Algunas relaciones están condicionadas por el chantaje, la manipulación o la instrumentalización. Es decir, algunos vínculos experimentan el impacto de la falta de empatía, comprensión, sensibilidad y asertividad. La ley del hielo se materializa en relaciones en las que no existe una igualdad plena y una colaboración entre los protagonistas. Es decir, uno de ellos adopta un rol de superioridad, lejanía y dominio frente al otro. No solo puede producirse en una relación sentimental, sino también en vínculos familiares o lazos de amistad.
¿Qué es la Ley del hielo?
Es un tipo de castigo emocional que daña a la víctima a través del vacío, el silencio, la ausencia o la indiferencia. La ley del hielo deriva en un tipo de comportamiento que se alinea con un objetivo principal: condicionar a la otra persona para que cambie de opinión, pida perdón o se sienta responsable de lo que ha ocurrido.
Conviene mencionar que es una respuesta que suele contextualizarse en conversaciones y gestos que han derivado en un enfado. En ese caso, el desencuentro no se resuelve de manera asertiva por medio del diálogo y la escucha. El conflicto se prolonga y se estanca durante varios días en los que la víctima percibe la distancia impuesta por la otra parte. Sin embargo, no entiende las razones y los motivos de ese comportamiento porque no ha recibido una explicación al respecto.
El alcance de la ley del hielo va más allá de la convivencia directa en el hogar. La indiferencia también puede materializarse por medio de otras formas de contacto. Así ocurre cuando el sujeto decide no responder de manera intencional los mensajes que recibe a través del teléfono. Y, si lo hace, contesta con monosílabos que no alimentan la continuidad en la interacción o cambia de tema.
Uno de los grandes riesgos de este patrón de comportamiento es que llegue a normalizarse en una relación de pareja o amistad. Es una forma de abuso porque la respuesta no tiene en cuenta los sentimientos, el bienestar emocional o el valor de la otra persona. Es decir, es un comportamiento que daña la autoestima y la tranquilidad. El afectado entra en una dinámica en la que intenta adivinar o presuponer qué ha pasado. No encuentra una respuesta concreta en el otro, ya que se cierra ante un posible diálogo. Puede llegar a cargar con un peso que no le corresponde. A veces, se siente culpable por un asunto del que no es responsable directo. Sin embargo, la otra persona le hace sentir de ese modo. Le trata como si hubiese cometido un error muy grave y no le concede la oportunidad de profundizar en el tema.
Qué efectos y consecuencias produce la ley del hielo
Además del sufrimiento emocional que causa en la víctima, es un tipo de comportamiento que debilita la confianza y el diálogo. La víctima empieza a observar giros inesperados en la relación. Es decir, percibe comportamientos que no entiende realmente en el otro. Por ello, evita decir ciertas cosas o actuar de determinada manera para no crear un posible conflicto. Pero la ley del hielo no desaparece de este modo. La indiferencia puede aplicarse en situaciones muy diferentes (y no solo después de un enfado).
Esta dinámica no debe confundirse con el espacio que una persona puede buscar de forma consciente para reflexionar sobre un asunto. Por ejemplo, alguien puede tomarse un tiempo antes de mantener una conversación pendiente. Su silencio no tiene la intención de herir al otro. No se prolonga durante un periodo excesivo, sin que la otra parte entienda verdaderamente qué está sucediendo. La ley del hielo es un tipo de castigo que hiere y duele. Por este motivo, es importante no permanecer en una relación de amistad o pareja en la que se producen ese tipo de episodios. Es recomendable comentar lo que está ocurriendo, exteriorizar los sentimientos y pedir ayuda en el entorno cercano o en el ámbito profesional.
También es posible pedir ayuda especializada para desarrollar nuevas formas de afrontamiento ante las diferencias y los conflictos cotidianos. En algunos casos, quien obra de este modo no es verdaderamente consciente de las consecuencias que produce en el otro. Se encierra en su posición, pero no conecta con las emociones del interlocutor. El asesoramiento psicológico puede ser esencial para crear cambios positivos que se alejan de esa dinámica negativa que el sujeto ha repetido en escenas diferentes, pero con algún aspecto en común: esas situaciones han roto sus expectativas por alguna razón. Y, en lugar de hablar sobre cómo se ha sentido, ha respondido con la indiferencia y el silencio.