Calipatira: la mujer que se disfrazó de hombre en los Juegos Olímpicos

Te contamos la historia de Calipatira o Ferenice, que se hizo pasar por hombre en la Antigua Grecia.

Calipatira

La Grecia Antigua era un mal lugar para vivir si eras mujer. La sociedad helena clásica era eminentemente misógina, y lo habitual era que las griegas vivieran recluidas en su casa (en concreto, en la parte conocida como gineceo) y que solo salieran para asistir a festivales religiosos, actividad por otra parte bastante restringida. En la mayoría de las polis griegas de la época era así, con la excepción de Esparta, que ofrecía bastante libertades y derechos a las mujeres. De hecho, las pocas mujeres que participaron en los Juegos Olímpicos era espartanas; las que procedían de otras polis no solo no podían participar en los juegos, sino que tenían terminantemente prohibido acudir a verlos si estaban ya casadas. La pena por desobedecer la ley era la muerte. Hoy hablamos de una mujer singular. En las fuentes se la denomina por igual Calipatira y Ferenice, y no está claro cuál es el origen de ambos nombres o si es, simplemente, una confusión (puede que existieran dos hermanas y que los testimonios no tengan claro cuál de ellas protagonizó el episodio de los juegos). En todo caso, Calipatira/Ferenice de Rodas fue la única mujer casada que consiguió contemplar los Juegos; eso sí, debidamente disfrazada de hombre. En el artículo de hoy te contamos la historia de la mujer que se hizo pasar por hombre para ver competir a su hijo.

Breve biografía de Calipatira, la mujer que se disfrazó de hombre para ver los Juegos

Su historia es tan singular que muchos estudiosos la identifican con una mera leyenda. Sin embargo, encontramos varias fuentes que atestiguan su existencia; entre ellas, Pausanias (110-180 d.C.), el famoso geógrafo e historiador griego. Puede que la verdad esté en medio; que Calipatira sea un personaje real, pero que, con el correr de los años, se fueran añadiendo matices a la historia original. En todo caso, lo que contamos aquí es lo que conocemos según las fuentes antiguas.

Una estirpe de atletas

La conexión de Calipatira con el deporte y la competición es más profunda de lo que a simple vista puede parecer. Fue hija de Diágoras de Rodas, un famosísimo boxeador que ganó dos veces en los Juegos Olímpicos y que fue entrenador de los hermanos de la joven, Damagetos (cuya especialidad era el pancracio, una mezcla de boxeo y lucha), Akousilaos (un gran boxeador, como su padre) y Dorieo. Todo apunta a que, a pesar de su condición de mujer, Calipatira fue también entrenada por su padre, así como sus hermanas. Este supuesto entrenamiento sería fruto del amor y la confianza paternas, puesto que estaba claro que, como mujer, Calipatira nunca podría competir en los Juegos Olímpicos. Una verdadera lástima, porque, seguramente, habría cosechado más de una victoria (no en vano, su nombre original, Ferenice, significa “la que trae la victoria”).

Puede que el nombre Calipatira fuera simplemente un apodo posterior, que se ha venido traduciendo como “la de buen padre”. Luego, cuando profundicemos más en la vida de esta extraordinaria mujer, entenderemos mejor a qué puede referirse el epíteto.

“Las mujeres casadas no van a los Juegos”

En la Antigua Grecia, la edad habitual de una muchacha a la hora de contraer matrimonio rondaba los trece-catorce años. Así pues, la prohibición de acudir a los Juegos Olímpicos se extendía prácticamente a toda la vida de la mujer.

Solo a las muchachas vírgenes, las parthenoi (es decir, las mujeres no casadas, a la sazón, las niñas y adolescentes) les estaba permitido contemplar las evoluciones de los atletas; eso sí, debidamente separadas del público masculino y a una distancia considerable. No deja de ser curioso este hecho, puesto que sabemos que los atletas practicaban sus deportes completamente desnudos (hacia el año 720 a.C., según el historiador Dionisio de Halicarnaso, se quitó el taparrabos que solían portar durante los juegos), desnudez que, sin duda, debía impresionar a unas muchachas púberes que apenas habían salido de sus casas.

¿Por qué, entonces, a las parthenoi (mujeres vírgenes, recordemos) les estaba permitido contemplar impunemente los cuerpos de los atletas, y no así a las casadas? Algunos historiadores (como Robin Waterfield) sostienen que, precisamente, los juegos eran un lugar perfecto para encontrar esposo, por lo que los padres se harían acompañar de sus hijas solteras e intentarían encontrarles algún pacto matrimonial (en el que, obviamente, ellas no tenían ni voz ni voto). En resumen: la presencia de muchachas vírgenes en los juegos podría ser, sencillamente, un escaparate para escoger esposa.

Atleta y entrenadora de su hijo

Tenemos, pues, que las mujeres casadas tenían absolutamente vetado el acceso a los juegos masculinos. Ni siquiera podían participar como atletas en los femeninos, los denominados Juegos Hereos, convocados en honor a Hera, la esposa de Zeus, y que se realizaban justo antes de los Juegos Olímpicos. Y es que las participantes de los Juegos en honor a la diosa debían ser (¡de nuevo!) jóvenes solteras.

Así, cuando los Juegos Hereos terminaban, las mujeres casadas se retiraban discretamente a sus hogares, y en el estadio solo quedaban los atletas y espectadores masculinos, así como alguna chiquilla virgen en busca de marido. Solo mediante esta breve exposición del contexto social de la época podemos entender por qué Calipatira no podía estar en los Juegos Olímpicos. Como mujer casada y madre, tenía absolutamente prohibida la entrada bajo pena de muerte. Sin embargo, la intrépida mujer quería asistir, puesto que uno de sus hijos, Peisirodos (boxeador, por supuesto, como toda la estirpe) participaba en las pruebas.

Algunas fuentes aseguran que Calipatira no solo contaba con el entrenamiento que su padre le había prodigado de joven, sino que, además, había ejercido de entrenadora de su propio hijo cuando su esposo falleció. Sea como fuere, el día de la competición ella se encontraba entre los espectadores, vestida con ropas de hombre para pasar desapercibida. No iba a perderse el triunfo de su hijo por nada del mundo.

Perdonada por su amor al deporte

Considerando que la asistencia de mujeres casadas a los juegos se pagaba con la pena capital, es más que notable el arrojo y la valentía de Calipatira. Al parecer, nadie se dio cuenta del engaño. Pero cuando Peisirodos, el hijo, resultó vencedor, su orgullo de madre pudo más que su prudencia, y Calipatira corrió a abrazarlo, con tan mala suerte que sus ropas se engancharon y se cayeron, por lo que todos pudieron comprobar, atónitos, su condición femenina.

La larga estirpe de deportistas a la que pertenecía Calipatira y las victorias que habían cosechado sus miembros a lo largo de los años le valieron el perdón del tribunal, así como el apodo por el que la conocemos, Calipatira, “la de buen padre”. Sin embargo, el astuto engaño de la mujer tuvo sus consecuencias: a partir de entonces, no solo los atletas, sino también los entrenadores, debían acudir desnudos a los juegos. Para evitar malentendidos, claro.

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  • GARCÍA ROMERO, F., (2005), El deporte femenino en la Antigua Grecia, Universidad Complutense
  • MARK, J. J., Ferenice, la entrenadora olímpica, en https://www.worldhistory.org/ el 12 de julio de 2021
  • McKEOWN, J. (2014), Gabinete de curiosidades griegas: Relatos extraños y hechos sorprendentes, ed. Planeta

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Sonia Ruz Comas. (2024, septiembre 16). Calipatira: la mujer que se disfrazó de hombre en los Juegos Olímpicos. Portal Psicología y Mente. https://psicologiaymente.com/biografias/calipatira

Periodista

Licenciada en Humanidades y Periodismo por la Universitat Internacional de Catalunya y estudiante de especialización en Cultura e Historia Medieval. Autora de numerosos relatos cortos, artículos sobre historia y arte y de una novela histórica.

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