Probablemente has visto en películas y series —o incluso en la vida real— una escena nada inusual: un niño o una niña en el supermercado llorando y tirándole al suelo. Probablemente, lo primero que nos viene a la cabeza ante este tipo de situaciones es la palabra rabieta.
Pero, ¿y si no fuera una rabieta? En ocasiones, las criaturas se desbordan y tienen comportamientos nada fáciles de sostener y acompañar para los adultos. Aunque las crisis sensoriales y las rabietas son aspectos distintos, para algunos padres y madres puede resultar difícil diferenciarlas.
A lo largo de este artículo explicamos detenidamente qué son las rabietas, qué son las crisis sensoriales y cómo podemos diferenciar unas de las otras. Además, planteamos también diferentes herramientas para poder acompañar de la mejor forma posible a los niños y niñas en estos momentos tan complicados.
¿Qué son las rabietas?
Es importante comprender que las rabietas son una forma de comunicación. Se dan con mucha frecuencia en niños pequeños, especialmente entre el año y los tres años. No obstante, pueden mantenerse en niños más mayores. El cerebro infantil se encuentra en pleno desarrollo en todos los aspectos (social, emocional, lingüístico…) y las criaturas no tienen todavía el vocabulario o las herramientas suficientes como para explicar con precisión lo que les sucede o necesitan.
En ocasiones, las rabietas se ven como un comportamiento “caótico”, otras se puede observar rigidez en el cuerpo, gritos, agitación o incluso conductas de huida, pataleo… Todo esto es, tal y como decíamos, una de las formas en las que las criaturas expresan su frustración, enfado, tristeza o incluso la necesidad de más autonomía.
Especialmente en edades tempranas responden a una función evolutiva y, cuando tienen un acompañamiento adecuado por parte de los adultos de referencia, es la oportunidad ideal para aprender a regularse, expresar sus emociones y comprender e integrar los límites. Cuando estás rabietas se mantienen en niños más mayores, podría ser debido a la falta de formas seguras mediante las cuales regular o expresar sus emociones.
Otro aspecto importante a tener en cuenta es que hay diversos factores que favorecen las rabietas. En primer lugar, el temperamento de la criatura puede influir tanto en la rapidez como en la intensidad. En segundo lugar, el estrés, el hambre, el cansancio y la sobreestimulación también suelen llevar a los niños a un estado en el que no tienen más recursos para comunicarse.
A modo de resumen, podemos decir que, en términos generales, las rabietas suelen aparecer ante una negativa o un límite y pretenden comunicar algo —es la forma del niño o la niña de expresar su deseo—. Cómo decíamos, tienden a disminuir con la edad a medida que adquieren más vocabulario y herramientas de regulación emocional.
¿Qué son las crisis sensoriales o sobrecargas?
Aunque el concepto de crisis sensoriales suele aplicarse especialmente en infantes y adolescentes con autismo, en realidad es una situación que puede darse en cualquier niño o niña, especialmente en edades tempranas. Podemos entender las crisis sensoriales o de sobrecarga como una respuesta del sistema nervioso cuando se produce saturación a nivel sensorial o emocional. De hecho, son una señal de angustia que se suelen vivir con sensaciones físicas intensas —como tensión, calor e incluso dificultad para respirar y visión borrosa—, que a menudo se dan después de haber acumulado estrés.
Así pues, es importante comprender que son una respuesta involuntaria ante un exceso de estímulos —ruidos, luces, multitud de personas, etc.— y que, en este caso, no hay ninguna intencionalidad comunicativa. Pueden aparecer sin que haya un límite o una negativa por parte del adulto y se viven como una pérdida de control en la que la criatura no puede parar, aunque quiera. En ocasiones estas crisis se manifiestan con un llanto descontrolado e inconsolable, la aparición de movimientos repetitivos, taparse los oídos, desconexión e incluso la huida del espacio físico en el que se encuentran.
Rabietas y crisis: cómo distinguirlas
La base para poder distinguir las rabietas recae en conocer a la criatura. Es necesario observar qué situaciones le resultan complicadas, cuáles son las señales que nos advierten de que esas situaciones son difíciles y qué sucede después.
Si lo planteamos de forma sencilla, intentando no caer en el reduccionismo, podemos decir que las rabietas suelen derivar de un límite, una frustración o un deseo insatisfecho, mientras que las crisis sensoriales son una sobrecarga del sistema nervioso ante un exceso de estímulos.
Mientras que las rabietas tienen la función de comunicar algo (deseo, frustración, emociones, etc.), las crisis sensoriales son una respuesta fisiológica, automática. Además, las rabietas son especialmente habituales durante los primeros años de vida y las crisis por sobrecarga pueden perdurar más en el tiempo, especialmente en las personas con autismo.
A nivel de acompañamiento, lo que las rabietas requieren es contención, sostén y validación emocional por parte del adulto mientras que en las crisis sensoriales lo necesario es la reducción de estímulos. Por último, es interesante saber que estos dos conceptos también se diferencian en cuanto a nomenclatura en inglés. En caso de querer obtener más bibliografía al respecto y profundizar en el tema, las rabietas se denominan tantrums y las crisis sensoriales se conocen como meltdowns.
Herramientas para acompañar las rabietas y las crisis sensoriales
Entender la diferencia entre ambas situaciones es clave para poder identificar qué le está sucediendo a nuestra criatura, cuáles son sus necesidades y de qué forma podemos ayudarla mejor. Debemos recordar que, por abrumador que pueda resultar para nosotros como adultos, en ambas situaciones están sufriendo.
Tener en mente que no intentan hacernos pasar un mal rato, sino que ellos lo están pasando realmente mal en ese momento suele ser de ayuda para poder brindarles el sostén, la presencia, la validación, la seguridad y la regulación que necesitan de nuestra parte. Por otro lado, también es importante observar qué situaciones llevan a nuestros hijos e hijas a sentirse desbordados/as y ver de qué manera podemos minimizar la probabilidad de que aparezcan tanto las rabietas como las crisis sensoriales.
Acompañar rabietas
Lo primero que debemos hacer para acompañar la rabieta es garantizar la seguridad de la criatura y de las personas a su alrededor. Seguidamente es importante nombrar y validar las emociones que está sintiendo. Aunque puede ser realmente difícil, debemos mantener el límite desde la calma.
Podemos ofrecer contacto físico si lo aceptan (un abrazo, por ejemplo) o dar espacio si lo necesitan, pero siempre quedándonos cerca para que sientan nuestra presencia. En ningún momento debemos ridiculizar o minimizar lo que están experimentando. Por último, recordemos que en el momento de la rabieta no hay espacio para el razonamiento lógico.
Acompañar crisis sensoriales
En cuanto a las crisis sensoriales, también vamos a asegurarnos de que físicamente están a salvo. El objetivo en ese caso es protegerlos y reducir la intensidad del entorno o de los estímulos que le desbordan. Lo más probable es que en este tipo de situaciones necesiten espacio y poco contacto físico, aunque es cierto que a algunos niños y niñas les ayuda un abrazo nunca se debe imponer.
Si es posible, apagaremos las luces y nos mantendremos en silencio. Si no es posible, los auriculares de cancelación del ruido pueden ser de gran ayuda. A la hora de hablar con nuestro hijo lo haremos de forma calmada y en voz baja.
En estos casos es importante trabajar para construir estrategias de afrontamiento (técnicas de respiración, un “kit” con elementos sensoriales que puedan ayudarle a regularse, etc.) y anticipar las situaciones tanto como sea posible.
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