Marc Auge, un filósofo francés, hace referencia a los lugares y a los no lugares, refiriéndose a ellos como distintas formas de percibir un mismo espacio. El autor define a los segundos, como un espacio intercambiable donde el ser humano permanece anónimo.
Cuando un sujeto llega a un nuevo espacio, por el motivo que fuera, motivado por el deseo o por un estado de fuerza mayor, este, en principio, no logra apropiarse de ese espacio.
Últimamente, este tipo de temas llegan a las consultas psicológicas. Gracias a las oportunidades de un mundo globalizado y a las nuevas tecnologías, personas que están pensado en emigrar y quieren dar el salto del modo más seguro posible (o que lo hicieron) se encuentran con emociones nuevas en el camino, muchas veces difíciles de gestionar en la soledad de la distancia.
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El proceso migratorio
Hoy, los movimientos migratorios han cambiado aceleradamente y, a diferencia de nuestros antepasados, solemos hacerlos sin la familia extendida; abuelos, padres, hermanos. En cambio, los hacemos solos, con pareja, hijos. En ese proceso nos encontramos con un cúmulo de emociones diversas. La polaridad de la tristeza y la alegría que se pueden sentir por haber emigrado y haber dejado el país de origen pueden resultar difíciles de integrar, puesto que tal vez nuestra tendencia sea querer sentir la alegría y dejar la tristeza de lado, separarlas.
En esta montaña rusa muchas veces podemos sentir que nos vamos a morir, que no podemos más, que los desafíos son más grandes que los recursos que tenemos. Después revivimos, recuperamos la fe y la esperanza para tal vez de nuevo, volver a caer, y en ese caer y levantarse, morir y revivir, podemos aprender mucho sobre nosotros mismos. Cada persona tiene sus batallas internas al emigrar; quizás lo que para alguien pueda ser algo muy simple, para otro pueda representar un gran desafío.
Los miedos nos protegen, claro que sí, pero mal atendidos nos limitan. Cuando no haces como que no existen y no lo reprimes, es en ese avanzar temeroso que comenzarán a desplegarse los recursos que te llevarán a descubrir una nueva faceta de nosotros mismos.
Porque coraje no es ausencia de miedo, coraje es miedo caminando.
Respecto de la recurrencia del duelo migratorio
Cuando ya nos hemos acomodado al nuevo país, la nueva ciudad, cultura, en algunos casos idiomas, cuando logramos sentirnos cómodos en el nuevo espacio, sucede a menudo que algunos disparadores nos conectan nuevamente con el duelo.
Es común que aparezca ante hechos o eventos que son importantes para el migrante, facilitados hoy en día para el acceso de tecnología; momentos en los que se hace más carne la distancia entre su país de origen y el actual. Los domingos pueden ser días dónde la recurrencia aparezca, fechas de cumpleaños, casamientos, navidad, alguna enfermedad de un familiar o de un amigo. De la misma manera en la que se reactualiza un duelo. La recurrencia no implica que haya sufrimiento; puede doler, pero no necesariamente hay que sufrir.
Las exigencias sobre el duelo
Dentro de los mandatos, está el llamado a la “superación”. Pero no hay nada para superar, la vida en el extranjero no se trata de algo que se deja atrás. Es un movimiento que puede llegar a ser profundamente expansivo para el alma individual y familiar. No hablamos de fracasos, ni de éxitos, hablamos de experiencias, de un vivir que tenga sentido, acorde al proceso.
Algunas experiencias te enriquecerán, otras te harán dudar, otras te invitarán a repreguntarte los motivos de tu decisión. Volvemos a plantearnos la decisión una y otra vez, desde una perspectiva diferente. Y es que emigrar implica caminar con la ilusión de la certeza, agarrada de la mano del miedo. La decisión de emigrar no es un compromiso irrevocable.
Muchas veces caemos en la exigencia de querer que las cosas sucedan de inmediato. En la exigencia desmedida, hay una parte nuestra que se activa, demandante que no y de inmediato, a veces nada alcanza y se instala la queja, desplazando la gratitud.
Ser benevolentes con nuestra historia, con lo que somos y con nuestros propios procesos, será un aspecto que facilitará la adaptación. No somos máquinas que aprietan un botón y enseguida desarrollan habilidades para entender una nueva forma de ver el mundo en ese país al que llegan. Es interesante hacernos la pregunta de dónde nos llevamos a extremos castigadores, cuando estamos en un proceso de aprendizaje.
Hacer las paces con nosotros mismos, es urgente. Ya hay demasiado dolor afuera. La experiencia que se desprende al emigrar es un proceso intransferible…
Berenice Giner
Berenice Giner
Lic. en Psicologia - especialista en trauma
Si aún no emigraste o, si ya lo hiciste y necesitas compartirlo o crees que necesitas ayuda con ello, te acompaño en el proceso.
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