Partimos del error que consiste en creer que “yo soy mis pensamientos”. Convence a tu mente de algo y esa será su verdad. Si comenzamos desde una base tan sumamente equivocada, lo que añadamos encima no hace más que acrecentar el desconcierto. Todo ello parte de los paradigmas establecidos a lo largo y ancho de este mundo. Estamos saturados de mensajes que nos mantienen creyendo que somos lo que pensamos, lo que decimos o lo que hacemos. Y así va todo.
Sin duda, es importante observar que la realidad de consumo actual en la que habitamos se basa en convencernos de que esto es así y compramos sus productos para mejorar nuestra vida.
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Las creencias, la verdad y la mente humana
Frases míticas como la del amigo René Descartes: «Pienso luego existo», cuya traducción literal y original es más parecida a «Pienso, luego soy» nos muestra cómo, si seguimos viviendo con determinadas creencias (las cuales se dan por ciertas), nuestra vida no puede ser otra cosa más que un verdadero y dañino caos. Entonces, dependiendo de la filosofía, religión o fuente donde investigues encontrarás diversas y curiosas respuestas. ¿Y sabes qué? Puedes estar seguro de que así es.
Lo único que importa es lo que tu mente cree. Como te comentaba, tu cerebro es un rebelde al que no le importan cuántas pruebas o personas digan algo, porque él solo se focalizará en una cosa: “lo que yo creo es la auténtica verdad de las verdades verdaderas”. Esto te puede parecer exagerado o ridículo, pero, ¿conoces a alguien que se haya peleado o haya matado a otra persona por pensar distinto? ¿Has visto alguna vez que seguidores de algún deporte ataquen o luchen con otros porque creen que su verdad es la buena? ¿Has observado que individuos, por tener distintos credos, se confundan, piensen que su religión es mejor y única, y entren en guerra por defender la supuesta creencia?
Hay millones de ejemplos acerca de la locura que supone creer que tu modo de discurrir es el único válido. La mente es una herramienta extremadamente potente, y como tal, es fundamental ser consciente de ello y utilizarla de manera responsable. Da igual lo que te cuentes porque todas las creencias son mentira. Las ideas sobre las creencias no son más que formulaciones que en un momento determinado instalamos en nuestro modus vivendi.
Y esto lo desarrollamos en la serie completa de 7 libros, “Abre los Ojos”. Por experiencia propia, ahora mismo, puedes tener una concepción sobre algo, y en un minuto cambiarla frente a algo que no ha variado en su esencia.
La realidad de nuestras realidades
Imagina una persona que va por la mañana en el autobús rumbo a su trabajo como cada día, con una sonrisa en la cara porque es un medio de transporte que le encanta, le resulta barato y adaptado a sus necesidades, sufre un accidente de tráfico brutal donde mueren muchas personas y este queda muy grave en el hospital durante meses. ¿Crees que mantendrá su opinión sobre que el autobús es un gran medio de transporte, barato, práctico y seguro? Es posible, pero poco probable. Lo más lógico sería que su nueva idea fuera: “El autobús es un sitio terrible donde no quiero volver a estar, o es muy peligroso o cualquier método de transporte es más seguro”. Todas estas premisas son tan ciertas o falsas como la inicial.
Entonces lo que hoy es blanco o bueno, mañana puede ser negro o malo; lo que ahora te causa alegría, mañana podría ser motivo de tristeza. Sabes que vivimos en un mundo polar y que pensar que lo que piensas es una certeza absoluta, profunda e inconmensurable, es como el resto de creencias, una verdad a medias, o una mentira a medias, o simplemente algo sobre lo que no puedes establecer unos cimientos fijos de vida porque en un futuro cercano tal vez estos se muevan, cambien por completo y lo más útil para ti sea adaptarte al cambio previsible de que, por ejemplo: “Estoy enamorado de mi pareja, la quiero y deseo estar siempre con ella” (creencia 1) o que “No estoy enamorado de mi pareja, no la quiero y deseo estar solo” (creencia 2).
Tal vez hayas vivido la catástrofe que supone haber dado por irrefutable esta creencia que, como todas las creencias, varió. Pero lo mejor de este gran daño es que era previsible, evitable y, en muchos casos prescindible, si hubieras hecho los deberes antes.