No importa si estás esperando la respuesta de ese trabajo que te ilusiona, si estás luchando por aprender una nueva herramienta en el trabajo que te cuesta mucho entender, o si te angustia no saber hacia dónde va tu relación de pareja. A veces la incertidumbre llega en cosas grandes y otras veces en detalles que, aunque parezcan pequeños, nos remueven por dentro.
De eso se trata lo que estás por leer; vamos a hablar de resiliencia. No como un discurso motivacional, sino como una habilidad que se entrena, que se ajusta a tu vida diaria y que puede ayudarte a convivir mejor con lo que no puedes controlar.
Hablemos en serio: ¿qué es y qué no es la resiliencia?
A veces se piensa que una persona resiliente es alguien que no siente miedo, que todo lo puede, que se levanta cada vez como si nada. Pero, no, eso no es resiliencia. De hecho, esa idea está más cerca de una expectativa irreal que de una herramienta útil.
La resiliencia no tiene que ver con aguantar por aguantar ni tampoco con “poner buena cara” o con ignorar lo que duele. Y, por si lo has pensado, tampoco es callar y apretar los dientes hasta que pase el mal momento. Es algo mucho más activo y, sí, más incómodo también.
Ser resiliente es reconocer lo que sentimos (sea miedo, enojo, ansiedad, tristeza, etc.) sin esconderlo ni maquillarlo. Es entender qué nos están diciendo esas emociones y actuar desde ahí, con cuidado, pero también con intención. Una persona resiliente no se hace la fuerte; se permite ser realista. Acepta lo difícil, pero no se queda ahí.
Y tampoco se trata de un optimismo a toda costa. La resiliencia no es pensar que todo va a salir perfecto; es saber que puede salir bien o mal, y estar preparado o preparada para cualquiera de las dos cosas. Eso sí, con confianza en que vas a poder gestionarlo, incluso si te duele o te incomoda.
Y lo más importante: no es algo con lo que se nace. Es una habilidad. Eso significa que se puede aprender, practicar y mejorar. Y, sí, puede que al principio cueste, pero con práctica se fortalece.
Cómo la resiliencia ayuda a gestionar la incertidumbre
La incertidumbre incomoda. Es ese espacio en el que no sabes qué va a pasar y donde, muchas veces, tu mente empieza a imaginar todos los escenarios posibles (y, claro, casi siempre los peores).
Ahí es donde entra la resiliencia. No para eliminar la incertidumbre, porque eso no se puede, sino para aprender a estar dentro de ella sin sentir que te estás hundiendo.
Las personas resilientes no tienen menos incertidumbre en su vida, pero sí han aprendido a tolerarla mejor, porque no intentan controlar todo. Saben que hay cosas que no dependen de ellas, y en lugar de desgastarse tratando de prever cada variable, eligen enfocar su energía en lo que sí pueden hacer: sus acciones, sus decisiones, su forma de cuidarse mientras tanto.
Además, la resiliencia les ayuda a aceptar que no saber también forma parte de vivir. No todo se puede anticipar, no todo se puede resolver ya. Eso no significa resignarse, sino comprender que la espera, el error y el cambio también tienen su lugar.
Otra ventaja de la resiliencia es que permite recuperar el equilibrio emocional después de una situación difícil. Porque sí, vas a sentirte mal en algunos momentos, pero gracias a esta herramienta, el malestar no se vuelve permanente ni te define. Es más fácil volver a conectar con lo que te importa, ajustar lo necesario y seguir.
Estrategias prácticas para entrenar la resiliencia
Te daremos algunas claves sencillas que puedes aplicar en tu día a día para que puedas entrenar esta habilidad tan importante para la vida:
1. Nombra lo que estás sintiendo (sí, con palabras concretas)
Cuando sientas que algo te desborda, haz una pausa de 1 minuto y ponle nombre a tu emoción. No te quedes con "me siento mal". Pregúntate: ¿es miedo, rabia, tristeza, frustración, culpa?
Tener claridad sobre lo que sientes ya baja la intensidad. Puedes escribirlo en tu celular o decirlo en voz baja, y verás cómo este simple acto entrena tu autoconciencia emocional.
2. Usa esta pregunta cada vez que te paralices por algo incierto:
La pregunta es sencilla: “¿Qué sí está en mis manos ahora?”
Haz una lista rápida (mental o escrita) con 2 o 3 cosas concretas que sí puedes hacer hoy. A lo mejor no puedes decidir si te van a contratar, pero sí puedes mejorar tu CV, enviar otro correo, darte un descanso, o hablar con alguien que te oriente.
3. Haz un repaso rápido de tus micrologros del día
Antes de acostarte, anota o piensa en al menos tres cosas que lograste hoy, incluso si no te parece demasiado grande. Algo que resolviste, que entendiste o enfrentaste, aunque te haya costado. Esto entrena tu mente para no enfocarse solo en lo que falta o salió mal sino para darle prioridad a lo positivo.
4. Crea tu red de apoyo (y úsala)
Elige 2 o 3 personas con las que te sientas cómodo hablando cuando estás mal. Tenlas identificadas. No tienes que contarles todo siempre, pero saber que están ahí ya alivia. Y no necesariamente tienen que brindarte soluciones, simplemente puedes hacerles saber que necesitas a alguien con quien hablar.
5. Prueba el "modo aprendiz" cuando falles
La próxima vez que algo no te salga como esperabas, cambia la pregunta automática de “¿por qué me pasa esto?” por: “¿Qué puedo aprender de esto que me sirva para la próxima?”
Esta es una manera de ejercitar la flexibilidad mental sin la necesidad de obligarte a mantener una actitud positiva. Esto tal vez no minimice lo que pasó, pero te ayuda a sacar algo útil de ahí.
6. Prepara tu “kit de emergencia emocional”
Haz una lista en tu móvil con cosas que sabes que te hacen bien cuando te sientes mal:
- Canciones que te calman o te levantan.
- Actividades que te centran (dibujar, cocinar, ordenar).
- Frases que te tranquilizan.
Tener esto a mano (o en la mente) evita que, en el momento difícil, tengas que pensar desde el caos.

Escuela Europea De Coaching
Escuela Europea De Coaching
Ampliando futuros: Acompañando a personas y organizaciones a través del Coaching Ejecutivo
7. Recuerda tus momentos difíciles superados
Tómate 5 minutos para pensar en algún momento complicado que viviste hace tiempo y que pudiste atravesar. ¿Qué hiciste? ¿Quién te ayudó? ¿Qué aprendiste de ti en esa etapa? Este ejercicio refuerza tu confianza en que sí puedes pasar por momentos difíciles y salir adelante.
Como puedes notar, entrenar la resiliencia no significa volverte inmune a lo que duele. Significa que aprendes a estar contigo mismo en los momentos en que nada está claro. Y, sobre todo, que confías en que lo vas a manejar. No porque todo sea fácil, sino porque tú te estás fortaleciendo.


Newsletter PyM
La pasión por la psicología también en tu email
Únete y recibe artículos y contenidos exclusivos
Suscribiéndote aceptas la política de privacidad