Adolescentes en casa: 7 claves educativas y comunicativas para padres

¿Cuáles son los problemas más frecuentes al convivir con un hijo adolescente?

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La adolescencia es una etapa de descubrimiento, de cambios, de toma de decisiones, del despertar al mundo a través de la propia mirada de un niño que, poco a poco, está convirtiéndose en un adulto responsable.

Es una etapa compleja porque la personalidad está todavía construyéndose, y se producen cambios importantes en el contexto escolar.

Adolescencia: un (duro) camino por recorrer

En las consultas psicológicas, son frecuentes las quejas por parte de los padres. Adolescentes irritables, que no cumplen las normas establecidas, que empiezan a tener amistades peligrosas y que tienen problemas académicos.

Desde la posición de los padres, la adolescencia suele ser descrita como una época de muchas peleas, enfrentamientos y disputas, hasta el punto en que la situación puede volverse totalmente insoportable. ¿Qué hacer cuando se convive con adolescentes en casa? ¿Existe alguna guía para padres en apuros?

Consejos para una buena convivencia con hijos adolescentes

Los problemas tienen solución, y aunque la adolescencia es una edad complicada, todo tiene remedio si se siembran las semillas educativas adecuadas.

A continuación os ofrecemos unos consejos, tanto a nivel educativo como comunicativo, que pueden ayudaros a disfrutar más la etapa de adolescencia de vuestros hijos.

1. Dejémosles explorar el mundo

Los jóvenes necesitan definir muchos aspectos de su vida: su personalidad, sus amistades, sus preferencias… Esto es algo normal, y hay que entender que puedan ser inconstantes en sus opiniones y gustos. De este modo van probando y decidiendo; es la forma en la que pueden finalmente tomar decisiones.

Así como los adultos necesitamos tiempo para comprar, del mismo modo un hijo adolescente busca tomar la mejor decisión, solo que apenas está empezando a hacerlo, a descubrirse a sí mismo, y por tanto requiere de tiempo para desarrollar esa destreza.

2. Escuchémosles de forma sincera

Debemos enseñar (y animar) a los hijos adolescentes a expresar sus pensamientos y sentimientos. Para ello, lo más importante es que les escuchemos sin juzgar, criticar o humillar.

Los jóvenes no suelen conversar con sus padres precisamente porque no saben escuchar y les perciben como una amenaza, como adultos que solo quieren corregirles y castigarles. Pero debemos recordar que cuando un joven acude a nosotros para conversar es porque realmente lo necesita, necesita ser escuchado, y lo peor que podemos hacer es sermonearles y juzgarlos negativamente. Si queremos que nuestros hijos depositen confianza en nosotros, es preciso que les ofrezcamos nuestra ayuda sincera para cuando la necesiten, que sepan que somos un apoyo fiel. De todos modos, no conviene que les resolvamos sus problemas: hacerlo por ellos mismos les permitirá tomar responsabilidad y madurar.

3. Aceptemos su criterio y sus decisiones

Si son decisiones que no le van a dañar, permítamosles elegir. Este punto es muy difícil para muchos padres, porque están acostumbrados a decidir por sus hijos y obviamente siempre deciden lo que creen que es mejor para ellos.

Este es el momento en que ellos deben tomar sus propias decisiones, aunque estas decisiones sean contrarias a nuestros gustos o manera de pensar. Los ejemplos más habituales: forma de vestir, la música que escuchan, apariencia física, entre otros. Son aspectos de sus vidas en los que podemos tratar de influir con mano izquierda, pero nunca imponerles nuestro criterio.

4. Permitámosles que se equivoquen: de los errores también se aprende

Como adultos, sabemos que nuestros hijos adolescentes deben experimentar las cosas buenas y malas de la vida, en pos de su aprendizaje y desarrollo madurativo. No podemos encerrar a nuestros hijos en una burbuja de cristal, debemos dejarlos crecer. Es decir, debemos dejarlos pensar, reflexionar, actuar, y por supuesto cometer errores, porque las equivocaciones les permite madurar. Frases como: “Te lo dije”… “No me venga a llorar, yo te advertí” y otras parecidas anulan la posibilidad de que el niño sienta que tiene derecho a equivocarse, ¿Cómo aprenderá a tomar sus propias decisiones sin cometer errores?

Debemos tener presente: nosotros también sintimos miedo de ser padres y sobre todo de equivocarnos. Seguro que durante nuestras vidas hemos cometido muchos errores, éstos nos permitieron madurar y crecer, y nuestros familiares olvidaron los malos momentos. Ahora, el adolescente puede sentir en sus propias carnes el temor a ser adulto, pero le reconforta saber que sus padres le aman, a pesar de sus equivocaciones. Apóyemosles, guíemosles, y cuando se equivoquen enséñemosles a asumir las consecuencias.

5. Aprendamos a disculparnos si hemos cometido algún error

La mejor manera de enseñar es con el ejemplo constante. Si como padres cometemos un error, lo mejor es que nos disculpemos y rectifiquemos, es la muestra de madurez más importante que se le puede enseñar a un hijo.

Precisamente en esta etapa de la adolescencia es cuando los hijos se empiezan a percatar de los errores de sus padres, por eso los adultos solemos irritarnos con más facilidad, porque nuestros hijos ahora piensan, analizan, comparan, deciden y, en consecuencia, se hacen una idea o crítica del entorno, también de nuestras habilidades como padres. Lamentablemente, muchos adultos esperamos y exigimos que nuestros hijos se disculpen cuando cometen una falta, pero nosotros, como adultos, raramente lo hacemos. Tenemos miedo a mostrarnos débiles ante ellos. Sin embargo, disculparse es un acto de madurez y valentía, y no es cierto que estemos perdiendo credibilidad o poder ante nuestros hijos. Al contrario: estaremos ganando su respeto y admiración.

6. No les responzabilicemos de nuestros fallos

Muchos padres, consciente o inconscientemente, quieren evitar que sus hijos cometan los mismos errores que cometieron ellos en el pasado, e incluso temen que sean rebeldes como lo fueron ellos siendo jóvenes.

Debemos superar nuestros miedos y dejar de extrapolar nuestros temores y anhelos hacia ellos. Nuestros hijos están construyendo su propia personalidad y su propio camino; debemos estar ahí para apoyarles y ayudarles.

7. Seamos valientes: ayudémosles a ser lo que quieran ser

Tener hijos es una de las experiencias más intensas que podemos tener como seres humanos. Nuestra función como padres es hacer de ellos seres auténticos, independientes y exitosos, personas autónomas que sepan labrarse su propio camino hacia una vida plena y feliz.

Por supuesto, no debemos intentar que nuestros hijos adolescentes sean copias de nosotros mismos: brindémosles las herramientas necesarias para crecer y dejemos que ellos escojan su propio camino, tanto en el terreno académico, laboral, amoroso… como en cualquier otro aspecto.

Unas cuantas reflexiones finales

Cuando desde la infancia se establecen límites y disciplina, se propicia un ambiente de confianza y respeto, se fomenta la autonomía y la confianza, se brindan las condiciones necesarias para que los hijos avancen exitosamente a una nueva etapa: la adolescencia. Si bien es cierto que entre los padres genera mucho temor la llegada de esta etapa vital en los hijos -en ocasiones más en los padres que en los mismos jóvenes-, la realidad es que suele atravesarse sin mayores dificultades.

Lamentablemente, en muchas ocasiones es durante esta etapa cuando el adolescente hace evidente una serie de carencias afectivas que no se le brindaron en la infancia. Como consecuencia, los padres solemos emplear como cortina de humo “la adolescencia” para evitar reflexionar o atender todo aquello que hemos ido dejando pasar. Por supuesto, es en este ámbito en el que los padres “adolecen”, y por tanto se hace necesario contar con algunas herramientas para saber afrontar los cambios.

Esperamos que estos consejos os sean de utilidad para disfrutar la etapa “del despertar al mundo”. La tarea no es fácil, sin duda alguna formar seres humanos es una empresa solo apta para valientes: requerirá revisar constantemente nuestra forma de educar y corregir algunos aspectos si es necesario. Lo importante es que todavía estamos a tiempo, solo hay que ponerle buena voluntad.

Licenciada en Psicología. Graduada de la Universidad Nacional de Costa Rica y en la Universidad Autónoma de Monterrey. Incorporada al Colegio Profesional de Psicólogos de Costa Rica. Código 4981.

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