Durante la adolescencia se desarrolla paulatinamente el deseo erótico; desde el erotismo puberal propio de los primeros compases hasta llegar a la versión más adulta del mismo.
El surgimiento del deseo erótico se traduce, entonces, en la búsqueda de experiencias sexuales nuevas y, en numerosas ocasiones, intensas.
De manera paralela, los adolescentes van viendo modificados sus vínculos afectivos, momento en el cual los pares (los jóvenes de su edad) ganan especial importancia. Así, la búsqueda de nuevas sensaciones y la asunción de riesgos propios de la adolescencia coinciden con el desarrollo de nuevas bases afectivas de seguridad, lo cual se da junto al despertar del erotismo.
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Apego y sexualidad en la etapa de la adolescencia
Tanto el sistema de apego como el sistema sexual están en proceso de cambio, al igual que ocurre con otros sistemas a nivel biológico y social. Sin embargo, la relación entre ambos sistemas (sexual y de apego) es de especial importancia en este periodo, debido a su fuerte protagonismo, además de la simbiosis de base que existe entre ellos.
Esto se debe a que los modelos internos de apego (representaciones mentales relacionales) se activan en el espacio de intimidad que conlleva el contacto con otras personas, especialmente durante las relaciones sexuales compartidas.
Los dos sistemas pueden potenciarse entre ellos dando lugar a relaciones sexuales sanas, placenteras y seguras. Esto ocurre cuando la persona desarrolla un estilo de apego predominantemente seguro. De esta manera, el adolescente que tiene relaciones afectivas positivas con sus figuras de referencia será menos dependiente de la aprobación de los demás y precisará en menor medida realizar comportamientos de riesgo para sentirse aceptado.
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El desarrollo de una sexualidad saludable
En consonancia a lo comentado antes, en un estudio que realizamos en la Universidad del País Vasco observamos que los adolescentes con apego seguro son el segundo grupo con mayor experiencia sexual, tras los inseguros evitativos; sin embargo, son quienes menos disposición al riesgo sexual muestran. Esto se puede explicar porque aquellos que han desarrollado unos modelos internos de apego seguros realizan una exploración del mundo y de las relaciones interpersonales y sexuales de una manera más saludable, asumiendo menos riesgos y gestionando las diversas situaciones contextuales y los propios estados internos (psicológicos y afectivos) con mayor eficacia.
Por el contrario, la interacción entre estos sistemas puede resultar disfuncional, llevando a relaciones sexuales arriesgadas y menos placenteras. Tanto es así que los sujetos con altos niveles de ansiedad y/o evitación en el apego muestran mayor disposición al riesgo sexual, así como mayor asunción de riesgos en las relaciones sexuales.
Aquí cabe aclarar la diferencia entre disposición (actitudinal) al riesgo y la ejecución real de una conducta arriesgada. Aunque quienes mayor disposición suelen asumir mayores riesgos, es conveniente estudiar ambas variables por separado para una mejor adaptación de las intervenciones, tal como se argumenta al final del artículo.
Patrones ansiosos y evitativos
Volviendo a los comportamientos sexuales de adolescentes inseguros, aquellos cuyo perfil es predominantemente ansioso tendrán cierta tendencia a mantener relaciones sexuales no por el interés en la experiencia sexual en sí misma, sino más bien como vía para complacer a la pareja y poder satisfacer su necesidad de relación y aceptación. Esto está relacionado con su preocupación por el rechazo y el abandono y su elevada dependencia.
Por su lado, los adolescentes evitativos muestran al mismo tiempo los mayores niveles de experiencia sexual y de disposición al riesgo. Esto les sitúa en una posición de especial vulnerabilidad. Este grupo podría estar utilizando sus relaciones sexuales para evadirse o huir de una situación de alta carga emocional. Se trata, por tanto, de la utilización de estrategias de evitación o reducción de la tensión a través de actividades como el consumo de alcohol y otras drogas, la realización de actividades sexuales o la mezcla de ambas.
Vitaliza Psicología De La Salud
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En conclusión...
Como puede verse en este breve artículo, es necesario tener en cuenta aspectos afectivos, sociales y emocionales a la hora de estudiar y comprender la sexualidad de nuestros adolescentes. Además, esta perspectiva permite adecuar de manera más precisa las estrategias de intervención en materia de terapia y educación sexual.
De esta manera, la distinción entre la disposición al riesgo y la ejecución de conductas de riesgo permite saber cómo intervenir antes de que se lleven a cabo dichas conductas, es decir, optimizando los esfuerzos en el ámbito preventivo, así como siendo más certeros en las intervenciones sexológicas.
En esta misma línea, los datos disponibles respaldan el trabajo con padres y madres en el ámbito de la promoción de la salud sexual y reproductiva, dado el papel afectivo y regulador que desempeñan.
Por tanto, incluyendo los aspectos mencionados en los programas educativos y de intervención, se favorece que el adolescente desarrolle las competencias necesarias para gestionar situaciones de alta carga emocional y erótica, calibrando además la influencia de sus modelos internos de apego. Esto contribuye de manera notable al desarrollo de una sexualidad adolescente más positiva y satisfactoria y menos arriesgada.
Autor: Borja Luque, Psicólogo General Sanitario y Sexólogo en Vitaliza Psicología de la Salud.
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