Se la conoce principalmente por el famoso busto que se conserva en el Museo Egipcio de Berlín. A pesar de que la escultura está inacabada (le falta el ojo izquierdo), la representada llama la atención por su enigmática belleza. ¿Quién es esta mujer? ¿Quién fue Nefertiti? ¿Qué papel tuvo en la revolución religiosa que emprendió su marido?
En esta biografía de Nefertiti encontrarás un resumen de la vida de esta reina legendaria, e intentamos esclarecer los puntos oscuros de su casi desconocida existencia.
Nefertiti: biografía de una reina
Cuanto más insisten los egiptólogos en reconstruir la biografía de esta mujer, más interrogantes aparecen. Parece que la misteriosa reina egipcia se resiste a ser descubierta. No se sabe cuándo nació, pero tampoco su procedencia. Porque, a pesar de ser la esposa de uno de los faraones más conocidos de la historia del antiguo Egipto, el hecho es que todo apunta a que Nefertiti era extranjera.
¿Egipcia o extranjera?
Se barajan varias posibilidades respecto a su patria de origen. La mayoría de expertos coinciden en que lo más probable es que viniera de Mitanni, un poderoso reino situado muy cerca de la actual Turquía. De ser cierta esta teoría, Nefertiti habría sido entregada, siendo todavía una niña, como regalo para el faraón, lo que podría explicar el nombre egipcio que recibió, que significa algo así como “la bella ha llegado”. Según algunos historiadores, Nefertiti sería, pues, Taduhepa, una princesa de Mitanni que vivió durante el reinado de Akhenatón, aunque existen serias contradicciones que ponen en duda la veracidad de esta suposición.
Fuera Taduhepa u otra princesa mitannia, la teoría es sólida si tenemos en cuenta no solo el nombre, sino también las costumbres diplomáticas de la época. Era muy usual que los monarcas vecinos o aliados del faraón de Egipto enviaran a sus hijas al harén real, con el objetivo de sellar alianzas o, simplemente, manifestar su simpatía y sus buenas intenciones. Estas niñas (porque, en la mayoría de los casos, llegaban siendo prepúberes) podían quedarse a vivir en el harén en calidad de concubina o, si tenían suerte, convertirse en una de las esposas “oficiales” del faraón. Este parece ser que fue el caso de nuestra protagonista.
Sin embargo, otros egiptólogos apuntan a otras teorías. Por ejemplo, la británica Joan Fletcher, autora de un interesante ensayo sobre el hallazgo de la supuesta momia de Nefertiti, asegura que la reina tuvo que ser egipcia de nacimiento. No solo eso; Fletcher sostiene que, además, tenía que haber pertenecido a una rama secundaria de la familia real, puesto que, de otro modo, no habría llegado de ninguna manera a ser Gran Esposa Real. Recordemos que el faraón de Egipto podía tener varias esposas, jerarquizadas adecuadamente según el rango, amén de centenares de concubinas.
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Rivalidades en el harén
A pesar de que se desconoce su procedencia, lo que sí que se sabe con certeza es que Nefertiti se casó con Akhenatón cuando contaba unos 10 u 11 años. A partir de su unión, empezamos a conocer detalles de su existencia. De hecho, la Gran Esposa Real empieza a adquirir un gran protagonismo, inusual hasta entonces entre las mujeres del faraón.
Hasta hace poco no se discutía el ascendiente que Nefertiti ejercía sobre su esposo. Sin embargo, descubrimientos recientes han puesto bajo el foco a un personaje secundario, aparentemente insignificante: Kiya, otra de las esposas de Akhenatón, de la que supuestamente Nefertiti habría estado sumamente celosa. Y es que algunos historiadores apuntan a que era Kiya, y no Nefertiti, la auténtica favorita del faraón.
Desde luego, es muy aventurado asegurar tanto sin las suficientes y necesarias pruebas, pero lo cierto es que Kiya portó títulos bastante significativos, como Favorita del rey o Esposa muy amada. Es más que probable, entonces, que Nefertiti sintiera celos de esta molesta rival que, además, podía darle hijos varones al faraón (Nefertiti había tenido solo niñas). De hecho, la ya citada Joan Fletcher va más allá y afirma en su libro El enigma de Nefertiti que la reina podría estar detrás de la misteriosa muerte de esta esposa secundaria.
En realidad, no se sabe a ciencia cierta si Kiya murió durante el reinado de Akhenatón; simplemente, y al igual que sucede más tarde con Nefertiti, su nombre desaparece de los registros, lo que podría significar tanto una muerte repentina como una caída en desgracia por causas desconocidas.
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La revolución de Atón
A la muerte de Amenhotep III, su hijo asciende al trono como Amenhotep IV, el verdadero nombre de Akhenatón. Era el periodo inmediatamente anterior a su revolución política y religiosa; un periodo de auténtico esplendor en la historia de Egipto, caracterizado, entre otras cuestiones, por el extraordinario poder que ejercían los sacerdotes de Amón.
Amón era uno de los dioses más importantes del panteón egipcio. Era el Señor Oscuro, el misterioso creador del cielo y de la tierra cuyo origen se hundía en la noche de los tiempos. El centro de su culto era la pujante ciudad de Tebas, donde habitaba una casta sacerdotal muy poderosa, tanto a nivel económico como político. Posiblemente para recortar la influencia de estos sacerdotes más que por motivos religiosos, Amenhotep IV estableció un nuevo y único culto por toda la tierra de Egipto: la adoración del disco solar, el dios Atón.
Atón no era una divinidad desconocida para el pueblo egipcio, pero desde luego no se contaba entre los dioses más importantes. Y, sobre todo, ningún dios hasta entonces había gozado de un culto monoteísta. Así, el nuevo faraón establecía un paralelismo evidente entre el dios único, a quien nadie hacía sombra, y el faraón. El poder del faraón era absoluto, y no podía ser discutido por nadie. No habría ya cabida para la influencia política de los sacerdotes. El mismo Amenhotep (ahora ya convertido en Akhenatón, “el que es amado por Atón”) sería el principal dirigente de los cultos a la divinidad solar. Él, y su querida esposa Nefertiti.
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Una reina cercana al pueblo
El arte del periodo reflejó a la perfección estos cambios, y se convirtió en el mejor vehículo de propaganda de la nueva ideología del faraón. Las deidades tradicionales fueron sustituidas en los altares familiares por estatuillas de la familia real, a la que el pueblo rendía culto devoto. Akhenatón acortaba así la distancia entre él y su pueblo e imposibilitaba, de esta forma, cualquier intermediación. La conexión se establecía directamente entre los egipcios y su rey-dios.
Esta propaganda requería, claro está, de un nuevo lenguaje iconográfico que reemplazara las efigies majestuosas y distantes de los monarcas precedentes. Akhenatón y Nefertiti se hacen representar de forma “humanizada”; los artistas deforman sus anatomías ex profeso para que parezcan más humanos y accesibles. De igual forma, las actitudes que toman en dichas representaciones son de lo más próximas: el matrimonio se coge amorosamente la mano, hace caricias a sus hijas y juega con ellas. El elemento familiar está muy presente en estas representaciones, sin olvidar el componente divino: la familia entera se muestra adorando al disco solar, que hace descender sus rayos en forma de manos para bendecirlos.
El rostro más famoso de Egipto
Pero probablemente la representación más conocida de la reina Nefertiti sea la que citamos en nuestra introducción, descubierta en las excavaciones que se realizaron a principios del siglo XX en Amarna, en los restos de Akhet-atón, la nueva capital que Akhenatón mandó construir en medio del desierto. Los templos y los palacios habían sido prácticamente destruidos, pero entre los escombros se encontraron numerosos objetos que son un valiosísimo testimonio de aquel periodo convulso.
En concreto, fue en una de las barriadas destinadas a los obreros de la ciudad donde se produjo el hallazgo. Más concretamente, en el taller del escultor Tutmose, donde se encontraron bustos no solo de Nefertiti, sino también de sus hijas. El naturalismo que comentamos en el punto anterior resulta evidente en estas representaciones, si bien es cierto que en el famoso busto conservado en Berlín no se aprecia la deformación de rasgos que sí vemos en otras representaciones de la reina, por lo que podemos deducir que este era su aspecto real.
En el momento de la realización del busto, Nefertiti debía tener unos 40 años. A pesar de su evidente realismo, la absoluta perfección del rostro sugiere alguna especie de “retoque”. Llama la atención la ausencia del ojo izquierdo; ¿se desprendió durante los asaltos a la ciudad o es que nunca estuvo allí? Esta última versión es la más probable, puesto que la obra tiene toda la apariencia de ser un simple modelo, en el que se basarían los demás retratos de la reina.
¿La reina faraón?
Inesperadamente, y tras estar presente en todas las manifestaciones y documentos, Nefertiti desaparece de los registros poco después de la realización del busto. Este es uno de los mayores misterios de la egiptología, que los expertos todavía no han conseguido descifrar. ¿Murió la reina? ¿Cayó en desgracia y por ello su nombre fue borrado? Estas dos teorías son completamente plausibles. Sin embargo, existe una tercera, que es la más fascinante. Porque esta última hipótesis aventura la posibilidad de que Nefertiti cambiara de nombre y pasara a llamarse Smenkare… faraón de Egipto.
Efectivamente; justo cuando el nombre de la reina desaparece de los registros, aparece este joven faraón que, en algunas representaciones, aparece en actitud muy cercana a Akhenatón. Y, aunque bien podría ser que, tras la muerte o la caída en desgracia de la reina, el faraón se aliara con él, también podría ser que este no fuera otro que la propia Nefertiti. En este caso, resultaría que la ambiciosa reina habría llegado a correinar con su esposo y habría tomado, de esta forma, los atributos y el aspecto de un faraón, como sucediera años atrás con la reina Hatshepsut.
Tras el breve reinado de Smenkare y la muerte de Akhenatón, el caos que había provocado la revolución atoniana llegó a su fin y el nuevo monarca, el jovencísimo Tutankamón, restableció el antiguo culto. De la religión monoteísta de Akhenatón no quedaría nada, salvo objetos preciosos ocultos bajo el polvo y las ruinas de la que fue su capital, Akhet-atón, “el horizonte de Atón”. En cuanto a Nefertiti, su final es tan críptico como su comienzo. Falta mucho todavía para reconstruir toda la historia de esta mujer fascinante, si es que puede llegar a hacerse algún día.
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