Desde que somos muy pequeños necesitamos tener cierto nivel de control sobre nuestra vida. Precisamos sentir que tenemos incidencia sobre el marco que sostiene el cuadro que forman nuestras rutinas. Con esto me refiero a tener gestionados nuestros horarios de sueño y de comidas, nuestras necesidades básicas y las de nuestros seres queridos, nuestras prioridades académicas y laborales, y los recursos que necesitamos para evolucionar.
Necesitamos tener un poco de previsibilidad para avanzar por nuestro camino con tranquilidad. ¿Cómo lo logramos? Creando hábitos, planificando, y siendo constantes en nuestras acciones en pos de cumplir nuestros objetivos.
La necesidad de control también está relacionada a un factor biológico. Antaño, nuestros antepasados, necesitaban que su cerebro esté alerta para vigilar su medioambiente porque de eso dependía su supervivencia. Hoy en día, la situación ha cambiado, pero estamos expuestos a altos niveles de estrés que nos dejan híper vigilantes como les pasaba a nuestros predecesores.
Las tensiones que atravesamos nos ponen en estado de alarma y la amígdala en nuestro cerebro se activa exacerbando nuestro miedo a la amenaza que trae consigo un escenario desconocido. En esas condiciones nuestra respuesta por defecto es querer controlar nuestra realidad para que no nos sorprenda nada desagradable.
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El origen de la necesidad de controlarlo todo
Nuestros esfuerzos por tenerlo todo supervisado pueden tener consecuencias poco saludables, entre éstas ansiedad, insomnio, y debilitamiento del sistema inmunitario. Nuestras tendencias controladoras se reflejan desde pensar en exceso, preocuparnos, adelantarnos a ciertas situaciones, obsesionarnos con algunas obligaciones hasta ponernos al mando de todo frenéticamente sin poder delegar.
Yo fui una controladora serial. Siempre lo comparto con la esperanza de ayudar a mis clientes y lectores. Para sanar, las personas que queremos tenerlo todo controlado, necesitamos tratarnos con mucha autocompasión y fe. Luego hay que buscar la punta del ovillo en nuestra crianza porque esta conducta suele tener su origen en esa etapa. Es importante trabajar sobre esto para entender, aceptar, integrar, y re-encuadrar nuestras vivencias pasadas y llevar una vida más saludable de cara al futuro.
Quien de pequeño/a crece sin el apoyo y los cuidados necesarios tiene que buscar maneras de auto abastecerse. Esta persona tendrá la necesidad de tenerlo todo bajo control para sobrevivir y prosperar a pesar de sus circunstancias. Pienso en una clienta que creció con una madre con bastantes problemas de salud y un padre que viajaba todo el tiempo. Desde muy pequeña, tuvo que aprender a administrar las tareas que normalmente realizan los adultos. Ella se encargaba desde los pedidos que le hacían desde el colegio, hasta el cuidado de su hermano pequeño, y de qué comerían cada día.
Cuando se convirtió en una adulta era la típica persona que siempre lo tenía todo organizado. No podía dejar nada librado al azar. Su cabeza era como un ordenador, su nivel de actividad era excesivo y vivía cansada y preocupada por miedo a no poder realizar todo lo que ella pensaba que era necesario para subsistir y salir adelante.
En contraposición a lo que te contaba anteriormente, un/a niño/a que crece con modelos familiares que no pueden soltar las manos del mando, copian ese modelo asumiendo que es la manera de vivir en paz y sin sobresaltos. Esa fue mi experiencia en mi infancia y la acarreé hasta mi adultez. Mis padres siempre fueron muy trabajadores y excesivamente responsables. Hacían todo lo que tenían que hacer y más también. Tenían un dejo de ansiedad anticipatoria pues temían que si no se encargaban de hacerlo todo ellos, las cosas saldrían mal. Cuando las cosas se salían de los carriles esperados, se abrumaban y angustiaban mucho. Es por eso que vigilaban todo a diestra y siniestra para evitar que la vida los golpeé y terminaran sufriendo.
Es muy difícil vivir así, lo digo por experiencia, y porque yo sufría junto a mis padres por ser testigo de lo que les acontecía. La buena noticia es que con el trabajo terapéutico adecuado, se puede ir superando esta propensión.
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¿Qué hacer?
Lo primero que podemos hacer es entender, sin juzgar, este mecanismo de defensa. Tenemos la falsa creencia que controlándolo todo estaremos más tranquilos, pero es justamente al revés. El control es duro, rígido, e impiadoso y nos desconecta de la realidad que acontece aquí y ahora. Es un círculo vicioso porque de tanto querer manejarlo todo terminamos extenuados y/o desilusionados ya que siempre habrá sorpresas que no podremos prever.
Por esta razón es tan importante aprender a dar lo mejor de uno y luego soltar y confiar. Ésta es una actitud flexible, anclada en el presente, y que refleja una mentalidad de crecimiento. Nuestro mantra sonaría más o menos así: “Haré lo que esté a mi alcance más allá del resultado. Si tengo un traspié, me levanto con el nuevo aprendizaje y sigo adelante”.
4 maneras de superar nuestras tendencias controladoras
Estas son las estrategias que puedes incorporar a tu vida.
1. Pausa y piensa qué las dispara
¿Es el trabajo/ una persona/ una mirada/ un comentario desaprobatorio? ¿Son las expectativas que hay sobre ti?
2. Reflexiona sobre cómo te sientes frente a esos disparadores
¿Te sientes caótico/ inseguro/ ansiosa/ triste/temeroso/ enojada? ¿Sientes una presión en la garganta? ¿Te duele la cabeza, el pecho, o la barriga?
3. Pregúntate cómo huyes de las emociones que has detectado
¿Trabajas en exceso? ¿Limpias por demás? ¿Le dices a los demás cómo deben vivir su vida? ¿te machacas con lo que has dicho o hecho? ¿Les das vueltas en exceso a tus obligaciones y/o relaciones?
4. Desafía tus creencias
¿Qué me estoy contando para actuar así? ¿Qué pasaría si las cosas no salen como yo quiero? ¿Sinceramente no puedo confiarle estas tareas a otro/a? ¿Me falta reforzar mi fe (en mí/en alguien superior/en el universo)? ¿Vale la pena dejar mi vida en todo esto?
Georgina Hudson
Georgina Hudson
Terapeuta Transpersonal, Coach Vida Y Estrategia, Coach Transformacional
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Concluyendo...
Los cambios profundos llevan tiempo y requieren que nos movamos más despacio para poder ver la situación desde diferentes ángulos y con la claridad que solo una mente en calma nos puede otorgar. Cada vez que elijas aflojar el puño cerrado sobre tu necesidad de control, te abrirás más a la vida, que es fluida y palpitante. Recuerda que no se trata de darte por vencido si no de elegir dónde y cómo quieres invertir tu energía, y sobre todas las cosas, cómo quieres vivir.