De todos los temas que las personas traen a las sesiones de psicoterapia, hay uno que, a pesar de su recurrencia, después de los años sigue todavía despertando mis alarmas. Seguro que muchas ya lo tenéis en mente ahora. Efectivamente, hablo del suicidio.
Atiendo a muchas personas ambivalentes con estar vivas y/o con quitarse del medio y desaparecer. En sesión con ellas establecemos nuestros diálogos con la vida. Yo represento la vida, puesto que es el único lugar que, hasta el momento, he habitado. No he tenido nunca ideas de muerte ni me he acercado, a través de mi experiencia propia e íntima, a este territorio. Lo que conozco me lo han compartido muchas personas que han confiado en mí lo suficiente como para verbalizar en voz alta y junto a otra persona estas vivencias tan íntimas y personales. Gracias a todas por permitirme mirar juntas y descubrir, de vuestras manos, otros lugares inaccesibles sin vosotras.
Hoy, el suicidio de un familiar cercano de una persona a la que estoy acompañando en psicoterapia me ha permitido reflexionar un paso más sobre nuestra posición ante la vida y la muerte. El hecho de vivir el suicidio de una persona cercana, de un familiar, ha acumulado en ella más experiencia, más emoción, más movimiento y más cambio que todo el tiempo previo de psicoterapia. Qué vivencia tan extrema. La experiencia de perder un ser querido por un suicidio lo puede remover todo.
Escuchando su relato me fijaba en cómo había cambiado su posición ante la vida. Ella estaba sufriendo desde el lugar de la familia y acompañando, sintiendo, el dolor del resto de la tribu. De repente, sabía cómo se podían sentir otros sin ella, si ella hubiera llevado a cabo el plan del que tanto habíamos hablado. Ahora este plan parecía ya no estar en primer plano. Le parecía increíble lo que había sucedido. ¿Cómo había podido pensar en ello su familiar? Y, finalmente, ¿por qué había decidido desaparecer? Preguntas al aire y que quedarán sin respuesta. Ella todavía no puede creer la decisión que tomó su familiar, no la entiende. Y quizá ya ni se plantea que pudiera haber sido ella.


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