Todo el mundo hemos experimentado o viviremos eventos que pueden ser traumáticos. Algunos son irremediablemente más frecuentes de lo que pensamos, como sufrir episodios de acoso, maltrato o abuso. Otros son ineludibles en la vida de todos, como sufrir o presenciar enfermedades graves o la muerte de seres queridos.
Sin embargo, no siempre que vivimos un suceso potencialmente traumático llegamos a desarrollar un trauma psicológico, y otras veces no sabemos distinguir si sufrimos uno o no. ¿Y cómo podemos saber si tenemos un trauma psicológico? Pues en este artículo te ayudamos a descubrirlo, mediante la descripción de qué es un trauma y cuáles son los principales síntomas del trauma psicológico.
¿Qué es un trauma psicológico?
Un trauma psicológico es una respuesta emocional posterior a una situación vivida como altamente desagradable, en la que se ha temido por la vida de uno/a mismo/a o la de personas de su entorno. Esta respuesta emocional supone un malestar considerable y afecta a la vida cotidiana de la persona.
El desarrollo del trauma psicológico puede ocurrir de forma inmediata tras el evento, o aparecer meses después, incluso terminar de formarse hasta 6 meses más tarde. Por otro lado, se puede generar un trauma de distintas formas, en función de qué posición teníamos respecto al suceso traumático: haberlo vivido en primera persona, en nuestras propias carnes; haberlo presenciado, pero no haber sufrido el suceso sobre nosotros mismos; o que alguien nos haya narrado que ha peligrado la vida de un ser querido, o incluso haya llegado a fallecer.
Cuando ocurre por una de las dos últimas opciones, se conoce como trauma vicario. Al mismo tiempo, se pueden clasificar los traumas dependiendo de la cantidad de veces que se experimenta la situación traumática:
- Trauma agudo: cuando se vive un único evento traumático.
- Trauma persistente o crónico: en los casos en los que sufre de forma repetida la situación traumática u otras similares.
- Trauma complejo: el resultado de estar expuesto a múltiples sucesos traumáticos.
¿Cuáles son los principales síntomas del trauma psicológico?
Los síntomas de un trauma dependen de muchos factores. Algunos de ellos son la gravedad y características del evento traumático, las cualidades y habilidades de afrontamiento propias de la persona, y el momento de aparición del trauma. Al ser un problema multifactorial, cada persona vive el trauma de una manera distinta, lo que implica que no tiene porqué experimentar los mismo síntomas que otras personas que también sufren un trauma.
Además, hay bastante variedad de síntomas existentes, pero no son necesarios cumplirlos todos para poder considerarse que se tiene un trauma psicológico, bastaría con sufrir uno de ellos a raíz de haber vivido un suceso potencialmente traumático. A continuación, expongo los principales síntomas del trauma psicológico.
1. Emociones desagradables y dificultades en la vida cotidiana
El trauma psicológico supone poder sentir diferentes emociones como respuesta al evento traumático, tales como conmoción, tristeza, ira, vergüenza, miedo, confusión o culpa. Estas emociones desagradables a su vez provocan una serie de síntomas fisiológicos, como nerviosismo, dolores de cabeza y de barriga, hipervigilancia, fatiga, problemas de concentración, dificultades en el sueño y respuestas de sobresalto exageradas.
Como suma de estos posibles síntomas, las personas que han generado un trauma psicológico sufren un malestar importante que les dificulta su funcionamiento habitual en áreas importantes de la vida (social, académico/laboral o personal). Esto puede incluir dejar de disfrutar de actividades que se hacían habitualmente y la disminución del interés por estas actividades, de mantener una vida social y del autocuidado.
2. Recuerdos recurrentes y sueños angustiosos
Otro síntoma muy característico de las personas que sufren un trauma es revivir una y otra vez el suceso traumático, ya sea a través de los recuerdos, a través de los sueños, o incluso de ambos. En los casos en los que las personas que sufren el trauma son niños, pueden expresar los recuerdos a través de juegos repetitivos relacionados con el suceso, o de pesadillas en las que no son capaces de concretar el contenido.
Los recuerdos y pesadillas se viven como angustiosos e intrusivos, además de ser recurrentes e involuntarios. Estos solo hacen que sea más difícil olvidar el suceso; y se mantengan y acentúen las emociones desagradables y, en consecuencia, el malestar psicológico. Imagínate cómo tiene que ser no poder quitarte de la cabeza uno de los peores momentos de tu vida.
3. Disociación
Las personas que sufren un trauma tienden a disociar, es decir, a desconectar de la realidad. Este fenómeno tiene relación con el síntoma anterior, y es que cuando estamos enredados en nuestros pensamientos o recuerdos, y perdemos la noción de lo que está ocurriendo a nuestro alrededor, ya estamos disociando. Sin embargo, en algunos casos extremos se llega a dar un paso más grave, ya que algunos no son capaces de distinguir si el recuerdo es la vida real, o solo están reviviéndolo en su cabeza.
La disociación tiene asociada una cierta pérdida de memoria. Realmente, tiene sentido, puesto que la disociación implica no atender a nuestro entorno. Si no le prestamos atención, no podemos registrarlo entre nuestros recuerdos, porque tenemos la información o la tenemos incompleta. Este tipo de amnesia se llama amnesia disociativa, y puede llegar a ser un problema grave si disociamos muy a menudo o en momentos de vital importancia.
Asimismo, puede ocurrir que la persona tenga amnesia sobre el suceso traumático, y solo sea capaz de conocer el evento porque se lo han contado o porque se le aparece a través de pesadillas. A veces, la mente decide cortar por lo sano cuando se sufre tanto, y dificulta acceder a ciertos recuerdos en casos extremos.
4. Alteraciones cognitivas
Cuando llega a afectar una situación tanto como un trauma, se alteran por completo los pensamientos y esquemas mentales. Estas personas pueden empezar a extrapolar el suceso temido a situaciones inocuas, es decir, comenzar a ver peligros donde no los hay, a interpretar situaciones de forma catastrofista y a tener una actitud paranoide acerca de las intenciones de los demás.
Incluso de tanto vivir una y otra vez la situación traumática, se empieza a distorsionar poco a poco el recuerdo, como si fuera el juego del teléfono escacharrado. Al final, pueden empezar a pensar que el suceso traumático es culpa suya o de personas cercanas, con las emociones de culpa, vergüenza o resentimiento que eso puede conllevar.
5. Evitación de lo relacionado con el trauma
El miedo y la ansiedad asociadas a sufrir un trauma lleva a la persona a evitar todo lo que crean que se puede parecer o tenga relación con el trauma, o situaciones en las que crea que va a volver a ocurrir la tragedia. Esto incluye dos tipos de evitación.
La primera es, digámosle, externa, en la que evitamos situaciones en las que crea que va a volver a ocurrir la tragedia, o en las que haya elementos, personas, lugares o conversaciones que les pueda recordar el trauma. Esto puede condicionar la vida de la persona, porque puede dejar de visitar lugares o personas que estaban integradas en su vida, aunque no tengan relación de causa sobre el suceso traumático.
La segunda evitación es interna, ya que la persona intentará suprimir sus emociones, pensamientos y recuerdos angustiosos asociados al trauma. Esto es realmente imposible, porque no podemos controlar nuestras emociones y pensamientos, lo cual solo va a llevar a frustrarse a la persona traumatizada.
Por eso es importante acudir a terapia, porque un profesional de la salud mental podrá ayudarles a gestionar sus emociones y pensamientos de otra manera más sana, de manera que no les cause tanto malestar ni les impida su funcionamiento habitual.