Hace unos años se emitió la serie “The United States of Tara”, cuya protagonista, Tara, una ama de casa norteamericana, compartía casa con su marido, sus dos hijos y, en su cabeza, sus otras cuatro personalidades. Tara tenía trastorno de identidad disociativo.
Este trastorno forma parte de los trastornos disociativos, unas condiciones psicológicas en las que la persona se despega de la realidad, o incluso puede que, al igual que con Tara, su personalidad se fragmente y emerja en forma de otras nuevas.
A continuación veremos más a fondo cuáles son estos trastornos, qué entendemos por la idea de disociación, además de los síntomas y posibles causantes de los mismos.
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¿Qué son los trastornos disociativos?
Los trastornos disociativos son un conjunto de trastornos mentales en los que el síntoma principal es la desconexión de la realidad, además de una falta de continuidad entre pensamientos, recuerdos y vivencias conscientes de la persona. Las personas que sufren este tipo de trastornos se escapan de la realidad de forma involuntaria, lo cual les ocasiona serios problemas en su vida diaria.
La causa de estos trastornos suele ser traumática, y la aparición de los mismos puede ser interpretada como una consecuencia de las dificultades del cerebro a la hora de procesar determinados contenidos que tienen una gran carga emocional aversiva. Por otro lado, también puede ser resultado de una lesión cerebral o de malformaciones en el encéfalo.
Hay que aclarar que la disociación con la realidad no suele ser únicamente de naturaleza perceptiva o intelectual; es también de tipo emocional. Por ejemplo, hay personas que sufren un síntoma disociativo conocido como desrealización, en el que se tiene la sensación de que parte o la totalidad de lo que hay a nuestro alrededor no es real, es apenas una sombra de lo que de verdad existe; en todo caso, se trata de una experiencia difícil de plasmar en palabras, de raíz emocional y sobre todo subjetiva.
¿Qué entendemos por disociación?
En esencia, hablamos de disociación al estado en el que se da una desconexión, más o menos grave, entre la realidad y la percepción de la persona. Las experiencias disociativas no se integran de forma consciente, implicando perturbaciones en el continuum de sus pensamientos, memoria y sentido de identidad, aspectos que, por lo general, son procesados de forma consciente.
Todos, en algún momento de nuestras vidas, hemos disociado. Por ejemplo, es muy frecuente el estar leyendo un libro y desconectar por completo de lo que sucede a nuestro alrededor. Este mecanismo es muy útil cuando queremos enterarnos de lo que estamos leyendo, pero nos encontramos en un entorno ruidoso. Al desconectar de las distracciones nos introducimos por completo en la historia del libro delante nuestro.
Otro ejemplo sería cuando vamos caminando a clase o al trabajo y vamos pensando en nuestras cosas, sin prestar atención en lo que nos encontramos por el camino. Como se trata de un trayecto que ya conocemos, lo tenemos muy automatizado, y no prestamos atención a los detalles que haya por el camino. Al igual que con el caso del libro, esto son situaciones en que disociar no es patológico. Supone un ahorro de nuestros recursos cognitivos, dado que no prestamos atención a lo que no nos hace falta.
El problema real viene cuando esta disociación nos hace ser incapaces de recordar lo que estamos haciendo, o nos separa de nuestro presente material, el que está más allá de nuestra subjetividad. Es como si, por un momento, nos hubiéramos despegado de nuestro cuerpo y este actuara de forma independiente, pero sin que luego nos acordemos de lo que estaba haciendo. Este automatismo se da incluso en situaciones en las que se debería prestar mucha atención.
Sintomatología común
Al haber varios trastornos disociativos, cada uno de ellos tiene síntomas característicos. Sin embargo, sí que presentan sintomatología común:
- Pérdida de memoria de ciertos períodos, eventos, personas o información personal.
- Sensación de estar despegado de uno mismo, física y emocionalmente.
- Percepción de que alrededor es irreal y está distorsionado.
- Estrés e incapacidad para hacerle frente.
- Problemas relacionales, personales, laborales y en otras áreas vitales importantes.
- Depresión.
- Ansiedad.
- Pensamientos e intentos suicidas.
Prevalencia
La prevalencia de los trastornos disociativos se estima entre el 2 y 3% en la población general, aunque hay estudios que apuntan al 10%. La disociación puede darse en formas agudas o crónicas. Las probabilidades de que se den tras la vivencia de un evento traumático son muy altas, cercano al 70% de los casos, aunque lo normal es que los síntomas asociados duren como mucho unas semanas.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que la presencia de los trastornos disociativos no tiene por qué mantenerse durante toda la vida; pueden aparecer y desaparecer llagado determinado momento.
Tipos de trastornos disociativos
De acuerdo con el DSM-5, son tres los trastornos disociativos principales, más un cuarto que recoge síntomas propiamente disociativos pero que no encajan en su totalidad con los otros tres diagnósticos:
1. Amnesia disociativa
El síntoma principal es la pérdida de memoria, mucho más grave que un simple olvido cotidiano, que no se puede justificar por la existencia de una enfermedad neurológica previa.
La persona no es capaz de recordar información importante sobre sí misma, ni tampoco sobre eventos vitales y personas relevantes, especialmente aquellos que tienen que ver con el momento en el que se dio el evento traumático.
A veces, la persona lleva a cabo una fuga disociativa, es decir, deambula en un estado de confusión sin ser consciente de lo que ocurre a su alrededor.
El episodio de amnesia se presenta de forma repentina, y su duración puede ser muy variable, yendo de a pocos minutos hasta años. Generalmente, los pacientes con amnesia disociativa son conscientes de su pérdida de memoria, que suele ser reversible.
Este es el trastorno disociativo específico más común de los tres, y es el que se puede ver con frecuencia en lugares como salas de emergencia de los hospitales, acompañada de otros trastornos como los de la ansiedad.
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2. Trastorno de identidad disociativo
Este trastorno era conocido antes como “trastorno de personalidad múltiple”, y se caracteriza por la alternancia entre diferentes personalidades. Es la forma más severa y crónica de la disociación. Los cambios de personalidad suelen estar motivados por algún efecto ambiental, sobre todo situaciones estresantes. Es el trastorno que sufre la protagonista de “The United States of Tara”.
La persona siente la presencia de dos o más personas en su mente, con personalidades diferentes a la suya y que, en situaciones de estrés o ante la presencia de ciertos activadores, una de esas personalidades la posee y se convierte en ella. De todas formas, la personalidad principal, que suele corresponderse con el nombre legal del paciente, no suele estar enterada de la existencia de otras personalidades.
Lo curioso de este trastorno es que cada personalidad puede tener su propio nombre, historia personal, género, edad, diferencias en la voz, acento o, incluso uso de complementos que de normal no necesita la personalidad original, como pueden ser gafas.
Realmente, no se trata de personalidad totalmente formadas, sino más bien representan algo así como una identidad fragmentada. La amnesia asociada a este trastorno es asimétrica, es decir, las diferentes personalidades recuerdan aspectos diferentes de la vida del paciente (algo similar al efecto Rashomon).
Aunque al principio de la terapia los pacientes suelen presentar entre 2 y 4 personalidades diferentes, a medida que va evolucionando el tratamiento se pueden llegar a revelar más de 15.
3. Trastorno de despersonalización-desrealización
En este trastorno se pueden dar una o las dos situaciones diferentes.
La persona sufre una desconexión de sí misma, dándole la sensación de observar sus acciones, sentimientos y pensamientos desde cierta distancia, como quien juega a un videojuego en perspectiva de tercera persona. Este síntoma es la despersonalización.
En otros casos se puede sentir que las cosas que le rodean son distantes, poco nítidas, como si se estuviera soñando. Este síntomas es la desrealización, o la sensación de que la realidad no es real.
4. Trastorno disociativo no especificado
Esta etiqueta es, en la práctica clínica, el diagnóstico más común. Se trata de aquellos casos en los que se presentan síntomas disociativos pero que no se corresponden por completo a uno de los tres trastornos anteriores. Por ello, aquí quedan englobados casos que presentan características muy variadas y heterogéneas, por lo que su tratamiento es complicado a causa de la falta de referentes.
Posibles causas
Los trastornos disociativos suelen considerarse como un mecanismo de defensa para afrontar eventos traumáticos, con la intención de proteger la integridad psíquica de quien ha sido víctima de los mismos.
Una de las causas más comunes es el haber presenciado o sufrido abusos físicos, emocionales, verbales y sexuales durante la infancia, actos comunes en situaciones de maltrato familiar. El niño vive estas situaciones domésticas como algo realmente aterrador, especialmente por el hecho de que la conducta del maltratador es algo muy impredecible. El pequeño vive una situación constante de indefensa y estrés. Otras situaciones traumáticas son haber vivido una guerra, un atentado terrorista o una catástrofe natural.
Dado que la identidad personal es algo muy moldeable en la infancia, la vivencia de situaciones estresantes pueden afectar de por vida al pequeño, emergiendo psicopatología una vez alcanzada la edad adulta. También, y debido a que la personalidad e identidad todavía no están formadas, a un niño le resulta más sencillo despegarse de sí mismo que a un adulto al observar o ser víctima de un evento traumático.
Pese a que, una vez ya adulto, lo más probable es que lo que causó el evento traumático ya no exista o se le pueda hacer frente gracias a disponer de una mayor libertad en comparación a cuando se era niño (p. ej., el padre maltratador es anciano o ha muerto), su uso en la adultez es algo patológico. Si el peligro ya no existe, no hay motivo objetivo para seguir utilizándola, dado que ya no se vería en riesgo la integridad psicológica del individuo.
Factores de riesgo
El principal factor de riesgo para sufrir en la adultez un trastorno disociativo es el haber sido víctima de abuso físico, sexual o de otra índole en la infancia, haber presenciado eventos traumáticos o haber sufrido un estilo parental negligente. Entre eventos traumáticos, además del terrorismo, catástrofes ambientales y maltrato, se encuentra el haber sido secuestrado y torturado, además de largas hospitalizaciones.
Presentar un trastorno disociativo es también un factor de riesgo para sufrir otros trastornos y problemas de salud:
- Autolesiones y mutilaciones.
- Disfunción sexual.
- Consumo de drogas.
- Depresión y trastornos de ansiedad.
- Trastorno de estrés postraumático.
- Trastornos de personalidad.
- Alteraciones del sueño.
- Trastornos de la alimentación.
- Convulsiones no epilépticas.
Tratamiento
El tratamiento de los trastornos disociativos es complicado, dado que durante el episodio amnésico, la despersonalización, la desrealización o la manifestación de otra personalidad el nivel de conciencia del individuo se puede ver significativamente disminuido. Esto dificulta el llevar a cabo la terapia durante el momento en el que se dan estos síntomas. Sin embargo, sí que se han elaborado ciertas técnicas para intentar hacerle frente a esos mismos síntomas.
En el caso de la despersonalización se hace que el paciente trate de establecer contacto físico con alguien de su contexto inmediato, o que se concentre en una actividad como puede ser leer, hacer ejercicio o conversar. También, para contrarrestar el recuerdo de un evento traumático, se hace que el paciente trate de recordar una vivencia placentera o visualice un lugar que considera seguro.
Otra técnica usada, muy frecuente en los trastornos de la ansiedad, es el entrenamiento en respiración profunda, además de diferentes formas de exposición. También es usada la imaginación guiada para reexperimentar los eventos traumáticos. Estas técnicas pueden parecer contraproducentes, dado que da la sensación de que vayan a aumentar la fuerza de los síntomas. Sin embargo, el objetivo principal de este tipo de exposición y reimaginación es hacer que el paciente cambie la valencia asociada al recuerdo de los eventos traumáticos.
La reestructuración cognitiva es otro procedimiento que no puede faltar al trabajar con problemas de base traumática. El objetivo es modificar los pensamientos acerca la vivencia del evento traumático, trabajar sobre los sentimientos de culpa y autocrítica que pueda manifestar el paciente y reinterpretar los síntomas.
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