¿Qué somos? ¿Por qué estamos aquí? ¿tiene sentido la propia existencia? ¿cómo, dónde y cuándo se originó el universo? Estas y otras preguntas han despertado la curiosidad del ser humano desde la antigüedad, que ha intentado ofrecer distintos tipos de explicación, como los provenientes de la religión y de la ciencia.
El filósofo Baruch Spinoza, por ejemplo, creó una teoría filosófica que sirvió como uno de los referentes religiosos que más han influido en el pensamiento occidental desde el siglo XVII. En este artículo veremos cómo era el Dios de Spinoza y de qué manera este pensador vivía la espiritualidad.
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Lo científico y lo religioso
Ciencia y religión. Ambos conceptos se han visto confrontados continuamente a lo largo de la historia. Uno de los temas en los que más han chocado es en la existencia de Dios o de diferentes dioses que hipotéticamente han creado y regulan la naturaleza y la existencia en general.
Muchos científicos han considerado que la creencia en una entidad superior supone un modo poco realista de explicar la realidad. Sin embargo ello no implica que los científicos no puedan tener sus propias creencias religiosas.
Algunas grandes figuras de la historia han mantenido incluso la existencia de Dios, pero no como un ente personal que existe y al margen del mundo. Es el caso del reconocido filósofo Baruch de Spinoza y su concepción de Dios, que posteriormente han sido seguidos por reconocidos científicos como Albert Einstein.
El Dios de Spinoza
Baruch de Spinoza nació en Ámsterdam en 1632, y ha sido considerado como uno de los tres mayores filósofos racionalistas del siglo XVII. Sus reflexiones supusieron una profunda crítica a la visión clásica y ortodoxa de la religión, cosa que terminó por generar su excomunión por parte de su comunidad y su destierro, así como la prohibición y censura de sus escritos.
Su visión del mundo y de la fe se aproxima en gran medida al panteísmo, es decir, la idea de que lo sagrado es toda la naturaleza en sí.
La realidad según este pensador
Las ideas defendidas por Spinoza se basaban en la idea de que la realidad está formada por una única sustancia, al contrario que René Descartes, que defendía la existencia de la res cogitans y la res extensa. Y dicha sustancia no es otra cosa que Dios, entidad infinita y con múltiples propiedades y dimensiones de las cuales solo podemos conocer una parte.
De este modo, pensamiento y materia son sólo dimensiones expresadas de dicha sustancia o modos, y todo aquello que nos rodea, incluso nosotros mismos, son partes que conforman lo divino de igual forma. Spinoza creía que el alma no es algo exclusivo de la mente humana, sino que lo impregna todo: piedras, árboles, paisajes, etc.
Así, desde el punto de vista de este filósofo lo que solemos atribuir a lo extracorporal y lo divino es la misma cosa que lo material; no forma parte de unas lógicas paralelas.
Spinoza y su concepto de divinidad
Dios es conceptualizado no como ente personal y personificado que dirige la existencia externamente a ella, sino como el conjunto de todo lo existente, que se expresa tanto en la extensión como en el pensamiento. Dicho de otro modo, se considera que Dios es la propia realidad, que se expresa a través de la naturaleza. Ésta sería una de las formas particulares en que Dios se expresa.
El Dios de Spinoza no daría una finalidad al mundo, sino que éste es una parte de él. Se le considera naturaleza naturante, es decir, lo que es y da origen a diferentes modos o naturalezas naturadas, tales como el pensamiento o la materia. En síntesis, para Spinoza Dios es todo y fuera de él no existe nada.
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El hombre y la moral
Este pensamiento lleva a este pensador a decir que Dios no necesita ser adorado ni establece un sistema moral, siendo este un producto del hombre. No existen actos ni malos ni buenos de por sí, siendo estos conceptos meras elaboraciones.
La concepción de Spinoza del hombre es determinista: no considera la existencia de libre albedrío como tal, al ser todo parte de una misma sustancia y no existir nada fuera de ella. Así, para él la libertad está basada en la razón y el entendimiento de la realidad.
Spinoza también consideraba que no existe un dualismo mente-cuerpo, sino que se trataba de un mismo elemento indivisible. Tampoco consideraba la idea de la trascendencia en que alma y cuerpo se separan, siendo importante lo vivido en vida.
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Einstein y sus creencias
Las creencias de Spinoza le valieron la desaprobación de su pueblo, la excomunión y la censura. Sin embargo, sus ideas y obras permanecieron y fueron aceptadas y apreciadas por una gran cantidad de personas a lo largo de la historia. Una de ellas fue uno de los científicos más valorados de todos los tiempos, Albert Einstein.
El padre de la teoría de la relatividad tuvo intereses religiosos en la infancia, si bien luego dichos intereses se modificarían a lo largo de su vida. A pesar del aparente conflicto entre ciencia y fe, en algunas entrevistas Einstein manifestaría su dificultad para contestar a la pregunta de si creía en la existencia de Dios. Si bien no compartía la idea de un Dios personal, manifestó que consideraba que la mente humana no es capaz de comprender la totalidad del universo ni cómo se organiza, a pesar de ser capaz de percibir la existencia de cierto orden y armonía.
A pesar de que ha menudo se le clasificó como ateo convencido, la espiritualidad de Albert Einstein estaba más cerca de un agnosticismo panteísta. De hecho, criticaría los fanatismos tanto por parte de creyentes como de ateos. El ganador del premio Nobel de Física también reflejaría que su postura y creencias religiosas se aproximaban a las visión de Dios de Spinoza, como algo que no nos dirige y castiga sino que simplemente forma parte de todo y se manifiesta a través de este todo. Para él, las leyes de las naturaleza existían y proporcionaban un cierto orden en el caos, manifestándose en la armonía la divinidad.
Creía asimismo que ciencia y religión no se encuentran necesariamente enfrentadas, puesto que ambas persiguen la búsqueda y entendimiento de la realidad. Además, ambos intentos de explicación del mundo se estimulan mutuamente entre sí.