Cuando Sidonie-Gabrielle Colette falleció, un 3 de agosto de 1954, en París, la ciudad que había "epatado" por sus escándalos, las autoridades eclesiásticas se negaron a realizarle las respectivas exequias religiosas. Y es que la escritora francesa, hija de madre laica (y criada en un ambiente rebelde), bisexual no escondida y acérrima defensora de la situación de la mujer, no contaba con el beneplácito de la Iglesia. O, al menos, no con el del obispo de París.
Y es que Colette (ese era su apellido, pero se lo adjudicó para designarla a toda ella, entera) revolucionó el panorama del París de la Belle-Époque, especialmente con sus novelas-éxito, la saga de la niña-mujer Claudine. Una saga que, por cierto, no pudo firmar con su nombre; su primer marido, el mujeriego y libertino Henry Gauthier-Villars, con quien se casó con apenas veinte años, la tenía “secuestrada” y la obligaba a escribir para él. Con la firma Willy, por supuesto, el nombre por el que Henry era conocido. Hoy nos detenemos en la biografía de Sidonie-Gabrielle Colette (1873-1954), la escritora francesa del escándalo que era feminista sin quererlo.
Breve biografía de Colette, la rebelde escritora francesa
Nació en la pequeña localidad de Saint-Sauveur-en-Puisaye (Borgoña francesa), rodeada de naturaleza y de animales. Este ambiente estimuló su amor por el mundo natural (adoraba especialmente a los gatos) y por el ejercicio al aire libre.
Su madre, Sidonie Landoy (más conocida como Sido), era una mujer liberal que educó a su hija de forma laica y la incitó constantemente a romper las cadenas. Su padre, Monsieur Jules-Joseph Colette, era un militar que había perdido una de las piernas en Argelia. La niña Sidonie-Gabrielle, que era la menor de cuatro hermanos, se crió pues en plena naturaleza, lo que forjó en ella un espíritu absolutamente libre.
Un primer matrimonio y el inicio de las "cadenas": "Willy"
A los dieciséis años, una adolescente Colette conoce al que será su primer marido, el libertino Henry Gauthier-Villars, conocido en la intimidad como Willy. Quizá atraída por la rebeldía que destilaba el hombre y por su existencia de bon vivant, Colette contrajo matrimonio a los veinte años con este caballero, quince años mayor que ella.
Pronto, la relación se convirtió en una especie de amor sadomasoquista, en el que Colette, todavía inexperta, se dejaba dominar por la arrolladora personalidad de su marido. En apariencia sumisa, aquella Colette veinteañera de melena castaño-rojiza y barbilla prominente (signo de dignidad y arrojo) se plegó de forma absoluta a los deseos de su marido, hasta el punto de aceptar que sus primeras novelas cortas, la famosa saga de Claudine, se publicaran con el nombre de él.
No era la primera vez que "Willy" utilizaba "escritores fantasmas" para enriquecerse. Era un tipo sin ningún escrúpulo, amante del dinero fácil y ajeno al significado de la palabra ética. Colette se convirtió en su esclava.
Un día, el marido descubrió un manuscrito que ella había escrito y que contenía sus recuerdos de escuela. Le pareció decididamente interesante, y, después de aconsejarle que vertiera todas las "anécdotas picantes" que quisiera (a las que él añadiría algunas más para atraer el morbo del público), Colette se enfrascó en la ingente tarea de escribir la serie de novelas cortas protagonizadas por la pequeña Claudine, su alter ego.
Claudine, el alter ego
La primera novela, Claudine à l’école (Claudine en la escuela), publicada en 1900, fue un éxito tremendo. Todas las adolescentes deseaban leer las aventuras pícaras (y picantes) de Claudine, e intentaban burlar la vigilancia de sus moralistas progenitores para hacerse con un ejemplar del libro.
Las enormes ventas de esta primera Claudine encendieron la sed de "Willy", que encerró a su mujer en casa durante jornadas maratonianas para que escribiera una novela tras otra. Así aparecieron Claudine à París (1901), Claudine en mènage (1902), donde la adolescente literaria descubre su sexualidad (con varias personas), y Claudine se’n va (1903). Un libro al año, y todos un éxito de ventas que enriquecían los bolsillos de su supuesto autor, el marido de Colette.
En realidad, Claudine es el reflejo de la vida de Colette, por lo que son novelas semiautobiográficas. Al igual que la escritora, Claudine es una muchacha educada en un pueblo rural (como el pueblo borgoñón de Colette) que luego llega a París, una ciudad cosmopolita donde el arte y el vicio se confunden. Y al igual que Colette, la llegada a la capital despierta en Claudine su sexualidad aletargada.
Como se puede esperar, a la par que exitosas, las novelas de Claudine fueron un escándalo. Más todavía lo fue el hecho de que Colette empezara a explorar su bisexualidad y encontrara amantes femeninas que mitigaban su honor herido por las infidelidades continuas de "Willy". Al marido no le importaban las aventuras extraconyugales de su esposa, siempre que fueran con mujeres (de hecho, él mismo alentó algunas de ellas e incluso compartió amante con Colette). Lo que no podía ni quería tolerar eran los romances de su mujer con amantes masculinos, que también los había. Colette no pudo soportarlo más. La rebeldía de su madre ardía en sus venas y, de pronto, explotó.
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Por fin, la liberación
Harta de las infidelidades de Henry y decidida a hacer su vida, Colette se divorcia en 1906 e inicia una carrera en solitario que la lleva a los escenarios de los music-hall, muy populares en el París de la época. En 1910 estrena La vagabunda con rotundo éxito. En la obra escénica El sueño de Egipto, estrenada en 1907, Colette se besa en el escenario con Missy, una de sus parejas más estables (vivían juntas en un piso de París), lo que provocó un revuelo de tal calibre que a punto estuvieron de ser arrestadas.
Paralelamente, sigue con su actividad literaria; esta vez, por supuesto, publicando con su nombre. Una de las obras más conocidas de Colette es Gigi, que vio la luz en 1944 y que fue llevada al cine por Vincente Minelli en 1958. En ella, Colette narra la educación de una adolescente que es impelida a convertirse en la concubina de un caballero adinerado. De nuevo, la escritora refleja la situación de muchas mujeres de su época.
En toda la obra de Colette podemos rastrear un evidente feminismo. Colette habla sin tapujos de la libertad femenina y del derecho de las mujeres a vivir su sexualidad. Sin embargo, no se consideraba feminista. De hecho, en una ocasión, cuando un periodista le preguntó al respecto, contestó, un tanto ofendida, que las sufragistas se merecían unos azotes y ser llevadas a un harén…
¿Palabras vacías, solo expresadas para destacar? No olvidemos que Colette era también, como muchos otros artistas, un personaje. En cualquier caso, fue una de las mujeres más rebeldes y polémicas del París de la Belle-Époque, e incluso más allá. Toda su vida fue un escándalo. Se casó por segunda vez con el editor del periódico en el que colaboraba, Henry de Jouvenel, y tuvo por amante al hijo de este, Bertrand, de solo diecisiete años. Con este segundo Henry tuvo a la que sería su única hija, la desatendida niña que también llevaba el nombre de la polémica: Colette.
Todavía se casó una tercera vez, cuando ya tenía sesenta y dos años; en esta ocasión, el elegido fue Maurice Goudeket, del que dijo que "era un santo". Maurice la cuidó primorosamente hasta la muerte de la escritora, casi veinte años después.


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