Se suele identificar por estrés acontecimientos de sobre estimulación o intensos, que se identifican con reacciones o respuestas que implican un alto grado de activación y actividad en el sujeto, lo que supone un desequilibrio entre las exigencias de los estímulos y las respuestas del sujeto.
Por lo que se entiende el estrés no como una emoción, sino como un proceso que da respuesta a los acontecimientos ambientales y sociales desafiantes. El estrés diario puede definirse como las demandas y contrariedades que ocasionan la interacción cotidiana con el medio ambiente (Kanner, Coyne, Schaefer y Lazarus, 1981).
Lazarus y Folkman (1991) propusieron un modelo transaccional, conocido como modelo de estrés o estrategias de afrontamiento, que relacionan los factores ambientales, psicológicos y biológicos individuales.
Los estilos de afrontamiento son disposiciones personales que usamos para afrontar distintas situaciones y circunstancias que nos provocan estrés. Estos no son buenos o malos per se, sino que influyen muchas variables en ellos.
Esto es, que no todas las personas se preocupan por igual, por lo que el estrés es una relación particular entre un sujeto y su entorno, y cómo es evaluado por éste; amenazante, irrelevante o favorable según sus recursos para hacer frente a las situaciones.
Estrés durante la infancia: ¿por qué ocurre?
Durante la etapa infantil, distintos eventos como la escolarización, las demandas familiares excesivas, las exigencias académicas, el nacimiento de un hermano, la separación o el divorcio de los progenitores, etc., pueden resultar factores estresantes para el niño, que en algunos casos pueden abrumarlo y no lograr adaptarse a ellos.
Los estudios sobre el estrés durante la infancia se han centrado en eventos y circunstancias del entorno familiar como conflictos, riñas, separaciones, maltrato físico o psíquico, privación física y cultural y otros, que parecen ser la base de muchos de los trastornos psicopatológicos y problemas de conducta que sufren los menores (Adger 1991, Mestre y More- no 1992, Robson y otros 1993, Toro y otros 1983).
Sin embargo, la propia infancia es un período de cambios constantes, que producen desequilibrios entre el infante y su entorno. Estos cambios pueden valorarse como estresores y cabe comprender cómo afectan a su bienestar y a su desarrollo.
Causas de estrés en la infancia
Durante la infancia se viven un gran número de acontecimientos, cambios y conflictos que requieren por parte del niño un gran esfuerzo de adaptación y la movilización de todos sus recursos de afrontamiento para lograr adaptarse a los cambios que va experimentando.
Además, dependiendo de la edad, sus habilidades conceptuales y conductuales pueden ser limitadas, como el dominio y conciencia de las opciones que dispone (Milgram 1993), por lo que se está en mayor vulnerabilidad de padecer estrés.
Entre la variedad de situaciones que causan estrés a cualquier niño pueden encontrarse acontecimientos cotidianos, como la escolarización, donde el niño experimenta la separación de sus principales figuras de apego, que, además, le proporcionan seguridad y protección (Puyuelo 1984, Bowlby 1985). La no accesibilidad inmediata a las figuras de apego pueden intensificar el miedo o sentimiento de amenaza ante esta nueva situación.
Las demandas familiares plantean una serie de exigencias al niño que requieren un gran esfuerzo de adaptación, llegando en algún momento, a sobrepasar su capacidad de asumirlas.
Los padres pueden llegar a ser una fuente de estrés para sus hijos cuando éstos intentan satisfacer las exigencias paternales porque desean obtener el reconocimiento y la atención de las figuras de apego y evitar así cualquier conflicto y frustración.
Otro factor vinculado a estas expectativas paternas está el rendimiento escolar que pueden llegar a abrumar al niño con la necesidad de lograr hitos académicos aunque sobrepasen las capacidades del infante.
El aprendizaje vicario, es decir, aprender mediante la observación de un modelo, que suelen ser los padres como modelos de afrontamiento al estrés. Enseñar a nuestros hijos a gestionar el estrés actuando en consecuencia.
También existen fuentes de estrés como causa de acontecimientos de crisis vitales tales como el nacimiento de un hermano, separación o divorcio de los padres, pérdida de uno de los padres, y acontecimiento intenso y extraordinario como enfermedades graves, y aspectos sociales.
Para todas ellas, los más pequeños necesitan aprender a recurrir a sus propias habilidades y aptitudes a la hora de adaptarse con seguridad, reduciendo los efectos nocivos del estrés y la ansiedad.
Los síntomas del estrés durante la infancia
Para detectar los síntomas del estrés es imprescindible observar si se dan ciertos cambios en el comportamiento:
- Irritabilidad y mal humor sin causa aparente.
- Dejar de realizar actividades con las que solían disfrutar.
- Quejarse en exceso del colegio.
- Llorar o mostrar reacciones de miedo desproporcionadas
- Aferrarse a un padre o profesor.
- Pesadillas, dormir demasiado o muy poco.
- Problemas en la alimentación.
- Dolores de cabeza o de estómago.
Si se observan estos cambios, se debe acudir a un profesional para que evalúe y aconseje el curso de actuación más adecuado a la edad del niño para restablecer su bienestar.
Tratamiento del estrés en niños
Durante la infancia los estímulos y muestras de afecto adecuados garantizan el desarrollo neuronal, llegando a poder formarse hasta el doble de lo que se va a necesitar a lo largo de la vida.
A lo largo de la infancia se va madurando a través de las relaciones interpersonales y de las emociones que se experimentan. La capacidad para el desarrollo emocional facilita la gestión del estrés y las emociones derivadas como la frustración, angustia y miedo.
Se puede ayudar a gestionar el estrés infantil manteniendo unos buenos hábitos de sueño, y rutinas diarias de autocuidado referentes a la alimentación e higiene personal. Estas rutinas y buenos hábitos les brinda seguridad, ya que alivia la incertidumbre.
Además, las siguientes recomendaciones ayudará a los más pequeños a manejar mejor los estresores diarios:
- Reducir actividades que sobreestimulen el sistema nervioso, como las pantallas de tablets, móviles y actividades deportivas exigentes en un horario inapropiado para su edad.
- No sobrecargar de actividades extraescolares y ofrecerles un espacio para poder desarrollar su imaginación y creatividad que permita explorar su autonomía.
- Las actividades creativas permiten tener un espacio para el autoconocimiento, la experimentación y el desarrollo cognitivo.
- Darles tiempo para el juego, para socializar para estimular las habilidades sociales que les permita la regulación emocional.
- La práctica de mindfulness durante la infancia está respaldado por investigaciones científicas que demuestran que favorece el desarrollo de habilidades como la atención sostenida, el aprendizaje y la memoria y el lenguaje.
- Practicar técnicas de relajación adecuadas al nivel de edad de los niños. Como pueden ser el yoga o el mindfulness.
- Y sobre todo, dedicarles tiempo de calidad. Jugar, divertirse, escucharlos, y relajarse con ellos les proporciona una modelo interno de seguridad y afecto que les acompañará toda su vida.
¿Buscas apoyo para gestionar el estrés de tus hijos?
Son muchas las causas de presión a las cuales los niños y niñas tienen que responder y adaptarse. Todos los niños mejoran su capacidad para gestionar el estrés si:
- Afrontan los problemas y son capaces de salir victoriosos.
- Poseen una autoestima alta.
- Cuentan con apoyo emocional de la familia y entorno social.
La creatividad, la calma y la capacidad reflexiva ayudan a los niños a desarrollar recursos para transformar el estrés. Si te interesa que tu hijo o hija aprenda regulación emocional, habilidades sociales y técnicas de relajación ponte en contacto conmigo.
Mi método para la gestión del estrés en positivo se basa en aunar el Arteterapia con el Mindfulness para el crecimiento personal y potenciar las cualidades innatas creativas que facilitan resolver los conflictos derivados del estrés.