En los últimos años, el movimiento incel ha captado la atención pública por su creciente presencia en internet y su impacto en la vida de miles de jóvenes, principalmente hombres. Los incels, o “célibes involuntarios”, se definen por su dificultad para establecer relaciones afectivas y sexuales, una situación que, lejos de ser solo personal, se ha convertido en el núcleo de una identidad colectiva.
Un reciente estudio de la Universidad McGill ha revelado un aspecto preocupante de esta subcultura: la precariedad laboral no solo es una consecuencia de su exclusión social, sino que se ha transformado en un símbolo de pertenencia y resistencia dentro del grupo. Comprender cómo y por qué el movimiento incel ancla a sus miembros en la inactividad es clave para abordar este fenómeno social.
¿Quiénes son los incels?
El término “incel” proviene del inglés “involuntary celibate” (célibe involuntario) y se refiere a personas, en su mayoría hombres jóvenes y heterosexuales, que se autodefinen como incapaces de encontrar pareja romántica o sexual, a pesar de su deseo de hacerlo. Aunque la falta de relaciones afectivas no es un fenómeno nuevo, el movimiento incel ha adquirido notoriedad en la última década gracias a la proliferación de comunidades en línea donde sus miembros comparten experiencias, frustraciones y, en muchos casos, ideologías extremas.
Los incels suelen atribuir su situación a factores externos, como su apariencia física, la superficialidad de la sociedad o la supuesta discriminación por parte de las mujeres. Esta visión fatalista y pesimista alimenta un sentimiento de victimización colectiva, que se refuerza en los foros y redes sociales dedicados al tema. En estos espacios, los usuarios encuentran comprensión y validación, pero también una peligrosa retroalimentación de ideas negativas y autodestructivas.
Demográficamente, la mayoría de los incels son jóvenes adultos, muchos de ellos estudiantes o desempleados, que experimentan altos niveles de soledad, ansiedad y baja autoestima. La pertenencia a la comunidad incel no solo responde a una necesidad de apoyo emocional, sino que también cumple una función identitaria: ser incel se convierte en una etiqueta que define su relación con el mundo y con los demás. Así, lejos de buscar soluciones individuales, muchos incels adoptan una postura de resignación y rechazo hacia la sociedad, profundizando su aislamiento y dificultando su integración social y laboral.
El estudio: metodología y hallazgos principales
El reciente estudio realizado por investigadores de la Universidad McGill se propuso entender cómo la cultura incel influye en la relación de sus miembros con el empleo y la educación. Para ello, los autores analizaron más de 1,200 comentarios publicados en 171 hilos de discusión de uno de los foros incel más populares, durante dos semanas en el otoño de 2022. Esta metodología cualitativa permitió a los investigadores captar no solo las opiniones individuales, sino también las dinámicas colectivas y los mecanismos de refuerzo grupal presentes en estos espacios virtuales.
Uno de los hallazgos más destacados es que la precariedad laboral y la inactividad no son solo consecuencia de dificultades personales o problemas de salud mental, sino que en muchos casos forman parte de una postura ideológica compartida. En los foros, el desempleo y la falta de estudios o formación se presentan como símbolos de autenticidad y lealtad al grupo. Los miembros que buscan trabajo o muestran interés en mejorar su situación suelen ser descalificados como “fakecels”, una etiqueta que los señala como menos comprometidos con la identidad incel.
El análisis reveló que solo una minoría -aproximadamente una cuarta parte de los participantes- animaba a otros a estudiar o trabajar para salir de su situación. La gran mayoría, en cambio, promovía la idea de que el empleo y la integración social carecen de sentido en ausencia de una pareja romántica, reforzando así el aislamiento y la inactividad. Además, el estudio identificó una fuerte presión de grupo para mantener el estatus de NEET (ni estudian, ni trabajan, ni se forman), que es visto como un “sello de pureza” dentro de la comunidad.
Estos resultados demuestran que la cultura incel no solo refleja una realidad de exclusión, sino que también la perpetúa activamente, dificultando la reinserción social y laboral de sus miembros y consolidando la precariedad como parte central de su identidad colectiva.
El desempleo como identidad y resistencia
Uno de los aspectos más inquietantes que revela el estudio es cómo el desempleo y la inactividad se han transformado en elementos centrales de la identidad incel. En estos espacios virtuales, no trabajar ni estudiar no solo es una consecuencia de las dificultades personales o del rechazo social, sino que se convierte en una declaración de principios y una forma de resistencia frente a lo que los incels llaman la “soyciedad” (un término despectivo para referirse a la sociedad actual, vista como superficial y hostil).
Dentro de los foros analizados, los usuarios utilizan el estatus de desempleado como una especie de medalla de autenticidad. Ser un “truecel” -un incel auténtico- implica rechazar los valores y expectativas sociales tradicionales, como el éxito profesional o la autosuperación, que consideran inútiles en ausencia de una vida amorosa satisfactoria. Por el contrario, quienes muestran interés en buscar empleo, estudiar o mejorar su situación personal son rápidamente etiquetados como “fakecels”, es decir, falsos incels que no comprenden ni respetan la esencia del grupo.
Esta dinámica de “policía interna” es fundamental para entender por qué tantos jóvenes incels permanecen atrapados en la precariedad. La presión de grupo no solo desalienta cualquier intento de reintegración social o laboral, sino que además convierte el aislamiento y la pasividad en símbolos de pertenencia y lealtad. Así, el desempleo deja de ser un problema a resolver para convertirse en un rasgo identitario, reforzado y celebrado por la comunidad.
Este fenómeno tiene profundas implicaciones: al transformar la precariedad en una virtud, la cultura incel dificulta la búsqueda de ayuda externa y perpetúa el ciclo de exclusión. El resultado es una comunidad cerrada, donde la resistencia a la integración social y laboral se convierte en un valor central y donde cualquier intento de cambio es visto como una traición.
Factores psicológicos y sociales
La situación de los incels no puede entenderse únicamente desde la perspectiva de la ideología grupal; es fundamental considerar los factores psicológicos y sociales que alimentan y perpetúan esta realidad. Muchos de los jóvenes que se identifican como incels han experimentado, según el estudio, altos niveles de discriminación, acoso y rechazo tanto en entornos escolares como laborales. Estas vivencias refuerzan sentimientos de incompetencia, inseguridad y baja autoestima, dificultando su capacidad para establecer relaciones saludables y para integrarse en el mundo laboral o académico.
El aislamiento social es otro factor clave. La falta de redes de apoyo y la sensación de no pertenecer a ningún grupo fuera de la comunidad incel profundizan la alienación. En este contexto, los foros incel se convierten en un refugio donde los miembros encuentran validación y comprensión, pero también una peligrosa retroalimentación de ideas negativas y autolimitantes. La interacción constante con discursos fatalistas refuerza la creencia de que el cambio es imposible y que la sociedad está estructuralmente en su contra.
Además, la salud mental juega un papel determinante. Problemas como la depresión, la ansiedad social y la baja autoestima son comunes entre los incels y, a menudo, no reciben atención ni tratamiento adecuado. Esta combinación de factores personales y sociales crea un círculo vicioso: la exclusión alimenta la desesperanza, y la desesperanza refuerza la exclusión.
Comprender estos elementos es esencial para diseñar estrategias de intervención efectivas, que no solo aborden la dimensión laboral, sino también el bienestar emocional y la reconstrucción de vínculos sociales positivos.
Implicaciones sociales y posibles soluciones
El fenómeno incel y su rechazo activo hacia el empleo y la integración social representan un desafío complejo para la sociedad. No se trata únicamente de un problema de desempleo juvenil, sino de una cuestión multifacética que implica identidad, salud mental y dinámicas comunitarias en línea. La consolidación del desempleo como valor y símbolo de pertenencia dentro de la cultura incel dificulta enormemente cualquier intento de reinserción social y laboral, perpetuando la precariedad y el aislamiento.
El estudio de la Universidad McGill subraya la necesidad de abordar este fenómeno con estrategias integrales y sensibles a la realidad de estos jóvenes. Los programas tradicionales de formación y búsqueda de empleo, aunque necesarios, resultan insuficientes si no van acompañados de intervenciones en el ámbito psicológico y comunitario. Es fundamental ofrecer apoyo en salud mental, espacios de escucha y acompañamiento, así como oportunidades para reconstruir la autoestima y el sentido de pertenencia fuera de los círculos incel.
Asimismo, es clave trabajar en la prevención de la radicalización en entornos digitales, promoviendo discursos alternativos y positivos sobre la masculinidad, las relaciones y el éxito personal. La sensibilización social y la educación sobre la diversidad de trayectorias vitales pueden ayudar a romper los estigmas que alimentan el aislamiento de estos jóvenes.
En última instancia, la solución pasa por entender que la integración de los incels en la sociedad requiere empatía, recursos y un enfoque multidisciplinario, que combine la intervención laboral, el apoyo emocional y la transformación de las narrativas que perpetúan la exclusión.
Conclusiones
En conclusión, el estudio revela que la cultura incel transforma la precariedad laboral en un valor identitario, dificultando la integración social y perpetuando la exclusión. Abordar este fenómeno requiere estrategias que combinen apoyo psicológico, programas de empleo y una transformación de las narrativas en torno a la masculinidad y el éxito, promoviendo así la inclusión y el bienestar de estos jóvenes.


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