerzo?

Dejar la obsesión por gustar no te vuelve egoísta, te permite ser tú sin pedir perdón por existir.

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A menudo, lo que llamamos “bondad” es simplemente el resultado del miedo. Miedo a ser rechazados, abandonados o castigados si nos atrevemos a ser sinceros, espontáneos o libres. Desde edades muy tempranas, muchos aprendemos a desconectarnos de nosotros mismos para sobrevivir emocionalmente. Y en ese proceso, confundimos el amor con la aprobación, y el cuidado con la complacencia.

El problema no es querer ser buena persona. El problema es que te vacíes por completo intentando cumplir con una versión de "bondad" que no reconoce tu humanidad completa, tu rabia justa, tus límites, tus deseos, tu individualidad. Esa versión de "bueno" muchas veces no es más que obediencia condicionada a cambio de pertenencia.

Lenguaje, control y herencia emocional

Vivimos en sociedades donde las palabras tienen el poder de regular el comportamiento mucho antes que cualquier ley. "Modesto", "humilde", "educado", "respetuoso", "bueno": todas estas palabras pueden ser usadas para fomentar la conexión y la compasión… o para controlar, silenciar y encerrar.

Cuando una cultura premia el sacrificio silencioso y penaliza la autoafirmación, el lenguaje deja de ser un puente y se convierte en una jaula. La falsa humildad no es otra cosa que la invisibilización aprendida. Decir que no, defenderte o elegir algo distinto no debería hacerte sentir culpable. Pero si fuiste condicionado a creer que tu valor depende de cómo te ven los demás, romper esa lógica se siente como traición.

Y ahí aparece la angustia: ¿y si me vuelvo egoísta?, ¿y si me equivoco?, ¿y si ya no me quieren? Son preguntas legítimas. Pero muchas veces no vienen de tu yo presente, sino de una parte de ti que aprendió que la seguridad emocional dependía de anularte.

Amar(se) no es lo contrario de considerar a los demás. Es, de hecho, la única base posible para vincularse sin dependencia, sin manipulación, sin sumisión disfrazada de lealtad. Por eso el camino hacia una vida auténtica no se trata de volverse duro o indiferente. Se trata de soltar el guión que te decía cómo deberías ser para merecer. Se trata de reconectar con tu cuerpo, tu intuición, tus límites y tu verdad.

Tu derecho a ocupar espacio

Cuando dejas de intentar agradar a todos, no te vuelves malo. Te vuelves real. Y no hay acto más revolucionario que habitarte por completo en un mundo que saca ventaja de tu fragmentación.

Te invito a hacerte estas preguntas: ¿Qué parte de mí ha aprendido a sentirse segura solo si es útil? ¿A quién estoy protegiendo cuando no digo lo que necesito? ¿Qué gano al sostener esta imagen de “buena persona”? ¿Cuánto me cuesta emocionalmente intentar no incomodar a nadie?

Ser bueno, si eso significa anularte, no es virtud. Es supervivencia. Y tú mereces más que sobrevivir: mereces vivir en plenitud, ser libre, contradecirte, cambiar de opinión, evolucionar. Merezcas incluso desagradar a quienes te aman por tu sumisión, no por tu ser completo.

El camino hacia tu autenticidad puede doler. Puede que pierdas vínculos que solo existían bajo la condición de tu obediencia. Pero lo que queda —y lo que nace de ahí en adelante— es genuino. Y eso no tiene precio. Tal vez no seas siempre "bueno". Pero serás verdadero. Y eso, en el fondo, es mucho más digno.

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Natalia Valencia. (2025, junio 25). El peso de agradar: ¿y si ya no hicieras tanto esfuerzo?. Portal Psicología y Mente. https://psicologiaymente.com/psicologia/el-peso-de-agradar-y-si-ya-no-hicieras-tanto-esfuerzo

Psicoterapeuta

Barcelona
Terapia online

Natalia Valencia es psicoterapeuta especializada en manejo de ansiedad, duelo, autoestima y gestión emocional con Terapia Humanista Online.

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