Egipto. Junto a la griega y la romana, probablemente se trate de la civilización del mundo antiguo que más renombre posee y mayor fascinación ha generado dentro de los territorios que rodean el mar Mediterráneo.
Tierra de faraones y momias, el pueblo egipcio goza de una gran variedad de mitos y leyendas de gran antigüedad y que pretenden dar una explicación a la visión del mundo del otrora poderoso imperio a orillas del Nilo. Es por ello que a lo largo de este artículo exploraremos la idiosincrasia de dicho pueblo a lo largo de una breve selección de leyendas egipcias.
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Una decena de leyendas egipcias
A continuación os ofrecemos una serie de diez hermosas historias procedentes de la civilización egipcia, las cuales nos permiten visualizar brevemente los simbolismos, valores y maneras de enfocar la realidad de dicho pueblo y cultura.
1. El mito de la creación
Al igual que el resto de culturas, la egipcia posee también su propia versión de la creación del universo y el mundo en el que vivimos. De hecho, existen tres versiones conocidas en función de la ciudad que lo generó y las deidades a las que venerara. Una de ellas es la Iunu, posteriormente conocida como Heliópolis, la cual es conocida por ser la ciudad en la que surgió y prevaleció el culto al dios Ra como deidad primordial.
Dice la leyenda que en un principio solo existía un inmenso e infinito océano de nombre Nun, el cual permanecía inmóvil y totalmente dormido. Ni cielo ni tierra, ni plantas ni animales ni el hombre existían. Solo Nun, el cual contenía todos los elementos posibles. Pero un día, el mundo tomó conciencia de sí mismo y de su situación, dándose el nombre de Ra. Este sería el primer dios, el cual al principio estaba solo en medio del océano. Pero poco a poco empezó a crear: su aliento se tornaría el dios Shu, el aire, y su saliva al dios de la humedad Tefnut.
A continuación creó una isla o tierra en la que reposar, la cual denominó Egipto, y al nacer del agua decidió crear el Nilo para alimentarla. Con los elementos del gran océano Ra fue creando los distintos seres vivos.
Shu y Tefnut, en otro punto del Nun, tuvieron hijos, la deidad Geb de la Tierra, y Nut, del Cielo. Ambos hijos tuvieron relaciones y su padre Shu, celoso, decidió separarlos sosteniendo al primero bajo sus pies y la segunda sobre su cabeza. De la unión de ambos dioses nacerían las estrellas y el resto de deidades.
Acabada su creación el dios Ra mandó a uno de sus ojos a buscar a su prole, pero dicho ojo se encontraría a volver que al dios le había crecido otro nuevo. Desesperado, el ojo empezó a llorar, creando sus lágrimas a los primeros seres humanos. El dios Ra, viendo su dolor, se lo colocó en la frente: se había creado el Sol.
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2. La leyenda de Sinuhé
Otra de las leyendas del pueblo egipcio lo encontramos en la leyenda de Sinuhé, en la cual se nos habla del miedo al juicio y a la sospecha y el ansia de volver al hogar.
Cuenta la leyenda que el faraón Amenemhet fue asesinado por un complot de sus servidores, estando su primogénito y más probable sucesor ausente al estar en el ejército cuando ocurrió su muerte. Ante la muerte del faraón, se enviaron mensajeros en su búsqueda.
Uno de los hombres de confianza del faraón era Sinuhé, el cual no conoció el complot que terminó con la vida de su señor hasta que oyó a uno de los mensajeros contarle las causas de la muerte a uno de los hijos del Amenemhat. Asustado y creyendo que a pesar de no tener nada que ver iba a ser acusado de cómplice, tomó la decisión de huir y marcharse del país.
Sinuhé salió del país y se adentró en el desierto, donde pasó días perdiendo sus energías hasta el punto de desmayarse. Cuando despertó se encontró rodeado de beduinos, los cuales le cuidaron. El rey de estos, Amunenshi, le ofreció quedarse con ellos tras explicar su situación. El rey le ofreció la mano de su hija, con la cual Sinuhé se casó y tuvo hijos, además de tierras. Alcanzó gran riqueza y fama, también alcanzando el rango de general e incluso protagonizando un conflicto con uno de los mejores guerreros de la zona el cual le desafió, consiguiendo vencerle gracias a su gran astucia.
Sin embargo y según iba haciéndose mayor Sinuhé añoraba cada vez más Egipto, rezando a menudo para poder volver y morir allí. En su país de origen reinaba ahora Sesostris I, hijo mayor del faraón asesinado, tras varios años de duras luchas con sus hermanos para obtener y mantener el poder. El nuevo faraón fue informado de la situación del antiguo hombre de confianza de su padre, y le mandó llamar a su presencia indicando que podía volver y que sabía de su inocencia.
Feliz y tras repartir sus bienes entre su prole, Sinuhé volvió a Egipto para ser recibido por el faraón, quien le hizo su consejero y le entregó una casa digna de un príncipe, así como una tumba entre los miembros de la familia real. Sinuhé pasó el resto de su vida a su servicio, pudiendo cumplir su deseo de fallecer en su país natal y con gran honor.
3. La leyenda de Isis y los siete escorpiones
El agradecimiento, la hospitalidad, la compasión y el respeto son elementos que también estaban presentes en la cultura y en la mitología egipcias, como podemos ver en la leyenda de Isis y los siete escorpiones.
Dice la leyenda que el dios Seth envidiaba profundamente a su hermano Osiris, el cual estaba casado con la diosa Isis y tendría un hijo junto con ella, Horus. Seth, presa del odio y la indignación, intentó separarlo, y capturó y encerró a Isis y a Horus con el fin de dañar a su hermano.
Viendo la situación, el dios de la sabiduría Thot decidió ayudarles, enviando en su ayuda siete escorpiones de nombre Tefen, Befen, Mestat, Matet, Petet, Mestefef y Tetet con el fin de protegerles. Isis y Horus escaparon, seguidos por sus protectores, y emprendieron una larga huida hasta llegar a la ciudad de Per-sui. Allí encontraron a Usert, una mujer de buena posición y gran riqueza a la que solicitó su ayuda y refugio. Sin embargo Usert, viendo la presencia de los siete escorpiones y temiendo su ataque, cerró la puerta a la diosa y su hijo.
Isis y Horus siguieron camino, agotados, hasta que finalmente dieron con una mujer pobre que, pese a la presencia de los escorpiones, recibió a las deidades y les procuró su ayuda y hospitalidad. Estando su protegida a salvo, los escorpiones decidieron vengarse de Usert por haberle denegado su ayuda a Isis. Durante la noche, los siete unieron sus venenos en la cola de Tefen. Este entró en casa de la mujer y picó a su hijo, provocando que enfermara de gravedad a causa del veneno. Además de ello provocó un incendio
Usert buscó ayuda, en plena desesperación ante el estado de su pequeño. Sus súplicas llegaron a Isis, la cual viendo que el niño no tenía ninguna culpa y compadeciéndose de la situación de Usert fue en su ayuda. Con ayuda de su poderosa magia, el cielo se abrió y cayó una lluvia que apagó las llamas, y posteriormente ordenó al veneno salir del cuerpo del menor. El hijo de Usert sanó y se recuperó. La mujer, avergonzada y profundamente agradecida, le dió su fortuna a la diosa y a la mujer pobre que la había ayudado.
4. El ejército perdido de Cambises II
Algunas de las leyendas egipcias hacen referencia a la desaparición de ejércitos enemigos que osaron atacar las tierras del imperio. Una de ellas nos habla concretamente del ejército perdido de Cambises II, el cual existió verdaderamente y que también en la vida real terminó por desvanecerse (desaparición que sigue siendo un misterio, aunque se especula sobre diferentes causas).
Dice la leyenda que el rey persa Cambises II tenía la intención de conquistar Egipto. Sin embargo el oráculo de la región de Siwa predijo que si el rey intentaba conquistar dicho territorio estaría condenado, algo que hizo que el persa tomara la decisión de marchar para ello a través del Desierto Blanco para conquistar y destruir al oráculo e invadir el oasis de Siwa. El rey Cambises envió a un total de cincuenta mil hombres para dicha tarea.
Sin embargo, el ejército jamás llegó a su destino, desvaneciéndose a lo largo de su paso por el desierto. Una versión de esta leyenda nos cuenta que los djinns del desierto los convirtieron en las extrañas formaciones rocosas que pueden verse en el Desierto Blanco, mientras que otras fuentes indican que una gran tormenta de arena provocó su desaparición.
5. El faraón Dyoser y la crecida del Nilo
El Nilo fue siempre la principal fuente de agua y vida del territorio del Imperio Egipcio, proporcionando la mayoría de agua dulce de la región. Es por ello que cualquier alteración que causara una falta de agua supondría un gran peligro, y por otro lado las crecidas del río eran recibidas como una bendición. Es por ello que existe la siguiente leyenda.
Dice la leyenda que el pueblo de Egipto había caído en gran desgracia y sufría graves penurias dado que el Nilo no poseía agua suficiente para regar los campos, algo que tenía como consecuencia la progresiva aparición de hambre y desesperación. El faraón Dyoser, profundamente preocupado, consultó con su consejero el gran Imhotep respecto a una posible solución para solucionar el problema del agua y le pidió que le ayudara a buscar una solución.
El consejero y mago acudió entonces al templo del dios de la sabiduría, Thot, investigando los libros sagrados, y tras ello acudió de nuevo hasta el faraón. Le indicó que el nacimiento del río se encontraba entre dos cavernas de la isla Elefantina, en la que además apareció la luz que dió origen a los seres vivos del mundo. Ambas cavernas estaban custodiadas por el dios Jnum, el cual retenía con sus pies la salida del agua del nilo, creaba a todos los seres y hacía crecer el trigo y los minerales.
El faraón acudió a la isla y rezó e imploró al dios, sin obtener respuesta, hasta que finalmente se quedó dormido. Durante su sueño, el dios se le apareció y le preguntó por el motivo de su aflicción. El faraón le indicó su temor para con su pueblo y la falta de agua y comida, a lo que el dios indicó estar enfadado debido a la falta de construcción y reparación de templos a pesar de los numerosos dones y materiales que él le proporcionaba. Tras decir esto el dios Jnum decidió abrir la puerta a las aguas del río, el cual dormía en forma de serpiente bajo sus sandalias. El faraón prometió construirle un templo en la misma isla. Finalmente el dios liberó a la serpiente, y con ella se produjo una gran crecida del río.
Al despertar, el faraón pudo observar que las aguas del río habían subido en gran medida su causal, además de que a sus pies reposaba una tabla con una oración al dios Jnum que posteriormente sería grabada en el templo que, tal y como prometió, construiría posteriormente.
6. El nombre secreto de Ra
Una de las características relevantes de la cultura egipcia era la gran relevancia que se le daba al nombre, que según las creencias de dicho pueblo otorgaba gran poder sobre la persona y permite comprender el interior de dicho ser. De hecho, al nacer a una persona se le ponían hasta tres nombres, siendo solo uno de ellos compartido a nivel público. Una de las leyendas va dirigida precisamente a hablar sobre el nombre secreto de uno de los principales dioses egipcios: Ra.
Dice la leyenda que en una ocasión en la que un anciano dios Ra comenzaba a perder poder y facultades el resto de dioses empezó a ambicionar su poder. El dios tenía múltiples nombres, pero había uno que no era conocido por nadie y del cual extraía la mayor parte de su poder. La diosa Isis deseaba conocer dicho nombre, debido a que quería el trono y los dones de Ra para su futuro hijo Horus.
En su sabiduría la diosa tramó un plan para lograr conocer dicho nombre, el nombre secreto y verdadero de la deidad. Empezó a recoger los efluvios salivales de Ra y al mezclarlos con tierra la diosa dio origen a la primera de las cobras, para posteriormente lanzarla en el camino de su padre.
La cobra mordió y envenenó a Ra, ante lo cual Isis se ofreció a curarle a cambio de que le dijera cuál era su nombre verdadero y secreto (oculto hasta para los mismos dioses). El dios aceptó con la condición de que Isis jurara no revelarlo a nadie más que a Horus, algo a lo que accedió y tras lo cual hizo que el veneno saliera del dios y que este se recuperara. Ra compartió su nombre verdadero con ella y con su hijo, dándoles así un gran poder y el futuro trono de Egipto.
7. Las siete Hathores
Recibe el nombre de Hathor una de las deidades más conocidas del panteón egipcio, la cual es considerada la deidad del amor y la alegría así como de la música y la danza. Y una de las leyendas egipcias que vamos a comentar tiene que ver con sus siete hijas, las cuales adivinan y avisan del destino de los recién nacidos y que protagonizan una historia en la que podemos observar la creencia de los egipcios en la fuerza de un destino preestablecido que no puede cambiarse a pesar de los propios actos.
Dice la leyenda que hubo una vez un faraón y su pareja los cuales llevaban mucho esperando concebir un hijo, sin ningún éxito. Tras muchos años rezando e intentándolo las deidades decidieron concederles un niño. Cuando nació las siete hathores acudieron raudas a comunicar a sus padres el futuro que le esperaba al bebé. Sin embargo estas pronosticaron que el niño moriría durante su juventud a manos de una terrible bestia: un perro, un cocodrilo o una serpiente.
Con el fin de intentar evitar dicho final, el faraón construyó un palacio alejado en el que mantener a su hijo durante todo su crecimiento, algo que según el pequeño iba creciendo iba viendo como algo semejante a una prisión. El príncipe pidió a su padre que le concediera el deseo de tener un perro, a lo que a pesar de cierta reticencia este termino por ceder al pensar que no podía suponer un gran peligro.
Pero aunque perro y príncipe se encariñaron y mantuvieron una estrecha relación afectiva, el joven necesitaba salir al mundo y terminó por huir de palacio junto al animal. Fueron a una ciudad desconocida, donde el príncipe conoció a la princesa Naharin. Esta princesa también estaba encerrada por su propio padre, el cual únicamente la dejaría salir si alguien lograba llegar a ella de un salto. El príncipe lo logró, y con el tiempo consiguió casarse con dicha princesa y contarle la predicción de las diosas.
La princesa se dedicó a partir de entonces cuidar y proteger al príncipe de su destino. Un día logró dar muerte a una serpiente que pretendía matarlo, tras lo cual le fue dada al perro como comida. Pero poco tiempo después el can empezó a cambiar y a volverse agresivo, atacando a su dueño. El joven se lanzó a las aguas del río para salvarse.
En ello estaba cuando entre las aguas apareció un gran cocodrilo, pero afortunadamente para el príncipe este era anciano y estaba agotado, aceptando no devorarlo si le ayudaba a vencer a las aguas. Tras ello el joven salió a la superficie, siendo de nuevo atacado por el perro y teniendo que matarle para defenderse. El príncipe, viendo muerto al perro y habiendo habitado la serpiente y el cocodrilo, se pensó a salvo. Sin embargo, mientras estaba celebrándolo la serpiente salió del cadáver del perro y le mordió, matándolo con su veneno tal y como se había predicho.
8. La muerte de Osiris
Probablemente uno de los mitos más conocidos del Antiguo Egipto es el el asesinato de Osiris, su resurrección y el nacimiento de Horus, los cuales nos hablan de problemas familiares y fratricidio como instrumento para alcanzar el poder, además del conflicto entre orden y caos.
El mito nos explica que Osiris era inicialmente el gobernador del territorio de Egipto, siendo el hijo mayor de Nut y Geb. Su hermano Seth le tenía gran odio y rencor, según algunas versiones por haber tenido relaciones con su pareja Neftis, y decidió quitarle la vida. Un día, en una fiesta, Seth trajo un ataúd el cual se quedaría aquella persona que cupiera en él, siendo únicamente Osiris quien cabía dentro. Tras entrar en el sarcófago, Seth lo encerró y lo lanzó al río, donde murió.
La mujer de Osiris, Isis, se propuso recuperar el cuerpo, a lo que Seth respondió descuartizándolo y separando sus diversas partes. Seth, ante la muerte de su hermano, tomó el poder. Isis, con ayuda de otras deidades, logró reunir todas o casi todas las partes del cuerpo de su marido y tras momificarlo posteriormente le devolvió a la vida. Tras ello copuló con su marido, una unión que provocaría el nacimiento de Horus. La vuelta a la vida de Osiris traería consigo un cambio: pasaría de ser un dios de la vida a ser una deidad vinculada a la vida eterna y a la preservación y guía de los muertos en el más allá.
Asimismo, su hijo Horus y se hermano Seth también se enfrentarían por el trono durante años, con múltiples conflictos en que ambos resultan heridos y resultando vencedor de estos Horus, quien obtendría el legado de su padre.
9. La leyenda del origen del calendario egipcio
La civilización egipcia tenía ya un calendario que constaba de un total de 365 días, el cual es protagonista de otro de los grandes mitos y leyendas egipcios que estamos tratando en este artículo.
Dice la leyenda que en un principio los años solo constaban de 360 días. En una etapa de la creación en que Ra gobernaba, se predijo que su nieta Nut tendría relaciones con Geb, algo que según la profecía tendría como resultado un hijo que le arrebataría el poder. La joven estaba ya embarazada, con lo que con tal de evitarlo Ra lanzó una maldición de Nut, de tal modo que no pudiera tener hijos ninguno de los días del año. La deidad estaba desesperada, pero acudió en su ayuda el dios Thot, quien ideó un método para que pudiera hacerlo.
Thot acudió al dios de la luna Jonsu, con el cual procedió a jugar apostándose tiempo y la luz de la Luna. Thot fue ganando en múltiples ocasiones, con lo que a lo largo del juego logró conseguir suficiente tiempo como para crear cinco días. Estos días, que no formaban parte del año, podrían ser usados por Nut para parir a sus hijos. Y así pudo la diosa parir a Osiris, Seth, Isis y Neftis, de los cuales Osiris alcanzaría el puesto de su padre.
10. La historia del campesino elocuente
Existen también algunas leyendas o historias que nos hablan desde el punto de vista no de las deidades y los faraones sino del pueblo llano y campesinado. Una de ellas es la historia del campesino elocuente, una historia que surgió en tiempos del inicio del Imperio Medio.
Dice la leyenda que había una vez un pobre campesino, honrado y trabajador, el cual vivía junto a su familia en el oasis de la sal. Dicho campesino necesitaba viajar a menudo para vender diferentes productos, y en uno de sus viajes al mercado un lugarteniente de la zona la advierte que no debe pasar por su propiedad. Mientras ambos hombres discuten los animales que transportaban las mercancías comen alimentos de las tierras del lugarteniente, quien lo utiliza como excusa para quedarse con los animales y las mercancías que llevan.
Ante esto, el campesino acudió a la ciudad de Heliópolis, donde el representante del faraón Rensi estaba asentado en esos momentos. Allí el campesino le explicó lo sucedido y protestó enérgicamente y con gran elocuencia contra la corrupción mostrada por el lugarteniente. La forma de expresarse de este llamó la atención de Rensi y el faraón, alargándose en exceso el caso con el fin de obtener la máxima información posible del hombre, así como ante el interés causado por su oratoria.
Finalmente se decidió hacer justicia, haciendo que sus posesiones le fueran devueltas y que además el lugarteniente para a ser su esclavo y las pertenencias de este también pasaran a ser propiedad del campesino.
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