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El antídoto ante el Sentimiento de Culpa

Una reflexión sobre qué hacer para impedir que la culpa nos paralice.

El antídoto ante la el Sentimiento de Culpa

La culpa, una emoción secundaria e incomprendida de la que huimos al ser muy desagradable de sentir, suele surgir cuando nuestros pensamientos y/o valores entran en conflicto con nuestras conductas.

Puede aparecer cuando hago algo que no considero correcto. Cuando siento que he cometido un error, pero ¿Cómo la gestiono? ¿Qué puedo hacer para darle salida? En este artículo describimos brevemente la culpa y cómo utilizarla a nuestro favor, pues hay motivos de sobra para darle la bienvenida y las gracias cuando aparece.

El antídoto para superar el sentimiento de culpa

La culpa puede venir tanto de dentro (cuando transgredo mis principios) como de fuera (cuando otros intentan hacerme sentir culpable por algo que he hecho o no he hecho). Esta diferencia es importante, ya que determinará en parte su abordaje. Cuando se instala en nosotros, es un mal trago. Pues bien, hagamos que no sea en vano.

Imagina que respondes de forma destructiva e hiriente a alguien importante para ti y que realmente aprecias. Acto seguido te invade la culpa. Esta culpa por un comportamiento propio viene de dentro. Aunque es muy incómoda de sentir, la realidad es que es ese indicador de que eres una persona sensible a la que le importan los demás. Te avisa de que hay algo que no va contigo. Posiblemente no estás conforme con haber herido a alguien que aprecias. Gracias a ella puedes darte cuenta, reconcíliate con ella, siéntete agradecido por el mensaje que te trae.

A fin de cuentas, es ella la que te invita a parar para revisar qué puede ser aquello que te genera malestar. En este caso se activa para que repares un daño. Una vez lo identifiques y repares, se diluirá dando paso a un sentimiento de calma y satisfacción por haber sido capaz de reconducirte. Observarte y tomar acción, desde el corazón y en coherencia con aquello que sientes correcto para ti, es su resolución.

Ejemplos de culpa para entender este sentimiento

Somos seres humanos y todos cometemos errores, la culpa no es algo ni que tengamos que negarnos ni que tengamos que mantener en forma de guerra interna, es una emoción necesaria y de la cual deberíamos sentirnos agradecidos. Te señala aquello que te importa, esos límites que te dañan al traspasarlos. Imagina por un momento no tenerla, sería un problema. Es tu aliada. Cuando aparece, la escuchamos y nos responsabilizamos de darle salida. No tenemos que aferrarnos a ella ni negarla, empieza y acaba una vez nos hemos comprometido a atenderla.

Veamos otro ejemplo: una mamá que se siente tremendamente culpable por no estar con el bebé en un evento social del cual no consigue disfrutar.

Esa culpa viene de fuera, deriva de ideas y creencias rígidas de lo que a nivel social, esta mamá entiende que es o no una buena madre. Puede que venga del entorno cercano incluso que haya hecho comentarios despectivos acerca de su modo de actuar a pesar de que la mujer no está haciendo daño a nadie ni violando ningún principio ético o moral por acudir a un evento social puntual.

Tenemos que aprender a discernir la culpa útil y sana que nos revela detalles valiosos sobre nosotros mismos, de aquella culpa que salta por creencias estrictas autoimpuestas o derivadas de convenciones sociales en la que no hay opción posible de respuesta que respete el propio bienestar y estabilidad emocional.

En el ejemplo de la mamá, no ver a unos amigos para un café atentaría contra su socialización y el mantenimiento de una red de apoyo sano así como en la concesión de unas horas de desconexión y descanso que afectarían su calidad de vida y su satisfacción vital. Por otro lado, verlos y dejar de estar con el bebé por unas horas daña la percepción de su adecuación al papel de madre que se impone a sí misma. Esta mujer se encuentra sin escapatoria. La emoción de culpa, para ser gestionada, debe ser analizarla.

De ella saldrá información interesante sin duda, como si es adecuada o excesiva, como si parte de rasgos impulsivos que no hemos trabajado o de si es que no nos hemos preocupado de construir con seguridad nuestro propio sistema de valores que determinen aquellas guerras que a mí me merezcan luchar. A veces lo se esconde tras ella es tristeza por no tener unos principios personales propios que guíen mi forma de actuar con seguridad, dejándome a mí mismo a merced de opiniones y normas ajenas que me impiden desarrollar mi propio papel en el mundo.

¿Qué hacer?

La culpa sirve para que reflexionemos y así podamos identificar nuestros errores. Ahora pregúntate, ¿Hasta qué punto podemos considerar algo como error si de ello obtengo un aprendizaje que me haga actuar y ser mejor? Y es que ese es el papel de la culpa, que aprendas a desarrollar tu mejor versión.

Si aprendemos a encauzarla, nos servirá para crecer como personas ya sea corrigiendo aquellos actos que no son coherentes con lo que queremos de nosotros mismos o mediante el desarrollo de un sistema de valores y normas en el que no seamos nuestros propios verdugos. Unos principios propios bien establecidos y no los dictados por la creencia popular o tradicional sobre algo.

Estos valores como guía te permitirán moverte por el mundo con seguridad y fortaleza, cuando sabes lo que haces y tienes claro el porqué de tus actos, tu relato, la culpa o las inseguridades dejan de tener cabida. Saber quién eres, que faceta tuya te mueve e inspira te facilita actuar en consecuencia.

Tomar nota de su papel como emoción, verla de forma positiva y entender que su presencia me revela algo en lo que he de tomar acción es el primer paso. Observa sus desencadenantes, ¿Depende de ti algún factor de las circunstancias que la han desencadenado?

Su gestión es un proceso de aprendizaje y no una condena de cadena perpetua. A través de ella descubres tus debilidades y fortalezas, al tiempo que defines lo que aporta valor en tu vida.

Así mismo, distinguir la culpa útil de la que no lo es, se hace fundamental, ya que si asumimos culpa que no es nuestra, acabaremos viviendo sacrificándonos por los demás y sin autocompasión.

Es necesario aprender a pausar la mente para lidiar con la culpa sin entrar en una espiral de negatividad que me lleve a ser tan duro conmigo mismo que me incapacite para definir como quiero vivir.

Identifica la culpa cuando aparezca, reconocela y dale la bienvenida como el mensajero que es. Te trae un mensaje.

Conclusión

El antídoto de la culpa es precisamente todo aquello que revela de ti y que no estás escuchando.

Date cuenta, es importante, te revela algo susceptible de cambio. Solo puede cambiar quien es consciente. Esta es su función, no aparece para que te regodees en ella y te quedes anclado en ese sufrimiento para siempre.

Felicítate por aceptarla y saber que su función no es fustigarte, sino poner el foco en el aquí y el ahora para responsabilizarte del cambio que te señala como paso para progresar.

Zaira León López

Zaira León López

Psicóloga General Sanitaria

Profesional verificado
Sevilla
Terapia online

La vida es una, el tiempo no regresa, no es necesario permanecer en la queja, la angustia o la pena. Obsérvate, siéntete y progresa. Toma acción. Considera el coste real de algo como la vida y el tiempo que eso que pesa tanto, te está quitando.

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Zaira León. (2024, enero 23). El antídoto ante el Sentimiento de Culpa. Portal Psicología y Mente. https://psicologiaymente.com/clinica/antidoto-ante-sentimiento-de-culpa

Psicóloga General Sanitaria

Sevilla
Terapia online

Zaira León, Psicóloga General Sanitaria con Mención en Psicología de la salud e intervención en trastornos mentales y del comportamiento, Máster en trastornos de la conducta alimentaria y obesidad, y Máster en nutrición y dietética; especializada además en psicología forense para violencia de género, experta en duelo, trastorno obsesivo-compulsivo, trastorno por estrés postraumático y deseo sexual hipoactivo entre otros; dirige una consulta presencial y online en Sevilla donde recibir sus servicios. Esta profesional cuenta con experiencia en el campo de las adicciones, la depresión y ansiedad. Aplica técnicas de terapias de 3° generación, ACT y FAP.

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