Son numerosas las personas que consideran que existen secretos, atajos o claves para obtener el máximo rendimiento, que nos acerque a la consecución de nuestros más ansiados éxitos. Para todas esas personas es éste artículo a modo de reflexión sobre los secretos que encierra la propia palabra rendimiento, en sus orígenes etimológicos.
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¿Qué entendemos por Alto Rendimiento?
Rendimiento significa devolver, proviene de la palabra de origen latino “reddere” (rendir). Entre las acepciones de la palabra “rendir” se pueden encontrar las siguientes:
1. Vencer al enemigo y obligarle a entregarse
Probablemente, sea por está acepción que consideramos que el rendimiento en sí mismo implica el éxito basado en la consecución del resultado.
2. Someter al dominio de uno
Que estaría en consonancia con la primera, en cuanto a la consecución de los objetivos se refiere.
3. Dar o devolver a uno lo que le corresponde
En términos deportivos, sería más acertado y estaría en consonancia con el esfuerzo empleado.
Como producto de asociar a la palabra “rendir” el sufijo “–miento” se produce una nueva palabra, “rendimiento”, resultado de rendir o devolver el esfuerzo, si nos ajustamos a la tercera de sus acepciones, que es a lo que nos invita el conocimiento del ámbito deportivo. Pues un alto rendimiento no siempre conlleva asociado un alto resultado, paradójicamente contrario a lo que pudiesen creer muchos. Y es que, si así fuera, ¿no creéis que los contextos de excelencia deportiva se denominarían centros de alto resultado en lugar de centros de alto rendimiento (CAR)?
Resulta fundamental enfatizar este tipo de matices en el aprendizaje deportivo y en la vida en general. Las más altas metas exigen todo de uno, e incluso ofreciendo todo lo que tenemos dentro, a veces resulta insuficiente, pues podemos encontrarnos con otros competidores que manifiesten un talento mayor que el que nosotros manifestamos.
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La relación entre resultado y rendimiento
Nunca llega el resultado antes que el rendimiento. Es importante interiorizar esto para desarrollar una cultura personal de trabajo basado en el esfuerzo. Ese es el verdadero secreto del éxito. Ese y considerar el propio éxito como el disfrute experimentado por el mero hecho de realizar lo que uno más desea, lo que uno ama.
Es decir, aprender a centrarse en el proceso (el rendimiento), más que en el producto (el resultado). A veces nos marcamos objetivos basados en altas metas de resultado, que nos empujan a experimentar altas dosis de frustración, más aún cuando el deportista no es lo suficientemente maduro en materia de su autoconfianza personal para marcarse dichos retos.
Es ahí, donde nos encontramos a jóvenes deportistas obsesionados por la comisión inevitable de errores. Nadie jamás aprendió a caminar sin tropezar al menos varias veces. Es ahí también donde aparecen las expectativas irrealistas de rendimiento y resultado, los “tengo que conseguirlo”, “no puedo fallar eso” o “cómo es posible que no lo consiga”. Todos ellos basados en el imperativo moral de conseguir un resultado ideal, basado en un camino perfecto, sin errores, que nos empuja de manera inevitable hacia la frustración y posiblemente, hacia el abandono de la práctica deportiva.
Si como deportista o como persona, soy producto de mis resultados, mi autoconfianza sufrirá los golpes de los errores cometidos, como si de un fracaso personal se tratara. Al final, cualquier deporte es una tarea a la que nos tenemos que enfrentar de manera repetitiva para poder mejorar, superarnos y avanzar. Y la tarea no somos nosotros. Nosotros somos quienes producimos los resultados y no al revés. A todo el mundo le importan los resultados, pero estos nunca llegan sin esfuerzo, sin errores y sin aprendizajes. Si por cada fallo, maltrato la máquina de producir resultados, difícilmente los conseguiré producir.
Es importante concienciarse de esto, para poder dominar cualquier habilidad o tarea deportiva por la que decidamos apostar, sin obsesionarse por si seré o no el mejor el día de mañana o si conseguiré las más altas metas ¿quién querría destacar en algo que le produce sufrimiento o no le gusta? Disfrutar del esfuerzo empleado en una actividad que me apasiona, sin marcarse mayores expectativas que eso, para mí, ese es el verdadero éxito.