La amistad, muchas veces, tiene límites difusos. Algunos amigos necesitan verse casi cada día para sentirse bien, y otros pueden ir tirando viéndose una vez al año.
Justamente por eso, a veces se dan situaciones de ambigüedad o en las que un ligero conflicto se enquista y se traduce en la negativa a hablar para solucionarlo. Esto es lo que pasa cuando un amigo ignora a otro, o cuando ambos se ignoran mutuamente. Ante este tipo de experiencias, es complicado saber qué hacer y cómo reconducir la situación, o incluso saber si merece la pena invertir esfuerzos para reconducida.
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¿Qué hacer cuando un amigo me ignora?
Cuando aparecen situaciones de incomunicación de este tipo, no hay que quedarse con los brazos cruzados; cuanto más tiempo pase, más puede agravarse el problema, y aunque es cierto que puede solucionarse por factores externos a nosotros, es mejor no tentar a la suerte.
Así pues, sigue estos consejos y adáptalos a tu caso para maximizar las posibilidades de aclarar el asunto y de hacer que surja la reconciliación.
1. Analizar objetivamente la situación
Antes de nada, párate a pensar si realmente tienes motivos para preocuparte. A veces, el miedo a la soledad o al rechazo puede hacer que veamos espejismos, falsas situaciones de “peligro” y aislamiento. Por ejemplo, trata de estimar en horas semanales o minutos diarios con qué frecuencia interactúas con esa persona, y si es mucho menos de lo que solía ser habitual hace meses.
2. Interesarse por las posibles causas
La incertidumbre y malestar que surgen cuando un amigo nos ignora pueden hacer que nos sintamos bastante mal. Por un lado, existe la duda de si esa parada abrupta en el flujo comunicativo entre dos personas de debe a algo que ha ocurrido (por ejemplo, el otro se ha sentido ofendido por algo) o por algo que ha dejado de pasar (por ejemplo, la finalización de las clases, siendo la universidad el único espacio que se compartía). También puede ser por una combinación de las anteriores, claro.
Así pues, para solucionar este problema, lo primero es indagar en las posibles causas que lo han desencadenado, incluso si al principio tenemos poca información. Para ello, hay que hacer una pequeña investigación inicial, que consistirá en rechazar o confirmar alguna sospecha que tengamos acerca de lo que está pasando, y luego preguntarle a la otra persona directamente acerca de lo que le ocurre, eligiendo un momento y un lugar adecuados y que permitan hablar con franqueza y de manera privada.
3. Analizar lo que ocurre
En esta fase, hay que reflexionar sobre lo que se sabe del caso y ver si nosotros hemos tenido alguna responsabilidad en ello. ¿Hemos hecho algo que dé motivos a interrumpir el trato? ¿Se siente mal la otra persona por algo malo que hayamos hecho? No hay que olvidar que, en caso de que esto se deba a una mala acción por nuestra parte, estas retiradas de palabra son algo que nos sirve para reflexionar acerca de las implicaciones de lo que hacemos, sus efectos en el resto de personas.
Sin embargo, hay que estar alerta con no culpabilizarse. A fin de cuentas, no siempre que los demás se sienten mal por algo que hacemos es nuestra responsabilidad.
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4. Decidir si la amistad tiene sentido
Cuando un amigo o amiga deja de hablarnos, eso nos aporta información acerca de lo que espera de ese vínculo y por qué se relaciona con nosotros. Así pues, hay que detenerse a ver con perspectiva si realmente tiene motivos para dejar de hablarnos o no, teniendo en cuenta que haciendo eso se arriesga a perder esa amistad.
Si consideras que se trata de una medida muy extrema y que no hay razones válidas para hacerlo, es perfectamente legítimo que te replantees si te merece la pena seguir preocupándote por esa persona para la que parece que existes más bien poco.
En caso de que concluyas que no, o incluso que simplemente es una estrategia para hacerte sentir culpable y que le vayas detrás, generando un vínculo de dependencia, es posible que tengas que pasar por una fase de tristeza y de duelo, pero a fin de cuentas seguramente lo superarás.
5. Pararse a dialogar
Si hasta ahora tu rol era el de persona que recopila información, ahora es el momento de crear, de proponer. Queda con tu amigo o amiga y deja que se exprese. Luego, exprésate tú. Negociar una solución es importante para que ambos os sintáis cómodos en esa relación de amistad.
Si la otra persona no quiere ni hacer eso, plantéate hasta qué punto quieres seguir insistiendo para arreglar las cosas y, una vez hecho esto, informa a la otra persona de cuál será el momento en el que ya dejarás de intentar hablarlo y asumirás que la amistad ha terminado definitivamente. Aunque sea duro, es necesario tener claro cuándo un lazo se ha cortado para no pensar en ello de manera obsesiva, entrañando esperanzas que solo nos llevan a la frustración.
6. Darle tiempo y espacio
A veces, forzar una conversación cuando la otra persona no está lista puede generar el efecto contrario al que buscamos. Si has intentado acercarte y no has recibido respuesta, o si notas que la otra persona no está receptiva, lo mejor puede ser dejar pasar un tiempo prudencial antes de intentarlo de nuevo.
El tiempo puede ayudar a enfriar los ánimos, aclarar ideas y permitir que ambos vean la situación con mayor perspectiva. Sin embargo, este espacio no debe convertirse en un silencio definitivo si realmente deseas solucionar las cosas. En algún momento, será necesario retomar la comunicación de manera natural y sin presiones.
7. Valorar si la relación es recíproca
La amistad debe ser un vínculo basado en el respeto y la reciprocidad. Si sientes que siempre eres tú quien da el primer paso para solucionar conflictos, que eres quien se esfuerza por mantener el contacto o que la otra persona ignora tus intentos de acercamiento sin explicaciones, es momento de evaluar si esa relación es realmente equilibrada.
No tiene sentido aferrarse a una amistad en la que el esfuerzo solo viene de un lado. Si notas que siempre eres tú quien busca el diálogo y la otra persona simplemente no muestra interés, tal vez sea mejor aceptar que la relación ya no es la misma y enfocarte en otros vínculos que te aporten bienestar emocional.
8. Aprender de la experiencia
Independientemente del desenlace, es importante reflexionar sobre lo que ha sucedido y aprender de ello. Pregúntate qué podrías haber hecho diferente, si esta situación te ha ayudado a entender mejor a la otra persona y qué enseñanzas puedes extraer para futuras relaciones.
Cada experiencia nos aporta lecciones sobre la comunicación, los límites y la importancia de rodearnos de personas que realmente valoren nuestra presencia. A veces, perder a un amigo puede ser doloroso, pero también puede abrir espacio para nuevas relaciones más sanas y satisfactorias.
En definitiva, cuando un amigo nos ignora, lo más importante es actuar con madurez, analizar la situación con objetividad y decidir si vale la pena luchar por esa amistad o si es mejor seguir adelante.