Imagina esto… Te entregan un bebé de tres meses. Estás atrapado en una cabaña remota, sin electricidad, sin señal, con temperaturas gélidas y comida escasa. El viento golpea las ventanas, la noche es larga y no hay nadie más. Solo tú y ese pequeño ser indefenso. Tus manos tiemblan, estás agotado, pero ese niño depende por completo de ti. Alimentarlo. Abrigarlo. Calmar su llanto. Asegurarte de que respire. Protegerlo… incluso si tú estás hecho pedazos por dentro. ¿Te dormirías sin antes verificar que está caliente y a salvo? ¿Ignorarías su llanto porque estás emocionalmente drenado? ¿Lo dejarías desprotegido solo porque tú no puedes más? No. Harías lo imposible. Lucharías contra el agotamiento, contra el miedo, contra la desesperanza. Porque esa vida te importaría. Porque amarías a ese niño con todo lo que eres. Sin condiciones.
Ahora, haz una pausa y piensa: ¿por qué no nos cuidamos así a nosotros mismos? Como si realmente nuestra estabilidad emocional, nuestra salud y nuestra vida dependieran de ello. ¿Por qué somos más compasivos con los demás que con nuestra propia mente, nuestro propio cuerpo o nuestra propia historia? ¿Qué pasaría si nos tratáramos con la misma urgencia, el mismo respeto y el mismo cuidado con el que protegemos a quienes amamos? ¿Y si nuestras decisiones reflejaran que también somos valiosos, que también merecemos descanso, ternura, y prioridad? ¿Cuánto cambiarían nuestras prioridades si el autocuidado no fuera una opción, sino una responsabilidad con uno mismo?
Jordan Peterson lo dijo con crudeza y claridad: "Cuida de ti mismo como si cuidaras de alguien que depende de ti”. La mayoría de las personas no necesita motivación para cuidar a un ser querido. Pero sí para cuidarse a sí misma. Porque vivimos inmersos en una cultura que premia la sobreexigencia, minimiza el descanso y convierte el agotamiento en una medalla de honor. El estrés, el aislamiento, la saturación digital y la negligencia emocional se han vuelto la norma.
Y es ahí donde el autocuidado irrumpe como una práctica radical de salud mental. No se trata de una tendencia pasajera ni de un lujo moderno, sino de un acto contracultural y urgente. En una sociedad que nos empuja a vivir al límite —entre fastfood, tráfico interminable y jornadas extensas que erosionan cuerpo y mente— cuidarte no es egoísmo: es una forma de inteligencia emocional y resistencia diaria a la cultura moderna.
En las siguientes líneas, quiero invitarte a explorar qué es realmente el autocuidado, por qué es decisivo para tu salud mental, y cómo podrías empezar —paso a paso— ese acto esencial de consciencia y dignidad interior.
¿Qué es el autocuidado?
El autocuidado es mucho más que tomar un descanso o ir al gimnasio. Es una postura frente a la vida. Es la decisión consciente y sostenida de preservar tu energía, tu paz, tu cuerpo, tu mente. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el autocuidado es "la capacidad de los individuos para promover la salud, prevenir enfermedades y manejar el estrés y las dolencias, con o sin la ayuda de un profesional".
Desde la psicología clínica, lo definimos como el conjunto de acciones, hábitos y actitudes que una persona ejerce sobre sí misma para mantenerse en equilibrio y en conexión con su bienestar integral. Y no es opcional. Porque lo contrario al autocuidado no es neutralidad: es desgaste. Es enfermedad. Es desconexión emocional. Es una vida donde uno sobrevive, pero no se siente vivo.
El autocuidado en terapia psicológica: clave para avanzar
En terapia, hablar de autocuidado no es superficial. Es estructural. Pacientes que no logran sostener hábitos básicos de autocuidado —dormir, comer, poner límites, decir "no"— difícilmente logran consolidar avances significativos. Por el contrario, quienes lo adoptan como parte de su proceso, construyen un suelo emocional más firme, donde las herramientas psicológicas realmente pueden florecer.
Estudios como los de Gonzalez et al. (2020) y Greenberg & Harris (2019) han demostrado que los pacientes que practican autocuidado durante su psicoterapia reportan menor sintomatología ansiosa y depresiva, mayor sensación de control y mejor adherencia al tratamiento.
Desde enfoques como la Terapia Cognitivo-Conductual (TCC) o la Terapia Dialéctica Conductual (DBT), se enseña a las personas a reestructurar sus rutinas, a identificar patrones de desgaste, y a generar espacios internos de autoconsuelo y regulación.
Porque, cuando el cuerpo descansa y la mente se siente segura, el alma empieza a sanar.
Caso clínico: B.P., 31 años
B.P. llegó a terapia por episodios de ansiedad aguda, insomnio y pensamientos rumiativos. Estaba emocionalmente desbordado, recién separado tras un divorcio complejo marcado por la infidelidad. Vivía solo, con su familia en otro país, y trabajaba más de 11 horas diarias. No tenía espacios de contención ni momentos para procesar su dolor. Su rutina giraba únicamente en torno a producir y cumplir.
Al inicio, no le costaba tanto hablar de lo que había vivido, sino aceptar que necesitaba cuidarse. Que debía detenerse. Que tenía derecho a sanar.
El plan terapéutico no empezó con técnicas avanzadas, sino con lo más elemental: reconocer que su vida importaba más que su rendimiento. Empezamos por reorganizar sus horarios de descanso, identificar espacios para comer con tranquilidad, establecer pausas breves en su jornada y permitirle momentos para procesar su duelo. Gradualmente, fue conectando con actividades que le hacían bien, retomó contacto con amistades, comenzó a ejercitarse y a reconectar con su propio cuerpo.
A los tres meses, no solo dormía mejor. Había disminuido sus crisis de ansiedad, tenía más claridad emocional y, sobre todo, había aprendido a priorizarse. El autocuidado fue la puerta por donde todo lo demás empezó a ordenarse.
¿Estás descuidándote? Haz este test sencillo.
A continuación, responde las siguientes 10 preguntas asignando una puntuación según tu frecuencia: tu frecuencia:
- 1 punto = Nunca
- 2 puntos = A veces
- 3 puntos = Frecuentemente
Al final, suma tu puntuación total para conocer tu nivel de autocuidado.
- ¿Duermes menos de 6 horas por noche?
- ¿Postergas ir al médico o al psicólogo aunque sabes que lo necesitas? 3. ¿Comes con prisa o saltas comidas regularmente?
- ¿Te cuesta decir que no por miedo a decepcionar?
- ¿Tienes dificultad para desconectarte del trabajo o el celular?
- ¿Sientes culpa cuando te tomas un descanso?
- ¿Te irritas fácilmente o estás emocionalmente agotado?
- ¿No recuerdas la última vez que hiciste algo que disfrutes solo por placer? 9. ¿Evitas hablar de cómo te sientes?
- ¿Sientes que funcionas, pero no vives?
Resultados:
- 10 a 15 puntos: Nivel de riesgo. Estás comenzando a descuidarte. Introduce pausas conscientes y hábitos saludables.
- 16 a 22 puntos: Nivel de urgencia. Tu cuerpo y mente están sintiendo las consecuencias. Necesitas actuar antes de que se agrave.
- 23 a 30 puntos: Nivel crítico. El desgaste emocional y físico es alto. Es momento de detenerte, pedir ayuda y priorizarte seriamente.
Las 5 áreas del autocuidado: una brújula para empezar
Cuidarte implica más que descansar o alimentarte bien. Implica atender distintos planos de tu vida que, juntos, sostienen tu salud integral. Aquí te presento cinco áreas esenciales para comenzar:
1. Autocuidado físico
Dormir lo necesario. Comer con conciencia. Mover el cuerpo. Hacerte chequeos. Escuchar tu fatiga. Cuidar tu salud física es también cuidar tu salud mental. Ejemplo: caminar 30 minutos al día, tomar agua con regularidad, preparar al menos una comida casera a la semana.
2. Autocuidado emocional
Reconocer lo que sientes. Validar tus emociones. Llorar cuando hace falta. No esconder la tristeza detrás de la productividad. Buscar ayuda cuando te desbordas. Ejemplo: escribir un diario emocional, hablar con alguien de confianza, permitirte descansar sin culpa.
3. Autocuidado mental
Gestionar lo que consumes. Elegir con qué alimentas tu mente. Detectar pensamientos tóxicos. No creerte todo lo que piensas. Poner pausa al ruido. Ejemplo: desconectarte una hora al día del celular, hacer ayunos digitales, leer algo que te inspire, practicar ejercicios de atención plena.
4. Autocuidado social
Elegir relaciones que te nutren. Aprender a decir no. Cuidar tus límites personales. Alejarte de dinámicas que te restan.
Ejemplo: recuperar contacto con un amigo valioso, limitar el tiempo con personas conflictivas, practicar la gratitud, crear rituales con tu círculo cercano.
5. Autocuidado espiritual o existencial
Conectar con lo que da sentido a tu vida. Sea fe, arte, naturaleza o silencio. Recordar que eres más que tus pendientes.
Ejemplo: orar, meditar, escribir una lista de agradecimientos, lecturas bíblicas, visitar un lugar que te inspire, tiempo devocional, conectar con la naturaleza.
Una perspectiva general
El 62% de los adultos en el mundo declaran sentirse agotados la mayor parte del tiempo (Statista, 2023). Y uno de cada tres reporta tener dificultades para dormir más de cinco horas por noche. Vivimos en una sociedad donde el cansancio crónico se ha normalizado, y donde descuidarse parece más fácil que detenerse. No te acostumbres a vivir agotado. No te conviertas en parte de esa estadística. Cuidarte no resolverá todos tus conflictos, pero te dará la energía, la claridad y la estructura interna para enfrentarlos con mayor fortaleza.

Martin Martinez Cruz
Martin Martinez Cruz
Psicologo Clinico por la UACJ y Fundador de Psicologia City
Si hoy no sabes por dónde empezar, comienza por lo más sencillo: dormir mejor, decir que no, respirar más lento, apagar tu celular, hablar con alguien. Pequeños actos de autocuidado generan grandes efectos con el tiempo.
Como escribió el filósofo Blaise Pascal: "La infelicidad del ser humano proviene de no saber quedarse quieto en una habitación consigo mismo". Haz del autocuidado una forma de sabiduría encarnada. Porque a veces, cuidarte no es la meta… es el comienzo.


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