El peso corporal es más que una simple medida de cuánta masa tiene nuestro cuerpo. Para muchos el peso es vivido como un problema fundamental en sus vidas, tanto que tienen la necesidad de alcanzar su “peso ideal” para aceptarse a sí mismos.
Muchos asocian el peso como un indicativo de atractivo, belleza y salud y, claro está, esto influye en su autoestima y autoconcepto, habiendo quienes se sienten terriblemente mal cuando su peso no es el deseado.
La pérdida de peso es una cuestión bastante delicada que puede ir desde la mera pérdida de unos kilos por recomendación médica hasta un auténtico problema de salud mental. Por ello, a continuación vamos a ver cómo evitar obsesionarse con perder peso y entender que no lo es todo.
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¿Por qué obsesionarse con perder peso puede ser un problema?
Millones de personas a lo largo y ancho de este mundo están preocupadas por su peso. Algunas se preocupan de una forma que podríamos decir “inocente”, en el sentido de que han pasado una mala época últimamente y, ahora que han levantado cabeza, se plantean como objetivo adquirir un peso sano, sea ganando un poco de peso o perdiéndolo. Otras, por desgracia, se encuentran atrapadas en una dura espiral de obsesión con el peso, preocupadas por cada caloría que ingieren y prohibiéndose todo tipo de alimento rico pero “malvado”. Se valoran en función de su peso, que influye mucho en su autoestima.
La comida es aquello que nos aporta nutrientes, el combustible que nuestro organismo necesita. Sin alimentos los seres humanos simplemente nos morimos y por ello necesitamos comer. Sin embargo, lo que es una necesidad básica, algo instintivo y que la única preocupación que nos debería suponer es en caso de no encontrarla, muchas personas se preocupan por “pasarse” con la comida, ganar peso por comer de más y, para compensarlo, se adentran en dietas restrictivas o, directamente, dejan de comer.
Puede que en algún momento de nuestras vidas necesitemos perder un poco de grasa por cuestiones de salud. Sin embargo, obsesionarse con perder peso nos puede conducir a una situación que para nada es sinónimo de salud, y es el crudo mundo de los trastornos de la conducta alimentaria. Por este motivo es tan importante establecer una relación sana con la comida y entender que el peso no es una medida de belleza ni salud, sino un indicador de masa, nada más.
El objetivo de este artículo es aprender un poco cómo evitar obsesionarse con perder peso, viendo algunos mitos, creencias y actitudes a combatir sobre cómo se da la pérdida y la ganancia de peso además de entender que mantener una dieta saludable es algo extremadamente necesario para tener un cuerpo bello, que no es más que cualquier cuerpo que goce de una buena salud.
Los mitos sobre la pérdida de peso
Son muchos los mitos que existen en torno a la comida y que se relacionan directamente con obsesionarse con perder peso. Muchas personas, en su intento por conseguir cumplir con los objetivos de pérdida de peso, el control por los números que deberían aparecer en la báscula se convierte en el control por lo que se come, siendo esto el caldo de cultivo para desarrollar una relación malsana con la comida.
Es curioso como en el mundo actual, donde podemos conseguir con facilidad más alimentos que nunca, comamos peor a cómo lo hacían nuestros antepasados. Es cierto que tenemos más disponibilidad de alimentos nutritivos y que la desnutrición es algo relativamente poco común, pero también vivimos en un mundo en donde hay muchos alimentos hipercalóricos, grasientos y con pocos nutrientes que da la casualidad que son hiperpalatables, esto es, más apetecibles en comparación con la comida tradicional y de temporada.
Como los alimentos más pobres en nutrientes son, a su vez, los que tienen un sabor más intenso, no es de extrañar que la población los prefiera antes que los alimentos sanos. Como consecuencia de ello tenemos en la población enfermedades como la obesidad, diabetes y enfermedades cardiovasculares, puesto que es difícil resistirse a este tipo de alimentos, que además tienden a comercializarse ya preparados y se venden a relativo bajo precio.
Decir que la población es adicta a la comida basura no es una exageración. La gente sabe que no son alimentos saludables, que lo mejor sería no comerlos en absoluto y que traen consigo riesgos para la salud, pero les cuesta mucho dejar de consumirlos. Como consecuencia de ello, una vez se ha ganado mucho peso, se intentan abandonar de golpe, categorizándolos de alimentos “prohibidos” y es aquí donde estalla la relación malsana con la comida.
¿Cómo evitar obsesionarse con perder peso?
Son varias las acciones que podemos hacer para evitar obsesionarnos con perder peso.
1. No usar el gimnasio para comer más después
No hay duda de que la actividad física quema calorías y que ayuda a adelgazar. Ir al gimnasio se debe ver como una forma de asegurarse tener buena salud y pasárselo bien, tanto si se hace entrenamiento de fuerza como cardio o actividades dirigidas.
Sin embargo, lo cierto es que muchas personas acuden al gimnasio con la clara intención de quemar gran cantidad de calorías para después reponerlas comiendo de todo. Obsesionadas con el peso, para asegurarse de que no ganan unos kilos de más, se machacan haciendo todo tipo de ejercicios en el gym para después comerse todo tipo de alimentos hipercalóricos.
Esto es bastante peligroso. Por un lado tenemos el hecho de que la persona realiza atracones y, por el otro, realiza conductas compensatorias, en este caso hacer ejercicio excesivo, todo para evitar ganar peso. Todo ello puede servir para sospechar de un posible caso de bulimia, un trastorno de la conducta alimentaria que requiere intervención psicológica.
2. No ser demasiado exigente traqueando calorías
Existen infinidad de aplicaciones que sirven para traquear las calorías de lo que comemos y, también, las que quemamos con el ejercicio. Estas pueden ser útiles en tanto que nos sirven para tener una orientación sobre la ingesta calórica y la proporción de macronutrientes que hemos ingerido, ayudándonos a saber si estamos manteniendo una dieta variada y consumimos la cantidad de calorías necesarias.
Sin embargo, obsesionarse con traquear absolutamente cada caloría para asegurarse de que se adelgaza es un error. Estas aplicaciones deben ser descargadas y usadas con cautela y entender que son solo un registro de lo que comemos, poniendo el foco más en los nutrientes consumidos antes que nuestra ingesta calórica. El motivo por el que se deben tomar con precaución estas aplicaciones es que muchas personas quieren hacer un uso perfeccionista de las mismas.
Hay quienes intentan llevar un registro exhaustivo de todo lo que han comido a lo largo de la semana, motivándose para seguir tomando entre 1200 y 1500 calorías, que son las recomendadas en términos muy generales. Suele pasar que por el simple hecho de haberse olvidado en registrar un día, sus usuarios se agobian, sienten que han fracasado, rompen su racha y comen de más, sintiendo que engordan con cada bocado.
Es necesario entender que por no apuntar absolutamente todo lo que comemos en un contador de calorías no vamos a engordar. Siempre y cuando llevemos una dieta saludable, rica en nutrientes, podemos flexibilizar un poco lo que comemos e, incluso, olvidar de apuntarlo.
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3. Ni dietas restrictivas ni prohibir alimentos
Son muchas las personas que consideran que solo van a perder peso si prohíben ciertos alimentos y controlan totalmente las calorías que ingieren. Sí que es cierto que conociendo la ingesta calórica se puede suponer que se va a conseguir adelgazar, siempre y cuando se ingieran menos calorías de las que se gastan y haya déficit calórico.
Ahora, hacer una dieta restrictiva no funciona, y mucho menos si esta se ha obtenido de dudosas fuentes. No es difícil encontrar en Internet todo tipo de dietas milagro en la que se destacan los alimentos prohibidos. Estas, lejos de ser buenas instrucciones para controlar o perder el peso, se convierten en peligrosas fuentes de culpa.
Prohíben tantos alimentos que prácticamente no permiten disfrutar de la comida, solo pudiendo comer alimentos poco calóricos como lechuga, algo de carnes bajas en grasas como el pollo y prohibiendo terminantemente todo lo dulce. Otras nos obligan a estar comiendo durante varias semanas un mismo alimento (p. ej., la dieta de la piña).
Ambos tipos de dietas son extremadamente irrealizables, puesto que son tremendamente aburridas además de que insisten en la idea de los alimentos prohibidos, lo cual hace que si la persona se la salta un día con un alimento de este tipo sienta muchísimos remordimientos y se vaya al otro extremo, esto es, pegarse un atracón.
Debe quedar claro que prohibir alimentos va en contra de la naturaleza humana, y que solo se pueden “prohibir” en aquellos casos que por salud no se puedan ingerir bajo ningún concepto, como sería la sal en hipertensos o los carbohidratos en personas con obesidad mórbida. Las dietas restrictivas potencian los trastornos de conducta alimentaria.
Cualquier dieta que se vaya a hacer debe ser consultada con profesionales, entre ellos médicos, dietistas y nutricionistas. En caso de haber sospecha de posible trastorno de la conducta alimentaria debe acudirse a un psicólogo.
4. No exponerte a la báscula cada día
Uno de los instantes más temidos de las personas que están desesperadas por perder peso es pesarse en la báscula. Todo el mundo tiene en su cabecita un peso ideal, aunque no por ello sano ni tampoco ideal de verdad, pero que se traducen en un número concreto, valor que si no lo hemos alcanzado todavía nos entristece y mucho. Para muchas personas esto puede volverse obsesivo y usan la báscula todos los días, incluso varias veces.
El peso que nos marque la báscula puede ser un arma de doble filo. Por un lado puede pasar que, en caso de éxito, nos sintamos motivados para seguir con nuestra rutina de adelgazamiento, comiendo sano y haciendo ejercicio, pero por el otro, en caso de que no sea así, lo que sucederá es que nos sintamos frustrados e incluso nos obsesionemos comiendo menos o haciendo más ejercicio del necesario.
Tanto la pérdida de peso como la ganancia de masa muscular son un proceso con sus altibajos y por lo tanto la medida diaria de dónde estamos no sirve porque perfectamente puede desmotivarnos. Lo que se tiene que tener en cuenta es todo el proceso en su conjunto.
No vamos a perder peso de un día para otro. Pesarse cada día no aporta datos fiables y cualquier variación que se dé puede ser producida por tal cantidad de factores ajenos a nuestro control que sería muy difícil usarlos como medida de si hay progreso o no, y mucho menos indicativos de que haya una mejoría en la salud.
En la mayoría de los casos lo adecuado es pesarse una vez cada dos semanas, preferiblemente solamente una vez al mes, y usando básculas inteligentes, si es posible. Estas son aparatos que van más allá de la simple medida de peso, sino que además miden otros aspectos que sí se relacionan con la salud de la persona como el porcentaje de grasa, la cantidad de masa muscular, la retención de líquidos, el metabolismo basal y el envejecimiento prematuro.
La báscula debe permanecer escondida o al menos en un lugar poco expuesto los días que no vaya a ser usada. Para ello lo mejor es ponerla en un lugar alto del que sea difícil bajarla, o directamente esconderla en un cajón que no solamos consultar. Esto evitará que tengamos la tentación de pesarnos fuera de fecha y, así, podremos valorar mejor el progreso.
Referencias bibliográficas:
- Carbajal Azcona, Á. (n.d.). Agua – Manual de Nutrición y dietética. Retrieved from https://www.ucm.es/nutricioncarbajal/
- Soenen, S., Bonomi, A. G., Lemmens, S. G. T., Scholte, J., Thijssen, M. A. M. A., van Berkum, F., & Westerterp-Plantenga, M. S. (2012). Relatively high-protein or ‘low-carb’ energy-restricted diets for body weight loss and body weight maintenance? Physiology & Behavior, 107(3), 374–380.
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