Ciriaco de Ancona: biografía del 'primer arqueólogo' de la historia

Veamos la vida del que fue apodado Anticuarius por su pasión por las obras de la antigüedad clásica.

Ciriaco de Ancona

Son varios los personajes que cuentan con el apelativo de “el primer arqueólogo” o “el padre de la arqueología”. Además de Ciriaco de Ancona, personaje del que hablamos hoy, tenemos también a Johan Joachim Winckelmann (1717-1768) quien, en el siglo XVIII, revolucionó la manera de codificar la historia del arte.

La Ilustración a la que pertenecía Winckelmann fue el inicio de las disciplinas científicas tal y como las conocemos, pero ya en el Renacimiento encontramos a personajes interesados en recopilar información fiable de ese pasado clásico que tanto admiraban. Ciriaco de Ancona (1391-1455) es uno de ellos.

Hoy, repasamos la vida del que fue apodado Anticuarius por su pasión por las obras de arte de la antigüedad clásica, Ciriaco de Ancona.

Breve biografía de Ciriaco de Ancona, el “primer arqueólogo”

Ciriaco de Ancona (o Kyriacus Anconitanus, como se conocía su nombre en latín, la lengua franca de la época) era un hijo de su tiempo. Nacido en los últimos años del siglo XIV, vivió el esplendor humanista de las cortes italianas del siglo XV y se impregnó de la pasión por la antigüedad, que hacía furor entre los intelectuales de la época. Su condición de mercader le abrió las puertas para viajar por todo el Mediterráneo, Egipto e incluso el Imperio Otomano, con quien su ciudad, Ancona, mantenía muy buenas relaciones.

Ciríaco

La República de Ancona en el gran siglo del comercio marítimo

Hablar de la península italiana en el siglo XV es hablar de comercio. Las rutas comerciales, que penetraban por oriente (especialmente, a través de Venecia, auténtico puente entre culturas) seguían su camino por los diversos estados italianos para torcer luego hacia el norte; en concreto, hacia Flandes, desde donde seguían hasta llegar a Inglaterra. Toda Europa estaba conectada por un canal comercial próspero que enriquecía a los diversos países y a las diversas familias que se dedicaban a comerciar.

Precisamente por Ancona pasaba un corredor comercial que se disputaba ferozmente con Venecia su predominio en la zona mediterránea. Esta ruta traía mercancías desde oriente que no pasaban por la Serenissima, por lo que Venecia no veía con buenos ojos el poder económico y político que estaba adquiriendo su rival. Ancona, además, mantenía excelentes relaciones con el Imperio Bizantino y con el enemigo de este, el Imperio Otomano, por lo que su situación no podía ser más próspera.

Precisamente en esta ciudad rica y cosmopolita, bañada por las aguas del Adriático, nació en 1391 Ciriaco Pizzecolli, apodado más tarde “Ciriaco de Ancona” por su origen, en el seno de una familia acomodada dedicada al comercio. Desde muy joven, Ciriaco se dedicó al negocio familiar, pero pronto se dio cuenta de que su verdadera pasión era el estudio de la antigüedad, por lo que abandonó la empresa paterna y empezó a formarse, en general, de forma autodidáctica.

Autodidacta y apasionado

La pasión de Ciriaco por el pasado clásico no conocía límites y su sed de conocimiento era grande. Su contexto familiar fue de gran ayuda en su formación, puesto que, además de riqueza, la familia Pizzecolli tenía contactos con todos los fondachi del Mediterráneo, es decir, con todas las embajadas comerciales repartidas por lugares tan diversos como Grecia, Bizancio o el Imperio Otomano.

Así pues, su condición de mercader constituyó el mejor pasaporte para moverse por Europa y Oriente Próximo. El mismísimo papa Eugenio IV y Cosme de Medici alentaron sus correrías y sus pesquisas, subidos al carro de la “fiebre por lo clásico” que empezaba a despuntar y marcaría la estética y la cultura del siglo XV.

Y es que Ciriaco no paró de viajar: primero, por diversos lugares de la península italiana (1423-1424); luego, Grecia y Constantinopla (1425-1432), y, más tarde, Egipto (1435-1438). Durante sus periplos dibujaba todo lo que veía y transcribía inscripciones antiguas; a veces, todo hay que decirlo, con algunos fallos. Ciriaco fue, de hecho, el primer europeo que trajo a su continente información acerca de las pirámides y los jeroglíficos, desconocidos en Europa. Pero, a pesar de su dedicación, la egiptomanía no llegaría hasta varios siglos después, con la campaña egipcia de Napoleón y el descubrimiento de la piedra Rosetta.

Valiosísimo testimonio del pasado

Además de la inestimable información que Ciriaco extrajo sobre las pirámides y la antigua lengua egipcia (por supuesto, sin descifrar), el intrépido viajero ejecutó un boceto del Partenón de Atenas que constituye un testimonio único de cómo se encontraba el monumento antes de explotar (literalmente) bajo la pólvora veneciana, en 1687. Ciriaco reprodujo escrupulosamente su aspecto, con las anotaciones pertinentes, lo que constituye un documento único. Además, fue el primero en denominar al Partenón por su nombre clásico (derivado de Partenos, “virgen”, “doncella”, apelativo de la diosa Atenea) en lugar de llamarlo “iglesia de Santa María”, que era la advocación que había recibido tras la cristianización y consagración del edificio.

La profusa documentación de Ciriaco, fruto de los numerosos viajes y estudios que realizó, quedó compilada en su obra magna, Comentarii (Los comentarios), que sirvió de ejemplo de trabajo a muchos estudiosos posteriores. Desgraciadamente, los seis tomos de la obra se perdieron en el incendio de 1514 que devastó la biblioteca de Alessandro y Constanza Sforza, en Pésaro, donde se custodiaban.

El resultado es que, de la empresa vitalicia que realizó nuestro personaje (nada menos que 30 años viajando y recopilando información), solo quedan algunos legajos dispersos, conservados en su mayoría en la Biblioteca Vaticana. Famoso es por su peculiaridad su dibujo de una jirafa, ejecutado cuando en Europa apenas se sabía de este animal y, más que probablemente, ningún europeo había visto ninguno. Esto demuestra que Ciriaco Pizzecolli de Ancona no solo estaba interesado en las antigüedades, sino también en todo ámbito del saber (para algo era humanista, por supuesto).

Por otro lado, fue él quien inició (o, al menos, contribuyó sobremanera a ello) la fiebre coleccionista que poseyó a todas las casas pudientes de la Europa de los siglos XV y XVI. A partir de entonces, poseer una antigüedad o cualquier testimonio de la época clásica pasaría a ser sinónimo de estatus e intelectualidad. De aquí precisamente (de estas colecciones particulares) emergieron, muchos siglos más tarde, los museos que todos conocemos.

Ciriaco de Ancona, apodado Anticuarius por sus contemporáneos por razones evidentes, falleció por causas desconocidas en Cremona, en 1452, justo un año antes de que los otomanos conquistaran Constantinopla y desapareciera para siempre el último vestigio del imperio romano.

  • Mangani, C. (2016), Il vescovo e l’antiquario. Giuda Ciriaco, Ciriaco Pizzecolli e le origini dell’identità adriatica anconitana, Il Lavoro Editoriale
  • Ciriaco de’ Pizzicolli, entrada de https://www.treccani.it/
  • Ciriaco Pizzecolli, l'inventore dell'Archeologia, por el arqueólogo Leandro Sperduti, conferencia dentro del ciclo Anconetani Celebri, 13 de octubre de 2023
  • Cyriac of Ancona, Europe's first archaeologist, emitido en TLV1Radio el 8 de febrero de 2016.
  • Salas Álvarez, J. y Asensio, J., Pioneros de la arqueología de Grecia: Ciriaco de Arcona, conferencia dentro de XV Semana de la Ciencia, noviembre de 2015
  • Salas Álvarez, J. y Asensio, J., Pioneros de la arqueología de Grecia: Ciriaco de Arcona, conferencia dentro de XV Semana de la Ciencia, noviembre de 2015

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Sonia Ruz Comas. (2024, julio 31). Ciriaco de Ancona: biografía del 'primer arqueólogo' de la historia. Portal Psicología y Mente. https://psicologiaymente.com/biografias/ciriaco-de-ancona

Periodista

Licenciada en Humanidades y Periodismo por la Universitat Internacional de Catalunya y estudiante de especialización en Cultura e Historia Medieval. Autora de numerosos relatos cortos, artículos sobre historia y arte y de una novela histórica.

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