La infancia es muchas veces descrita como la etapa del juego y la diversión, pero esto no tiene por qué ser así.
Del mismo modo en el que el exceso de ansiedad está entre los problemas psicológicos más frecuentes entre los adultos, estadísticamente también afecta mucho a los pequeños de la casa, y si a esto le añadimos que ellos tienen menos recursos para gestionar estas experiencias sin valerse de nadie más, se hace evidente la necesidad de comprender su mundo para ayudarles y prevenir esta clase de problemas.
Por eso, en este artículo haremos un repaso de las fuentes de ansiedad infantil más habituales en niños y niñas.
- Artículo relacionado: "Psicología educativa: definición, conceptos y teorías"
Fuentes de ansiedad infantil frecuentes en los niños
Esas son las experiencias del día a día que peden dar lugar fácilmente a la ansiedad infantil.
1. Los conflictos en el ámbito familiar
La familia conforma el entorno social en el que los pequeños deberían sentirse seguros, pero esto no ocurre en todos los casos. Algunos niños y niñas aprenden a estar alerta constantemente al estar rodeados de discusiones, de broncas y castigos, etc.
No hay que olvidar que la salud mental no es individual, sino contextual, y que nuestro bienestar emocional, tanto en la infancia como en nuestra adultez, está vinculado a lo que ocurre a nuestro alrededor… aunque con la diferencia de que los niños y niñas tienen menos margen de maniobra para afrontar por sí solos las situaciones estresantes que ocurren en su hogar, al tener menos libertad.
- Quizás te interese: "Las 6 etapas de la infancia (desarrollo físico y psíquico)"
2. Los miedos irracionales
En muchos aspectos, los niños y adolescentes piensan de un modo muy distinto al de los adultos; no se trata de que cuantitativamente les falte información o conocimientos, que también, sino que su mente trabaja de una manera cualitativamente diferente. Solo así se entiende, por ejemplo, que hasta ciertas edades sea normal que tengan amigos imaginarios o que su comprensión del mundo sea claramente supersticiosa en muchos aspectos. Para rellenar sus vacíos de conocimiento, utilizan lo que se llama pensamiento mágico, y que consiste en atribuir intenciones, emociones, motivaciones y pensamientos a elementos inanimados: objetos, paisajes, plantas, astros, etc.
De este modo, consiguen darle sentido a lo que les rodea agrupando una serie de elementos complejos (por ejemplo, lo que puede verse en el cielo) en entidades imaginarias que agrupan muchos de esos elementos formando unidades (por ejemplo, un mago que cuando se transforma se convierte en el conjunto de nubes que podemos ver ahí arriba).
El aspecto negativo de esto es que los pequeños son vulnerables a una serie de miedos irracionales que en algunos casos les pueden generar ansiedad e incluso problemas para dormir. Como padres, madres, educadores y profesionales del bienestar psicológico, es importante ayudarles a hacer frente a estos miedos sin que se acostumbren a huir constantemente de esos elementos (oscuridad, objetos que generan temor, etc.).
3. Una sobrecarga de tareas
Algo que lamentablemente pasan por alto muchos padres y madres es que los más pequeños necesitan disponer de tiempo libre y jugar, sin más pretensiones que pasarlo bien y experimentar. No solo no es una pérdida de tiempo, sino que es su manera de aprender de manera directa cómo funciona el mundo y las relaciones personales (en el caso del juego con el grupo de amigos).
Por eso, es un grave error llenar el horario de nuestros hijos con una actividad extraescolar tras otra, algo en lo que se cae a veces para intentar que los pequeños aprendan lo máximo posible ya desde sus primeros años de vida. No solo es contraproducente como proyecto de aprendizaje a largo plazo (es complicado disfrutar de estas actividades en una situación así, y por consiguiente la auto-motivación es baja), sino que además puede dar paso a problemas de estrés y ansiedad serios.
4. Un mal uso de las redes sociales
Las redes sociales son un ámbito más en el que los más jóvenes interactúan entre sí y desarrollan su propia identidad, sobre todo en la adolescencia, la etapa en la que es más importante la identificación con un grupo de referencia (compuesto por jóvenes de edad similar). Pero como este entorno virtual es un mundo de extremos, destacan sobre todo los contenidos que muestran estéticas y estilos de vida idealizados.
Esto lleva a muchos menores a sentirse mal con sus vidas y a intentar mejorar su autoestima “entrando a competir” por la atención y la validación de los demás en estas redes sociales, ya sea compartiendo contenidos propios o revisando constantemente lo que suben los demás para no perderse nada y estar a la última. Esta necesidad de estar pensando constantemente en las lógicas de funcionamiento de las redes sociales, cuyos contenidos se actualizan segundo a segundo, puede llegar a generar ansiedad: por ver que la última publicación que subimos no ha recibido demasiadas interacciones, por discutir con alguien en una sección de comentarios, etc.
5. La costumbre a jugar a videojuegos a todas horas
Muchos videojuegos disponen de unas mecánicas jugables con una gran capacidad para “enganchar” al jugador y ponérselo difícil para despegarse de la pantalla. Los niños y adolescentes son especialmente vulnerables a este fenómeno, porque por un lado en los primeros años de vida es más complicado regular los impulsos anteponiendo los objetivos a largo plazo, y por el otro la mayoría de estos juegos están diseñados narrativa visualmente para atraer a la población más joven.
Esto hace, por ejemplo, que muchos niños sientan malestar y ansiedad cuando no pueden estar jugando, o experimenten frustración o enfado cuando deben interrumpir una partida para realizar otras tareas escolares o familiares, etc. Por eso, si bien los videojuegos no son malos de por sí, hay que asegurarse que sus pautas de uso son las correctas.