De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas, uno de cada siete adolescentes del mundo padece un trastorno mental. Afortunadamente, en nuestra época son muchos los profesionales que promulgan mensajes que buscan desmantelar el estigma que envuelve a las personas que sufren un problema de salud mental. La concepción de los trastornos mentales en tanto problemas privados, que deben ser mantenidos ocultos dentro del núcleo familiar, es cada vez menos frecuente.
Sin embargo, el hecho de que se esté trabajando para que la salud mental de las personas sea atendida y visibilizada no debe eclipsar el sufrimiento de muchos adolescentes que viven estos pesares en silencio. Las estadísticas no hacen más que confirmar una y otra vez cuán frecuentes son los trastornos mentales en la población adolescente y adulta: en la actualidad, en mayores de doce años, la depresión es la principal causa de incapacidad en el mundo. En cuanto a la ansiedad, algunos estudios indican que hasta un 30% de nosotros podemos esperar desarrollar un trastorno de ansiedad a lo largo de nuestra vida. También sabemos que el suicidio es la cuarta causa de muerte entre adolescentes y jóvenes. La información es amplia, pero debemos saber cómo utilizarla a favor de la prevención. Por eso, en este artículo desarrollaremos cuáles son aquellas conductas que pueden predecir el desarrollo de un trastorno mental en adolescentes.
Las causas de los trastornos mentales en adolescentes
En primer lugar, para avanzar hacia las conductas concretas que son predictoras de un trastorno mental, es necesario conocer, en líneas generales, cuáles son los factores que intervienen en el desarrollo de uno. Abordar tal pregunta de modo exhaustivo en este artículo supondría hacer una reducción demasiado significativa sobre todos los marcos teóricos que hay para explicar la causa de una patología mental. También debemos considerar que se han elaborado a lo largo de los últimos años distintas hipótesis para explicar cada trastorno mental. Por esa razón, es difícil describir una causa para “los trastornos mentales” ya que las explicaciones con las que contamos no son generalizables a todas las patologías (por ejemplo, algunos autores sostienen que la causa de las esquizofrenias reside en un trastorno del neurodesarrollo; hipótesis que, hasta donde sabemos, no sería aplicable en el trastorno de pánico).
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Factores que intervienen en el desarrollo de un trastorno mental
Sin embargo, aunque sea difícil establecer una causa unívoca, la investigación científica coincide en que el abordaje de estos trastornos, tanto en el plano teórico como en el procedimental, debe concebir la etiología de la enfermedad desde distintas dimensiones que convergen en un momento específico de la historia de una persona. Es en este punto en el cual emerge la enfermedad, y son distintos los factores que confluyen en ella.
Por una parte, se deben considerar los factores biológicos que podrían incidir en el desencadenamiento de la enfermedad —herencia, alteraciones estructurales y funcionales del sistema nervioso central—; factores psicológicos —la personalidad, factores relacionados con el desarrollo, creencias y sesgos que podría haber en ellas—, y sociales —el contexto social, ideológico, los roles que ocupan en el sistema familiar y vincular, etc.—. Respecto a esto último, se ha encontrado que incluso factores como el estar expuesto a la pobreza, a los malos tratos o a la violencia podría aumentar la vulnerabilidad de un adolescente a sufrir un trastorno mental. Es por este motivo que los trastornos mentales están multifactorialmente determinados, y este aspecto debe ser considerado en todo momento.
Las conductas predictoras de trastornos mentales en adolescentes
Dicho esto, desde una perspectiva multifactorial de las causas de un trastorno mental, podemos evidenciar cómo en la adolescencia hay ciertos factores de riesgo que predisponen al desencadenamiento de una enfermedad. Esto no quiere decir que el hecho de que un adolescente lleve a cabo alguna de las conductas que enunciaremos a continuación generará un trastorno mental, pero sí que alimenta la posibilidad de que suceda. Podríamos pensarlo como el puzzle de un videojuego en el que, para abrir una puerta secreta, es necesario tirar de una combinación específica de palancas al mismo tiempo. No sabemos qué palancas —es decir, qué conductas o factores— podrán eventualmente evocar la enfermedad, pero si tenemos la mayoría activas, hay más chances de que el trastorno se desate.
A continuación, exponemos algunas de las conductas que pueden ser predictoras de trastornos mentales en adolescentes.
1. Incapacidad de establecer límites
En trastornos como la depresión, la alienación familiar y la baja confianza son factores que se encuentran asociados al desarrollo de la patología. Los adolescentes deben ser capaces de expresar cuáles son sus necesidades dentro de la familia y de establecer límites a los otros miembros de ser necesario. Por el contrario, corren el riesgo de acatar a normas u órdenes que podrían ser nocivas para ellos mismos, propiciando la enfermedad.
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2. Conductas de riesgo por falta de límites parentales
En el polo opuesto, los adolescentes también pueden debido a un estilo parental muy autoritario o excesivamente permisivo llevar a cabo conductas de riesgo. Por ejemplo, uno de los factores que más inciden en el consumo de sustancias —las cuales aumentan el riesgo de padecer un trastorno mental, como el trastorno de ansiedad generalizada, el trastorno de pánico o un episodio depresivo— es la presión de los pares. En un contexto familiar en el que no se han puesto límites, es probable que los adolescentes tiendan al consumo por presión de los pares y, en consecuencia, estén más expuestos a sufrir un trastorno mental.
3. Aislamiento social
El aislamiento social puede causar en los adolescentes sentimientos de soledad y aumentar el estrés. Los seres humanos necesitamos vincularnos con los demás en tanto esto deviene de la necesidad de asegurar nuestra supervivencia; un bagaje con el que cargamos como especie. Los resultados de múltiples investigaciones coinciden en que la soledad está relacionada con índices más altos de suicidio, depresión y ansiedad. El aislamiento social como conducta predictora de trastornos mentales podría haber sido uno de los factores que más se ha incrementado como secuela de la pandemia por COVID-19.
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4. Bajo control de impulsos
El hecho de que un adolescente actúe de manera impulsiva e imprudente podría desembocar en que lleve a cabo conductas riesgosas sin evaluar sus consecuencias, perjudicando su salud mental a mediano y largo plazo. De por sí, los adolescentes tienden más a la impulsividad que los adultos, ya que su cerebro —específicamente, la corteza prefrontal— todavía está en desarrollo. Por lo tanto, las facultades ejecutivas que corresponden a esta área de la corteza como la inhibición de conductas inadecuadas o la resolución de problemas, la cual supone que el adolescente pondere las posibles consecuencias de sus actos, no están completamente fijadas en su cerebro.
5. Autolesiones
Por último, una conducta que predice el hecho de que un trastorno mental esté por desplegarse (o ya lo haya hecho) en un adolescente es la concreción de autolesiones en alguna parte de su cuerpo. Esto podría relacionarse a un trastorno límite de la personalidad (TLP). Las autolesiones son formas que encuentran las personas con desregulación emocional para aliviar emociones muy intensas y dolorosas.
Estas conductas tienen la función de gestionar la emoción: regresan a la persona al presente, su tensión física se reduce y el dolor que la persona ve en su herida valida su malestar emocional. La teoría del aprendizaje indica que, por refuerzo negativo, el alivio que genera la conducta hace que sea más probable que a futuro se repita. Sin embargo, en el largo plazo, el problema de este modo de afrontar la presencia de ciertos estresores emocionales no es tanto el hecho de que podría estar anudado a un trastorno, sino que, a fin de cuentas, es una estrategia que no resuelve el problema y le hace sentir peor.
Adhara Psicología
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CENTRO DE PSICOLOGÍA HUMANISTA & MEDITACIÓN
En caso de detectar cualquiera de las conductas previamente enunciadas, lo recomendable es conversar en la medida de lo posible con el adolescente, validar su dolor, y facilitarle el acceso a un profesional de salud mental para iniciar un tratamiento.