La crianza es un tema que ha suscitado gran interés a lo largo de la historia. Hoy en día sabemos que lo que vivimos durante los primeros años de vida deja un fuerte impacto en nuestro desarrollo como personas. De la misma forma, interfiere en la forma que tenemos de ver y relacionarnos con el mundo.
Sabiendo esto, no siempre es fácil encontrar la forma de relacionarnos con nuestros hijos. ¿Qué rol debemos asumir como padres? ¿Cómo podemos acercarnos a ellos? ¿Dónde están los límites? Cada unidad familiar hace lo que puede o lo que considera mejor a la hora de criar a los niños y las niñas.
¿Qué quiere decir que nuestros hijos necesitan que seamos líderes? ¿Qué evidencia tiene esto, por qué es importante y qué puede aportarnos? En este artículo respondemos a estas preguntas y, además, explicamos cómo aplicar este estilo de crianza de forma respetuosa y qué obstáculos podemos encontrarnos.
¿Qué quiere decir ser líderes de nuestros hijos?
El concepto líder puede conllevar confusiones cuando lo asociamos a crianza. En este caso concreto, utilizamos este término para hacer referencia al hecho de establecer relaciones seguras con nuestros hijos. Para ello, nos aseguramos de que mantienen una jerarquía y que los adultos cuidan, contienen, sostienen y guían a las criaturas.
En este sentido, liderar no es sinónimo de controlar de forma excesiva ni imponerse de forma autoritaria como figura de “respeto”. El liderazgo parental hace referencia al hecho de asumir el rol de guía emocional y relacional. Esto se traduce como la figura de seguridad capaz de regular y acompañar para dar sentido a lo que nos rodea.
Es importante que los niños y las niñas tengan la certeza de que están a cargo de adultos que se ocupan y que, por lo tanto, ellos no van a tener que acabar asumiendo –aunque sea de forma inconsciente– responsabilidades que no les corresponden. La psicología del desarrollo señala la importancia de que los adultos ofrezcan protección, dirección y sentido de pertenencia.
En este sentido, se trata de que los padres y las madres sean figuras disponibles enocionalmente, que pueden ser sensibles a las necesidades de sus criaturas y detectarlas incluso cuando aún no pueden expresarlas. Además, es responsabilidad de los adultos establecer límites que cuiden a las criaturas y que tengan sentido, es decir, que no sean arbitrarios.
Es importante comprender que al hablar de líder no hablamos de autoritarismo. Al contrario. Los padres y madres que lideran no solo no dan miedo sino que inspiran confianza y seguridad. Se mueven entre el cuidado y el vínculo. Esta forma de criar, con empatía y seguridad, permite que las criaturas puedan relajarse y explorar el entorno.
¿En qué nos apoyamos para hablar de liderazgo parental?
El liderazgo parental es un concepto que nace como respuesta a diversos aspectos relevantes señalados por varias disciplinas. Todos ellos permiten comprender con mayor profundidad la importancia de la crianza y el impacto de la misma. A continuación se mencionan algunas de ellas.
Por un lado, la teoría del apego manifiesta la importancia del establecimiento de vínculos seguros entre los niños y sus cuidadores. Cuando esto sucede, se asientan las bases necesarias para que pueda producirse un desarrollo óptimo a nivel emocional, cognitivo y social.
Por otro lado, la psicología del desarrollo se encarga de aportar los marcos teóricos para poder entender cuáles son las necesidades y las capacidades o habilidades —tanto emocionales como cognitivas y sociales— reales de las criaturas dependiendo de su momento vital.
Desde la neurociencia disponemos cada vez más información sobre el impacto que tiene a nivel cerebral y, por tanto, en el desarrollo en general la relación entre padres e hijos. Estas interacciones moldean áreas cerebrales vinculadas con la regulación emocional, el autocontrol y la empatía.
Estos conocimientos asientan las bases para poder comprender que no debemos imponernos desde el miedo, sino que, como padres y madres, debemos guiar a nuestros hijos e hijas potenciando su autonomía. Al tener en cuenta y ajustarnos a su momento evolutivo, fomentamos también el sentido de propósito, la resiliencia y la autoestima.
¿Cómo ser líderes de nuestros hijos de forma sana y respetuosa?
El primer aspecto a tener en cuenta es que nuestros hijos/as no necesitan padres o madres perfectos/as, necesitan que estemos presentes, conectemos con ellos a nivel emocional, les brindemos seguridad y contención. En muchas ocasiones, lo único que necesitan es que estemos.
Esto es lo que nos convierte en ese espacio seguro al que siempre pueden acudir para hablar de cualquier preocupación. Cuando nos perciben disponibles emocionalmente es más fácil que se abran y puedan hablar. Para ello, es crucial que les escuchemos de verdad, sin juzgar y sin querer resolverlo todo.
Es importante establecer límites que les cuiden y tengan sentido. Cuando los límites no son castigos, sino estructuras que les protegen es más fácil ponerlos desde la calma y mantenerlos. De esta forma los niños también los integran como una forma de cuidado en lugar de una imposición.
La conexión es un aspecto crucial. Sin conexión no hay guía posible. Las rutinas y los rituales pueden ayudar a consolidar el vínculo puesto que generan previsibilidad y esto, a su vez, seguridad.
Posibles obstáculos que podemos encontrar
Uno de los principales obstáculos —y quizá el mayor— que nos encontramos hoy en día a la hora de criar a nuestros hijos es la dificultad a la hora de asumir nuestro rol y posicionarnos. Esto sucede por diversos motivos.
Algunas personas consideran que las criaturas tiene derecho a elegir prácticamente todo desde que son pequeños porque, de lo contrario, se les está imponiendo —hecho que se vive como autoritarismo—. Por otro lado, no son pocas las personas que creen que deben hacerse amigos/as de sus hijos e hijas les que les cuenten cosas.
Sea como sea, en estos casos, se acaba generando una especie de horizontalidad en la relación— de forma forzada— que conlleva que se acaben confundiendo los roles. Esto genera dificultades en el bienestar emocional tanto del niño/a cómo de los adultos.
Sabemos, también, que el consumo excesivo de pantallas puede interrumpir la conexión y el vínculo. Además, las largas jornadas laborales y escolares tampoco facilitan los espacios en familia ni la posibilidad de pasar tiempo juntos de calidad. Por supuesto, criar de forma tan aislada como se hace actualmente no ayuda en absoluto.
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